Después de tanto insistir, logré convencerte que vinieras a visitarme. Llegaste un Viernes en el vuelo de la noche, casi la madrugada, y aunque era muy tarde y el vuelo fue muy largo, apareciste por la puerta de llegadas con esa cara radiante y preciosa que te caracteriza.
Siendo las 12:30 de la madrugada, después de saludarnos lo primero que me digiste fue "tengo hambre" y acto seguido entendí que en ese mismo instante empezaba mi responsabilidad de cuidarte... lo que no sabía en ese momento era lo que en realidad implicaba.
De camino a mi casa, no parábamos de hablar y reirnos, recuperándo todo ese tiempo perdido por haber estado tanto tiempo sin vernos. Me sentía muy a gusto disfrutando del paseo, ese rato contigo hacía que la oscuridad de la noche se volviera más clara... y de repente me volviste a decir "tengo hambre", algo que me dejó desconcertado, acabábamos de comer en un burguer, y no entendía como seguías teniendo hambre, cuando al parar en un semáforo en rojo, oigo como se suelta tu cinturón y tu cabeza se abalanza sobre mi entrepierna inutilizándo mi espacio para conducir.
Noto como abres mi pantalón y bajas mi calzoncillo para sacar mi polla que ya estaba bien dura desde el momento que te había visto por primera vez en el aeropuerto, y me la empiezas a comer con deseo, con fuerza, con lujuria... como si de un animal hambriento se tratase.
Y ahí nos encontrábamos, en medio de una avenida grande, en la madrugada, solos sin un coche alrededor, cuyo semáforo se ponía rojo y verde varias veces, mientras me la seguías mamando de manera increíble. Sabías que llevaba una semana reservándome para ti, sin nada de sexo, ni siquiera me había masturbado una sola vez... y me di cuenta que eso te sirvió para no tener control sobre mi voluntad... estaba deseándolo demasiado, y tú me lo estabas dando.
De repente me corrí, llegó el momento, mi regalo de mi satisfacción por ti había llegado. Me corrí todo lo que había reservado hasta entonces, tanto que tenía justo para limpiarme y tú, con cara de deseo me amenazas "tienes para llegar hasta tu casa para recuperarte".
En dirección a mi casa no hablamos, aunque si nos tocamos... sobre todo yo a ti. Llevabas una falda larga, pero accesible, y no llevabas ropa interior, lo que me permitió jugar contigo por el camino, algo que facilitó mi recuperación de manera pronta y rápida.
Entre semáforo y semáforo nos comíamos la boca, tus labios sabían a mi, y sin embargo tu lengua dulce como un manjar, buscaba la mía, cada vez más, para adueñarse de ella.
Aparqué en el garaje, sacamos tus las maletas, y cuando te disponías a ir hacia la salida, te empuje contra el capó del coche, apoyando tus pechos en él. Con una mano en la espalda para impedir que te movieras, con la otra subí tu falda para dejar tu coño y culo al aire, y con unos dedos comprobaba lo caliente que estabas.
Un "que haces?" me preguntaste, y un "devolverte el favor" te respondí. Bien recuperado, me coloqué detrás de ti y te follé, te follé con la misma fuerza e intensidad que tu me la mamaste. Te mordías el labio y la lengua para evitar gritar, pero no lo conseguías, sabías que llevaba tiempo sin follar y estaba poniendo todo mi corazón en cada embestida que te daba... por lo que tú solo gritabas y gritabas pidiéndome más, que no parara.
Sin embargo, después de 40 min, tuvimos que parar al oír la puerta del garaje abrirse. Alguien venía, así que antes de que nos vieran nos reincorporamos como si nada hubiera pasado y nos fuimos a la salida.
Ya eran un poco más de las 3 de la mañana, cuando entramos por la puerta de mi casa, agotados los dos, nos vimos con la necesidad de descansar. Sabíamos que era un fin de semana largo, y teníamos tiempo para todo... ingenuo que fuimos.
