... Al abrir los ojos él está de pié sujetando la puerta del ascensor con una mano y la otra ofreciéndote ayuda para que te incorpores con tu chaqueta en el brazo. El tacto de su mano cálido y fuerte te llena de calor el cuerpo, ahora sientes mucho calor. Sin mucho esfuerzo te pones en pie, le sonríes muy tímida agachando ligeramente la cabeza pero sin quitarle la mirada con la que dejas entrever una especie de "gracias". Te devuelve la sonrisa mientras recoges la chaqueta de su brazo, no sin hacerlo con la suficiente lentitud como para perder tiempo en rozar su piel y su musculoso brazo, sentir que te puede abrazar con todo su cuerpo hasta dejarte sin aliento.
Su calor te ha calado muy hondo y no solo eso, tu le has caldo hasta los huesos también pues su piel se ruborizó cuando recogiste la chaqueta...
Al cerrarse la doble puerta del ascensor sientes alivio porque nadie ha roto esa pequeña intimidad que se ha creado. Pulsas el botón de vuestro piso y al momento se pone en marcha la cabina. Te quedan tres pisos de tiempo, antes de que se acabe el sueño, antes de despertar.
Cuando incorporas tu mirada, descubres que no te ha quitado ojo de encima, sigue las curvas de tu cuerpo bajo tu ropa, mantiene tu mirada con descaro sin apartarla siquiera para respirar. Te pones algo nerviosa y el espacio reducido te da mas calor, ya no puedes remediarlo. Para intentar aliviarlo abres un par de botones de tu camisa, pero lo haces con delicadeza, primero te acaricias el cuello y bajas poco a poco hasta que dejas ver el balcón de la lujuria que se ha disparado en su cara. Pero vuelve otra vez a tus ojos. Notas como de su sien empieza a bajar una gota de sudor... debe sentir calor también, y deseas calmárselo quitándole la camiseta que lleva puesta. Aunque el espacio es pequeño hay suficiente hueco y se apoya con uno de sus brazos en la pared opuesta a la que se encuentra dejándolo por encima de tu hombro pero algo alejado. De pronto te sientes pequeña... te sientes doblegada por su pasión, sólo el roce de tu ropa calma el fuego y la tensión que se respira en el interior del ascensor. Un escalofrío te recorre los pechos y deja los pezones erizados bajo tu camiseta medio abierta... el agua de la lluvia que cae de tu cuello y de tu pelo baja como un río por tu pecho por el que fluye su mirada...
... hasta los más oscuros deseos e instintos animales. Los dos sabéis que el deseo es mutuo, que no importaría decir palabra alguna para desatar la tormenta que se está formando bajo las ropas. Tu mirada recorre su cara sus mejillas con algo de barba de unos días. Él se toca la barbilla con su dedo índice y pulgar, y deseas que lo hubiera hecho con la tuya... "¿cuál será la imagen en su mente ahora?" te preguntas, y deseas que sea en una cama... en la ducha... en una playa... en el ascensor... eso es lo de menos, lo que de verdad deseas es que sea contigo. Tu cuerpo empieza a respondes a sus impulsos y el corazón se debate con más violencia entre suspirar con un pequeño gemido o desgarrarle la camiseta.
No te quita la mirada de encima y a cada centímetro que recorre de tu cuerpo la sientes como si fueran las yemas de sus dedos por todos tu rincones... tus caderas... tu cintura... tus manos... tus brazos... tu cuello... tu pecho... Es como si supiera donde se esconden las aberturas de tu ropa y entrara sin llamar... notas que el sudor de todo tu cuerpo resbala provocándote un inmenso placer. Ya no puedes evitarlo e intentas evitar unos pequeños gimoteos tan desesperados como dulces para sus oídos, él a entreabierto la boca dejando un jadeo en el aire que te deja con las piernas temblando pues ya no puedes aguantar más el placer que ahora invade tu alma. Sin dejar de mirarle a los ojos, jadeas con él y gimes ligeramente...
... habéis llegado al final...
... al final del trayecto del ascensor, las puertas comenzaron a abrirse y rápidamente los dos os recolocais en el hueco que hasta hace unos instantes era el nido de pasiones y tormentas. Él, como buen caballero abre y mantiene la puerta para que salgas. Tienes las manos entrelazadas con tu chaqueta tapándolas en tu vientre. Sus ojos no se apartan ni un momento de los tuyos. Tu sonrisa, tu cara sonrojada y tus ojos, delatan que no te importaría repetir la experiencia...