—Ya he llegado— Escribí en un mensaje de voz a Anne.
Toqué en el portero y accedí hasta donde estaba el ascensor no sin antes perderme en aquel pequeño laberinto de la entrada de su casa. Subí dos pisos y antes de tocar en la puerta, tomé un pañuelo de la mochila y vendé mis ojos. Dos pequeños toquecillos en la puerta anunciaron mi llegada. La puerta se abrió y noté como unas manos un poco confusas me tocaban y buscaban las mías para trasladarme por el pasillo hasta la habitación. Ella tampoco veía nada, pero tenía la ventaja de jugar en su casa y conocer perfectamente su hábitat natural.
Habíamos planeado hacía algún tiempo este escenario y allí estábamos frente a frente para olernos, rozarnos, dibujarnos con nuestras manos, moldearnos, susurrarnos y encontrarnos. No sé cuántas veces anteriormente había imaginado esta situación y ahora me sentía afortunado por hacerla realidad.
Comenzamos a besamos glotonamente como si el infinito se nos apagara. Las manos trataban de reconocer lo que la vista no podía y a fe que lo estaban consiguiendo. Pronto noté como mi camiseta tras los impulsos de sus manos, cedía. Comenzaba a sentir el roce de sus dedos por mi pecho y como sin tregua, ni pausa bajaban hasta mis pantalones. Pronto iban a quedar esparcidos en el suelo. Mientras, yo trataba de visualizar en mi cerebro los trazos que mis dedos iban dibujando en el cuerpo de Anne. En un viene y va de estos, me las ingenié para desprender el broche del sujetador. Mmmmmmm. Ante mí quedaron sus dos pechos con sus pezones erguidos que pedían a gritos que los succionara.
Ella a su vez ya había logrado que mi polla quedara libre de las ataduras de mi bóxer y con un movimiento acompasado empezó a menearla. Sentí el calor de su saliva y la jugosidad de sus labios, jugueteando con ella y en esos momentos perdí el guion de mi papel. Me entregué a su boca y dejé que hiciera y deshiciera lo que ansiara. Sin embargo, en un lapsus propiciado por el placer recibido, la tomé del pelo y levanté su cabeza y nos morreamos.
¡Ding dong! Había llegado la hora de mi venganza. Palpé su tanga y lo eche a un lado para que su coñito quedara totalmente libre para mí. ¡Exquisito! Estaba totalmente empapado, pero iba a estarlo mucho más tras presionar la punta de mi lengua en su clítoris. Me detuve y volví, acelerando los impulsos. Pronto obtuve mis frutos pues noté como el cuerpo de Anne se contraía. Paré de nuevo y volvimos a besarlos. Sentía la necesidad de follarla cuanto antes. No me suele pasar, pero esta vez me había dejado abandonar a los designios de Anne.
Tomé el preservativo a tientas y me lo coloqué. La situé a como una perrita y empecé a embestirla. ¡Qué calor desprendía su coñito! ¡Qué delicia oír sus gemidos! Todo ello hacía sentirla más mía y darle con muchas más ganas. El viene y va hizo que el pañuelo que llevaba en la cabeza se rodara y volviera a sentir la claridad. Antes de ver la delicia de mujer que se unía a mí, solté también su pañuelo para que los dos al unísono nos viéramos. Sin sacarla de su coñito, la ayudé a incorporarse para besarnos lascivamente ya sin vendajes.
—¡Qué suerte has tenido con esta delicia de mujer! —Pensé y seguí dándole sin parar hasta que noté como llegaba su orgasmo. En momentos volvimos a besarnos muy apasionadamente a la par que nos reíamos en medio de una gran complicidad. Y ahí de nuevo, volvimos a jugar, ahora viendo nuestros cuerpos, repasándolos y acercando a nuestra vista lo que anteriormente habían percibido otros sentidos. Unos minutos más tarde, o esa es la sensación que tuve, Anne se subía sobre mi cuerpo y comenzaba a frotar mi polla en su clítoris. Noté nuevamente sus contracciones orgásmicas. Aprovechó ese instante y de repente pude notar como una auténtica amazona comenzaba a cabalgarme sin parar.
Más tarde volvió a situarse en pompa para que volviera a admirar el esplendor de aquel maravilloso culito. Era mío y así se lo hice saber. Tras unos vaivenes que poco a poco se iban acelerando y con unos inmensos deseos de regalarle mi líquido, le pedí que me indicará dónde quería recibirlo ¡Mi boca! No me dio otra opción.
Me encantó ver la viscosidad del semen en sus labios rojos. Maravilloso contraste. Nos besamos efusivamente y nos abrazamos, hablamos, cenamos, reímos, nadamos y… (no le pusimos final a esta historia).