Tino es un mecánico al que la crisis dejó en el paro junto a sus compañeros cuando el dueño cerró el taller donde trabajaba. Aún así muchos clientes le preguntaban y hacía chapucillas en el garaje de su casa, así que se decidió a coger un pequeño local y montar su propio taller, aunque algunos trabajos los seguía haciendo en el garaje de su casa. Un compañero de trabajo me lo recomendó, así que le llevé mi moto. Llevaba bastante retraso por ser verano y se ofreció a entregármela un sábado por la tarde. Era en una casa terrera algo apartada y con la puerta del garaje abierta.
Cuando llegué aún no había terminado, así que le ayudé a terminar de montar la moto. Llevaba un mono de trabajo sin mangas y con el pantalón corto sobre la rodilla, estaba cortado a tijera como cayó, aún había hilos colgando. Sudábamos como pollos, él se bajó la cremallera y dejó su torso y espalda desnudos, me miró como "quítate la camiseta que estás ensopado". Nos secamos con una bobina de papel que tenía. Me fijé que no tenía nada nada de vello en el cuerpo, pero sí un piercing en el pezón derecho. Se le veía el culillo con el mono caído, me di cuenta de que no llevaba calzoncillos.
Se fue a por agua fría y nos refrescamos, noté que se había bajado un par de centímetros más la cremallera y se le veía un poquito que el pubis, estaba totalmente rasurado como quien trata de insinuar sin dejar ver. Terminamos y nos volvimos a refrescar, no entraba aire en aquel jodido lugar. Hubo un momento en que estábamos bastante cerca y le pregunté: ¿no te hace daño el piercing? Para nada, respondió él. Yo no noto nada.
¿Pero ni al tacto? Le dije yo. Prueba a ver si notas algo al tacto. Me dio vía libre...
Con la yema de mi dedo pulgar izquierdo empecé a acariciar aquel pezón, después con el pulgar de la otra mano igual con el otro pezón, Tino estaba encantado, se le veía en la cara. ¿Notas diferencia? Me decía.
No mucha, respondía yo mientras seguía acariciando y pellizcando aquellos pezones.
Pues yo sí que noto algo, mira como me tienes...
No sabía que hacer, estaba empalmado y el líquido preseminal se le notaba en el mono. Se bajó la cremallera y se lo quitó
A mi me faltó tiempo para meterle mano, aquella puerta seguía abierta con el morbo de que alguien nos viese. No te preocupes, nunca pasa nadie; me decía. Me desnudé y comenzó a meterme mano y a besarme. Me encantaba acariciar aquel pubis suave sin nada de vello y él se dio cuenta. Mi mujer es esteticista, me dijo encojiendose de hombros, yo antes era como un oso y ya no tengo un pelo, es muy buena en su profesión. Le miré con susto. Tranquilo, está arriba durmiendo. Tenía unos huevos tan suaves... Me tenía como una de las motos que allí estaban.
Se sentó desnudo en una de las motos con el culo sobre el asiento y la espalda en el depósito, con aquella polla rasurada mientras se le escapaba la gotita por la puntita, empecé a comérsela mientras él disfrutaba y jadeaba, nuestros cuerpos estaban sudando, al poco me dijo: para que me corro, ponte tu ahora... Nos fijamos los dos desnudos de que no pasaba nadie por delante de allí y me empezó a mamar la mía mientras pellizcaba mis pezones y me golpeaba con su polla tiesa. Cuando le dije que me corría me dijo: ¡dámela toda! Y me corrí en aquella boca, se tragó toda mi leche mientras se masturbaba y se corría él también.
Nos quedamos unos dos minutos extasiados y nos secamos rápido porque oímos un ruido, su mujer se acababa de levantar. Aunque ella no entraba al taller nunca se sabe. Se puso un slip que tenía guardado y el mono de trabajo mientras sonreía pícaramente y me decía: ¿a que sin gayumbos ha sido más excitante... ?