Antes de irnos a la cama tú decidiste ir a darte una ducha, y cuando oí como caía el agua, te imaginé totalmente mojada, sintiendo como sería cada gota de agua tocando las partes prohibidas de tu cuerpo. Y me exité de nuevo... y no quería esperar a mañana... no quería esperar a nada... me desnudé y me metí en la ducha contigo, separándonos del mundo una mampara de cristal.
Te das la vuelta y me ves, con mi polla grande y dura como una roca... me mira y dices "uff, estoy agotada... " a lo que te respondí "me he dado cuenta que un fin de semana no es suficiente para estar contigo", algo que creo que te alagó, porque me sonreiste, te acercaste, te pusiste de rodillas, y me la empezaste a comer de nuevo.
Cayéndo el agua entre nuestros cuerpos, bebiéndola tu mientras me la comías, cogí tu cara, te levanté y te besé profundamente, mientras con mis manos iba girando tu cuerpo y tocándo tus zonas herógenas, te puse contra la mampara, apretando tus pechos contra el cristal, y me agache por detrás para comer tu precioso y sabroso coñito, que llevaba tiempo esperando a probar.
De cada lamida que pasaba, un gemido me regalabas. El agua caía entre tus nalgas y me hidrataba a la vez que disfrutaba de tu sabor. Sin un solo pelo, bien suave tenías el coño, y con el agua rebozando hacía que comertelo fuera una experiencia más intensa.
Pasó mucho tiempo cuando me di cuenta que tus piernas estaban temblando del placer, ya no estabas apoyada en el cristal, te estabas aguantando... sin embargo no parabas de aprentar tus nalgas contra mi cara para que metiera mi lengua cada vez más dentro de ti.
Cuando noté que tu propio flujo era máyor que el agua que había en la zona, levante mi lengua para llevarla hasta tu culito, a la vez que mi mano la sustituía en tu coño. Mientras te follaba con mis dedos, te comía el esfinter rico que tenías, y te lo follaba con la lengua, hasta que te introduje un dedo en cada orificio y los uní en el interior...
Gritaste!! gritaste sí!!! gritaste más!!! gritastes joder!!!, tanto que seguro que despertaste a uno o dos vecinos, joder como gritaste. Te sacastes mis dedos, te incorporaste hacia mi y me levantaste, para besarnos y besarnos y besarnos mientras mutuamente nos masturbábamos.
Cogí una esponja y la llené de jabón y agua, te puse a espaldas mía, agarrandote suavemente del cuello, por debajo de la barbilla, y levantándote la cabeza, para comerte la lengua mientras te enjabonaba el cuerpo, sobre todo tus pechos, te veía en le reflejo del espejo que teníamos en frente y parecías una diosa, era increíble la belleza que contemplaba, y te tenía ahí, delante mía, para besarte y llenarte de placer... era un simple mortal con la suerte de disfrutar de una diosa como tú.
Solté la esponja y te empuje contra la mampara de nuevo, pero esta vez abriéndote bien las piernas para poder entrar en ti, y así te empecé a follar, mirándo a través de ese espejo como el jabón se escurría en la silueta de tus pechos, y tu cara apoyada en el cristal con la boca abierta, liberando gemidos y gritos.
Y te follé intensamente, cada vez más rápido, cada vez con más pasión, y tu soltabas gemidos con tu aliento, soltabas palabras pidiendome que no parara, querías más pero no tenías tiempo para recuperar todo el aire que necesitabas entre embestida y embestida.
De repente apoyaste tus manos sobre el cristal, y me empujaste contra la pared, y empezastes a follarme más fuerte de lo que yo conseguía, con un movimiento de caderas, y tus gritos empezaban a intensificarse, hasta que de repente, cada véz más fuerte oigo un "me corro!!!, me corro!!! me voyyyyyy!!!", apretando fuertemente tus músculos para que mi polla se relajara y me corriera contigo, lo cual nos permitió terminar juntos.
Después de ese momento, todo es confuso, solo recuerdo que nos caímos al suelo de la ducha agotados los dos, y a la mañana siguiente nos levantábamos de la cama ¿como llegamos a la cama? ni tú ni yo lo recordábamos... sin embargo me di cuenta nada más despertarte que tus intensiones no era recordar el pasado... si no repetirlo en el presente ;)