Me invadía una sensación extraña, incómoda pero excitante a la vez…
“Será porque no es lo usual”. Pensé.
¿Tenía que haberme puesto las gafas de sol para no ser descubierta?
El día había amanecido precioso. El sol brillaba en un cielo perfectamente azul, tan perfecto que parecía pintado. Miré hacia el inmenso océano atlántico y sonreí.
Caminamos 1, 5 km para llegar al sitio que habíamos encontrado rebuscando en Internet. La playa se veía preciosa en las fotos: limpia, agua cristalina, sol… Sin turistas, casi desierta y sin niños.
Llegamos y comprobé que todas las imágenes que había visto, se quedaban cortas. El lugar era maravilloso. Piedra caliza a los lados, arena fina de color grisáceo, agua impoluta… Al pisar suelo playero bebí un poco de agua y me descalcé. Sentí la arena cálida bajo mis pies acariciándome.
-¿En pelotas?- Preguntó Jordi buscando confirmación.
-Claro, eso habíamos dicho ¿No?- Respondí yo a la vez que preguntaba, buscando también confirmación.
Se quitó la camiseta y me sonrió pícaramente. Hice lo mismo y a continuación me despojé del sujetador. Sentí el aire fresco en mis pezones. Ambos se erizaron rápidamente y la aureola se contrajo un poco. Seguidamente bajé el pantalón y para finalizar me deshice de las braguitas del bikini. Mi sexo estaba al descubierto, al aire libre. Jordi había ganado la carrera hacia el despelote, así que le sujeté la mano y le sonreí.
-Vamos.- Dije mirándole.
Nos dirigimos hacia el mar agarrados fuertemente de la mano, con paso firme y seguro. Nos paramos justo en la orilla y el mar nos alcanzó los pies, sintiendo el agua fría del 1 de enero. El primer baño en el primer día del año. Nos adentramos un poco más y el nivel aumentaba. Miré a Jordi, que tenía cara de circunstancia.
-¿Qué te ha pasado?- Pregunté jocosamente señalando hacia lo que antes era su polla. Se había convertido en algo pequeñito y arrugado, rodeado de pelo negro.
-No seas cabrona- Dijo sonriendo. –El agua está muy fría- Añadió.
-Lo sé, yo también estoy metida en ella ¿No me ves?- Dije riéndome. Seguimos andando y el agua llegó a mi sexo. Se me coló un poco entre labio y labio y me llegó al clítoris, que se retrajo un poco. Suerte tiene Jordi que al ser más alto que yo, le tarda más en llegar a zona tierna.
-Viene una ola…- Dije mientras lo miraba por el rabillo del ojo y con media sonrisa. La ola llegó justo a lo que hacía unos 10 minutos era una polla y que ahora era un botón. Se me escapó una risotada viendo lo cómico de la situación. Un hombre de metro noventa, con un pene que ahora no le llegaba ni a los cinco centímetros, tiritando y maldiciendo el frío que se colaba hasta sus huesos.
–Ahora las dos parejas que están en la playa van a ver tu micropene. Antes era un pene y ahora es una pena.- Añadí entre risas.
- Hija de puta- Replicó.
La piel como la de un pollo desplumado, los pezones como para rayar queso y las manos moradas de frío. Contrariamente a lo que podía parecer, me sentía bien. Tomé una bocanada de aire y me adentré en la siguiente ola que vino hacia nosotros. Jordi vino nadando hacia mí y me abrazó, sintiendo su piel también erizada sobre mi rostro. Nos besamos.
-¿Salimos?
-Sí, sí, vamos- Respondió.
La leve brisa hizo aún más estragos en nosotros. Tiritábamos. Fuimos directos a la mochila a por las toallas para poder secarnos y entrar en calor. Después de quitar el exceso de agua, las extendimos en la arena y nos abandonamos bajo el astro rey.
