Historia real de una apasionante sesión de masaje
Hola a todos, les voy a relatar nuestra última aventura sexual
Me encanta excitar a mi mujer contándole al oído historias sexuales que podríamos hacer con otras parejas, mujeres u hombres, mientras la acaricio y la llevo al climax... a ella le encanta... y a mi también.
Esta pasada semana llevábamos unos días disfrutando de noches de sexo muy buenas, pero no teníamos tiempo libre para poder buscar "algo más", hasta que casualmente nos cambian los turnos en los trabajos y nos dejan la mañana del viernes libre. En mi cabeza, instantáneamente, se me enciende la bombilla erótica y pienso en intentar quedar con alguna pareja o chico el viernes por la mañana. Se lo comento y me sorprende con un sensual si y una sonrisita de pillina que levanta el animo y "todo lo demás" a cualquiera.
Así que me puse manos a la obra desde el jueves por la tarde, pero como siempre, con tan poco tiempo, encontrar a alguien de la pagina libre de un día para otro cuesta muchiiiiisiiiiimo, y no surgía nada. Ya el mismo viernes por la mañana, consigo contactar con un chico de esta página que está libre y nos dice que hace masajes... mi mente calenturienta empieza a imaginarlo, acariciando la piel morena de mi mujer y ella poniéndose caliente y me imaginaba que su mano le tocaba el paquete y... bufffff Dejé de imaginar y quedamos con el tras unos cuantos mensajes.
Nos acercamos al sitio y tras unos saludos de rigor, vamos a su casa, donde tenía acondicionado una sala para masajes. La situación cada vez era más erótica y en la cara de mi mujer se le dibujaba otra vez esa sonrisita mmmm. El chico nos deja un momento a solas mientras el se va a dar una ducha, y la erótica del momento nos puede; empezamos a besarnos apasionadamente. Ella, además, empieza a acariciarme el paquete por encima del pantalón, haciendo que mi poya se ponga más excitada aún. Yo le acaricio sus maravillosas tetas aprovechando que lleva una blusa con un escote de infarto y no lleva sujetador. Sus pezones se ponen duros por la excitación y su lengua se mueve con más furor dentro de mi boca.
Vuelve el masajista a la habitación, vestido sólo con un bóxer y una toalla, y le dice a ella que se desnude y se tumbe boca abajo sobre la camilla de masajes. Así lo hace. Mientras, el masajista, se pone una bata y yo le indico que no se la abroche, que se la deje suelta... en ese momento ya estaba viendo que mi historia imaginaria, la que me había pasado por la cabeza hacia tan solo un par de horas, se iba a hacer realidad y eso me ponía muy cachondo.
Empieza el masaje, untándose las manos con aceite de almendra y masajeando la espalda muy profesionalmente. Yo de pié, junto a la camilla y aún vestido, veía que aquello era un poco seco y me propuse acelerar un poco la sesión, así que le bajé un poco la toalla que le tapaba ese hermoso, redondito, durito y maravilloso culo que tiene mi mujer, para que el masajista hiciera su trabajo más en esa zona.
Él, muy profesional, empezó a masajearle los glúteos y muslos, pero aún no se lanzaba a otras zonas más erógenas, así que yo empecé a masajearle el culete también a mi mujer y en una de estas que el masajista se untó las manos en aceite, se las agarré con una mano mientras que con la otra separaba las nalgas del culito de mi mujer y le hice señas de que las pasara por allí... buffff ese fue el detonante de todo lo demás... él acariciaba con sus manos el culo y la vulva de mi mujer metiendo algún dedo en su interior y notándola cada vez más mojada, y ella empezaba a dar pequeños gemidos de placer a la vez que alargaba sus manos y empezaba a tocarnos los paquetes (tal y como habíamos comentado entre nosotros antes de llegar a la cita).
Mi poya cada vez apretaba mas mi ropa y la del masajista igual, así que le dije que se quitara el bóxer que llevaba. Así lo hizo y mi mujer le agarró su poya y empezó a pajearlo mientras él seguía masajeándola. La situación era muy excitante, más aún para mí, que estaba cumpliendo un sueño erótico, así que rápidamente yo también me desvestí y mi mujer pudo agarrar las dos poyas, una en cada mano y pajearlas a la vez.
Decidimos que se pusiera boca arriba y el masaje sigue por sus tetas. Ella las tiene grandes, pero muy bien puestas, ni excesivamente duras ni excesivamente blandas, justo en ese punto que las admiras cuando la ves sin sujetador. Sus pezones estaban duros por la excitación y porque el masajista los acariciaba con pasión, luego empezó a chupárselos, mientras yo acariciaba la vulva de mi mujer con las manos.
El masajista se colocó más cerca de su cabeza mientras seguía apretándole y masajeándole las tetas, justo a la distancia necesaria para que mi mujer se girara hacia él y se metiera con maestría y deseo su poya en la boca... diossss como me excitaba verla mamando aquella poya mientras pajeaba la mía. Era una de esas imágenes que sabes se va a quedar en tu retina durante mucho tiempo.
Yo me coloqué al otro lado y ella empezó a mamarnos las poyas a los dos. Alternando su cabeza a un lado y a otro e incluso lamiendo ambas a la vez. Estaba muy excitada, su vulva chorreaba con nuestras caricias y realmente disfrutaba de tener aquellas dos poyas para ella.
Después de un rato mi nivel de excitación estaba disparado, así que mientras ella seguía mamando aquella poya, yo me subí a la camilla, le abrí las piernas y empecé a comérselo todo. Estaba absolutamente empapada. Aquellos jugos chorreando por mi boca y mi lengua junto con sus gemidos de placer me excitaban cada vez más, así que me incorporé y empecé a follármela mientras el masajista disfrutaba del trabajo bucal de mi mujer. Los gemidos iban cada vez a más, así que le dije al masajista que se pusiera un condón y que cambiáramos los dos de posición. Así lo hizo, y tras un rato de folleteo, gemidos de ella con mi poya en su boca y probablemente debido al calor monumental que desprende el coño de mi mujer cuando está tan excitada, el masajista se corrió. A los pocos minutos de eso yo no aguanté más y exploté dentro de la boca de mi mujer, que se tragó toda mi leche, cosa que hizo que mi excitación no decayera, sino que se mantuviera pese a haberme corrido. Así que me puse a comerme aquel coño empapado mientras el masajista acariciaba, chupaba y besaba sus tetas, consiguiendo que ella se corriera dando sus habituales gritos de éxtasis.
Ella se levantó y me besó apasionadamente, dándome así las gracias por aquella sesión de sexo, pero yo aún quería un poco más, así que le dije que se pusiera a 4 patitas sobre la camilla y empecé a follarmela así. Ella volvía a gemir y yo aproveché para realizar otro de mis fetiches favoritos, el sexo anal, y se la empecé a meter por el culito que, gracias al aceite y mis dedos, estaba muy bien lubricado. Se la metí hasta el fondo, disfrutando los dos de cada embestida, bajo la atenta mirada del masajista. La saqué y volví a su coño caliente como la lava y allí terminé corriéndome de nuevo.
Nos vestimos, despedimos y volvimos dando un paseo a nuestro coche, entre caricias, besos, sonrisas y miradas de complicidad.
Espero que les haya gustado este relato.