Poco a poco fuimos entrando en calor gracias al sol del medio día. No hacía sino pensar en que teníamos que irnos como máximo en una hora, ya que la familia de Jordi nos había invitado a comer. No tenía ni puñeteras ganas de ir. Por mí, me hubiese quedado hasta que el sol bajase hasta el horizonte para marcharse.
Me di la vuelta para que lorenzo pudiese acariciar mi espalda. Al hacerlo, me fijé en las dos parejas que había en la playa. Estábamos todos separados por varios metros. Una de ellas jovencitos con pudor, ya que él estaba en bañador y ella en top-less. La otra pareja parecía madura y acostumbrada a estar en este tipo de playas, porque no se intuían marcas blancas por tomar el sol con algo que tapase sus zonas íntimas. Me paré detenidamente a mirar a esos dos individuos, ya que él parecía tener una mano entre las piernas de ella y la otra en sus huevos, masajeándolos. Me sentí algo violenta, así que desvié la mirada y volví a darme la vuelta.
A los diez minutos de estar boca arriba, volví a girarme para intentar coger algo de sol por la parte trasera de mi cuerpo. Volví a fijarme de nuevo en ambas parejas y me detuve otra vez en la pareja madura. Toqué con gesto apurado a Jordi para que me prestase atención.
-¡Le está haciendo una paja!- Dije a Jordi muy bajito para que no nos escuchasen.
-Déjalos, que la disfruten- Respondió.
-Si a mí, por un lado, me da igual- Dije- Pero por otro… Me parece fortísimo que estén ahí, dándole que te pego sin pensar en que nos puede molestar a nosotros o a la otra pareja.- Continué.
-Tú relájate y disfruta del espectáculo- Dijo Jordi, cachondeándose de la situación y de lo que a mí me producía.
-¡Qué dices! Es una falta de respeto absoluta que ella esté ahí, dando zambomba.- Añadí indignada.
-Sólo les falta ponerse a gemir o chasquearnos con los dedos para que estemos pendientes de lo que hacen. Tíos guarros…
Se echó a reír por la indignación que yo mostraba. Seguí observando con la cabeza apoyada entre mis brazos, para que no supiesen que miraba. Vi como cada vez, el hombre crecía más y más y ella se empleaba más a fondo. Su mano recorría aquella polla henchida de arriba abajo y, a veces, masajeaba los huevos con la otra. Él ponía caritas y contraía su cuerpo, gestos que denotaban placer.
Resoplé y me giré hacia Jordi, que estaba tomando sol boca arriba.
-Es que son unos cerdos- Dije.
-Pues no los mires- Respondió.
Me quedé pensando la respuesta que me había dado Jordi y reflexioné sobre ella. Si tanto me molestaba ¿Por qué no podía parar de mirar? ¿Por qué NO QUERÍA dejar de mirar? ¿Acaso me daba morbo? ¿Seré una tía morbosa? Volví a ponerme de espaldas y a repetirme. Coloqué la cabeza entre mis brazos y seguí mirando. Me invadía una sensación extraña, incómoda pero excitante a la vez… Entonces, comprendí. Mi clítoris había comenzado a latir, mi cuerpo comenzó a ser invadido por el calor y mi coño comenzaba a lubricar. Mis pechos, aunque aplastados, estaban deseosos de ser besados y mordisqueados y mi boca quería estar rellena de carne bien apretada. Carne apretada con forma de polla. Estaba excitadísima. “Será porque no es lo usual”. Pensé.
Levanté la cabeza y la puse sobre mis brazos, pero esta vez se me podía ver mirando sin cortarme. ¿Tenía que haberme puesto las gafas de sol para no ser descubierta? Volví a tocar a Jordi y le dije que se diese la vuelta.
-Mira como está de cachondo el tío.- Dije. –Ella la pela bien. A él le debe faltar muy poquito…
-Yo no puedo seguir mirando, se me va a poner dura.- Dijo Jordi. Busqué su mirada y sonreí. Lo que yo quería es que se le pusiese dura. Buscaba que él se pusiese igual de cachondo que yo mirando aquella puesta en escena.
Seguíamos comentando la juagada. Ambos mirábamos fijamente a los maduritos, dándonos igual que nos viesen observándoles. Yo le decía a Jordi que me gustaría ver como se corría, ver el semen salir disparado y seguir su trayectoria. Jordi me decía que le hubiese gustado ver como el tío la tocaba a ella o como ella se atrevía a chupársela allí mismo.
Abrí la mochila y miré la hora.
-Jordi, tenemos que irnos. No vamos a llegar a casa de tus padres.
Me levanté y noté resbalar mis labios entre sí. La parte de mis muslos más cercana a mi coño estaba empapada. Jordi se quedo unos tres minutos boca abajo para que su erección pasase desapercibida. Cuando se levantó, pude ver su cabeza medio húmeda aún y la tenía “a medias”. Nos vestimos y comenzamos el kilómetro y medio que nos separaba del coche.
-¿Qué fuerte no? Ellos ahí, dándose amor.- Dije cuando íbamos aproximadamente a mitad de camino. –No se cortaron ni un pelo, les daba igual que los viésemos nosotros o la otra parejita que estaba allí.- Continué riéndome.
-Es una buena forma de comenzar el 2016.- Respondió- No empiezas bien el año si no te la pelan después de un baño.- Dijo entre risas.
-¿Ah sí?- Pregunté con tono picantón. –Desconocía esa rimita- Dije entre risas.
Me acerqué a él, puse la mano en su paquete abarcando todo lo que cabía en mi mano y le susurré al odio.
-Pues a ti aún no te la han pelado en el nuevo año después de un baño…
Me besó apasionadamente, sintiendo su lengua recorrer toda mi boca. Bajamos apurados hasta una pequeña playa de callaos que divisamos desde lejos. Se nos podía ver perfectamente desde la distancia, pero nos daba igual. Al llegar volvimos a besarnos, metí la mano bajo su pantalón y lo encontré duro. Estaba así de duro para mí.
-Te puso cachonda ver a los maduritos en la playa, ¿Eh zorrón?- preguntaba Jordi.
-Calla y bájate el pantalón.- Respondí con desespero mientras me sentaba en un pedrusco.
Salió de allí aquella polla dura y firme, apuntando hacia el cielo.
-Parece que ya no es un botón…- Le dije y me mordí el labio.
Me escupí en la mano y empecé a pajearlo. Comencé a hacer diferentes movimientos descendentes y ascendentes, acariciándola de arriba abajo. Sé tocar pajas con las dos manos, pero se me dan mejor con la izquierda. Soy pajizurda de toda la vida.
El ojito de aquella polla me miraba y me pedía que lo lamiese, así que accedí a hacerlo sin ningún pudor. Pasé la lengua de abajo a arriba, recorriendo todo el tronco y me detuve en la cabeza. Lamí primero lentamente paseando mi lengua babosa por el glande y rodeándolo. Giré varias veces mi lengua sobre ella e introduje la punta en la boca y chupé un poco. Esa forma de chupar era como cuando de pequeña me comía un pirulo tropical. Lentito… Lentito…
Escuché ruidos a unos cuantos metros de nosotros. Había llegado a la cala una pareja que parecían más o menos de nuestra edad, pero no me importó. Seguí bombeando su polla. Seguí dándole placer.
Cada vez que mi mano subía y bajaba, miraba hacia la pareja expectante para saber si nos estaban observando. Me ponía perra tener público. Me ponía perra que me viesen tocar una paja y lamer una polla. Me ponía perra que ellos pudiesen sentirse confusos y excitados cuando yo… ¡Un momento! Claro… eso es lo que la otra pareja sentía con nosotros cuando los observábamos sin ningún pudor.
Soy una hipócrita. Una hipócrita calenturienta con la boca llena de semen…
No sé si íbamos a llegar a almorzar a casa de mis suegros. De todas formas, poco me importaba. Ya había comido…