No hace mucho tiempo, una tarde me hayaba en mi domicilio intentando organizar lo que se aproximaba: el fin de semana. Para situarles con más precisión, era un viernes del mes de agosto con un calor horroroso. Ese día en mi vivienda no se podía estar porque la temperatura existente hacía que mi cuerpo transpirase como pocas veces había experimentado sin haber sido causado por un movimiento corporal.
Intentar levantarme del sillón era como quitarse los sensores que te colocan cuando te hacen un electrocardiograma... qué mal!. Ante esa situación decidí salir a dar un paseo por el paseo marítimo próximo a mi casa. La brisa del mar refrescaba mi cuerpo que se encontraba aún transpirando. Al cabo de un rato, decidí sentarme un banco que había en la avenida.
Desde mi asiento, observaba a la gente pasear por el paseo marítimo, así como, a los que se encontraban en la playa. Entre todas las personas que vi me llamó la atención una pareja que estaba muy próxima a donde yo me había sentado. Él era un chico de unos 40 años, cuerpo atlético, con una mirada cautivadora, ella, por otro lado, era algo más joven, con un cuerpo esbelto, figura atractiva. Ellos andaban jugando con sus bocas, sus lenguas, buscándose mutuamente para calentar al otro. En un momento dado, ella pasó su pierna derecha sobre la cadera izquierda de él pegando su pubis al de él.
A la vista de lo interesante que se ponía el asunto, decidí quedarme a mirarles desde mi privilegiada posición. Tenía claro que desde que les causara molestia mi presencia, me marchaba.
La pareja no dejaba de tocarse, besarse, sobarse, etc. Ante tal panorama empezó a subirme la excitación de tal modo que tuve que colocarme de una manera en la que disimulara mi calentón.
A los cinco minutos, ella dio el paso que yo estaba deseando que diese: se sentó encima de él. Ver aquella espalda estrecha que se iba reduciendo a medida que bajabas la vista para acabar viendo cómo sus caderas volvían a ensanchar su cuerpo, era realmente maravilloso. Ella comenzó a mover sus caderas de adelante hacia atrás, sus glúteos se tensaban al llegar a su posición más adelantada. En ese momento afloraba la erección que él tenía que servía de estímulo para unos labios que por aquel entonces debían estar muy sensibles. Mi excitación hizo que sin darme cuenta metiera mis manos en los bolsillos y me masturbara a través de ellos. Justo en el momento en el que me levanté para poder tocarme mejor, ella se volvió, me miró y sonrió. Aquel “inocente” gesto hizo que mi miembro se tensara mucho más y provocó que de él emanara fluido dejándolo lubricadísimo. La pareja desde ese momento no dejaba de mirar y sonreír, provocándome constantemente.
Pasados unos minutos, los muchachos se levantaron, se pusieron sus ropas, previa provocación de ella al rodarse la parte baja de su bikini enseñándome su pubis completamente depilado.
Durante su camino de regreso hacia la salida de la playa, no dejaban de mirarme y sonreír, cosa la cual me hizo pensar que querrían seguir con su juego.
Cuál fue mi sorpresa cuando ascendían las escaleras de la playa y emprendieron camino hacia donde yo me encontraba. Al pasar por mi lado, él me hizo un gesto como de “vamos”. Yo, obediente como siempre he sido, emprendí camino tras ellos manteniendo la distancia para no molestar o incomodar. Su camino se dirigió a un párquing próximo, el cual, estaba repleto de coches al ser un día ideal para acudir a la playa.
Una vez dentro, bajamos al sótano dos, y emprendieron camino hacia donde se hayaba su vehículo. Llegados a el, abrieron el porta bultos, dejaron sus cosas, y empezaron a besarse. Él me hizo una señal como para que me sentara a su derecha y así lo hice. Ellos aceleraban su forma de besarse, el excitación hizo que su pasión fuese en aumento hasta tal punto que empezaron a quitarse la ropa. Él le desabrochó su pequeño vaquero dejándola con el minúsculo bikini con el que ya la había observado moverse en la playa. En ese instante, él sin pensárselo, introdujo su mano derecha dentro del bikini desde atrás y le rozó los labios y el clítoris. Ella no pudo más que soltar un gemido intenso. Abrir sus piernas no fue más que un movimiento reflejo que la hizo caer hacia atrás y quedar sentada en el porta bultos.
Yo me encontraba a la derecha de él y no pude aguantar mis ganas de sacarme mi miembro para empezar a masturbarlo. La dureza que tenía era brutal con ganas de ponerme más próximo a ella para que jugara con el, pero no lo hice puesto que no quería estropear aquel momento de mucho morbo y que los tres disfrutábamos.
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Él en un momento posterior, se arrodilló, le apartó el bikini que por ese entonces ya estaba muy mojado, y procedió a lamer y chupar los labios y clítoris de su pareja. Ver aquellos labios hinchados y rojos como el clítoris me hizo exclamar para mis adentros... jodeeerrr!. ¡Qué ganas de comerlos!.
Ella se tapaba lo boca mientras su pareja se lo comía porque los gemidos aumentaban en volumen e intensidad. En un momento dado, él me pidió que me pusiera de rodillas junto a su lado, cosa que hice sin dudarlo. Mi sorpresa fue cuando me dijo que la hiciera correrse mientras él le iba a penetrar su boca.
Mi primera reacción fue acariciar aquellos labios y clítoris con el ánimo de hacerlos sentir mi piel sobre ellos. La humedad y el calor que emanaban era excitante. Mientras aproximaba mi boca hacia su entre pierna, notaba como de su zona íntima emanaba un olor a placer y excitación, con la consiguiente reacción en mi miembro que no había bajado en un ápice su dureza. La sensación de rozar su labio derecho con la punta de mi lengua fue increíblemente placentera y, por ello, no quise dejar de hacerlo volviendo a rozarlo de arriba a abajo. Al llegar a la zona baja, no pude resistirme a introducir la puntita de mi lengua en su vagina con lo que conseguí impregnarla de sus flujos, en ese momento muy abundantes.
Con mis dedos quise abrir sus labios para lamer y jugar con su vagina antes de llegar a su clítoris. Primero, pasé mi lengua por ambos labios de arriba a abajo y viceversa, deteniéndome cuando me apetecía para introducirla en su vagina. Una vez bien saboreados sus labios, pasé a su clítoris, el cual, rocé primeramente con la puntita de la lengua para, a continuación, bordearlo con mis labios y depositar sobre él mi lengua. Habiendo sentida mi lengua sobre su clítoris, movía esta con ritmo pausado primero y más rápido después. Puedo prometer y prometo, que en ningún momento me había percatado de que ella se encontraba tumbada totalmente en el porta bultos mientras él le tapaba la boca. Estaba tan metido en mi tarea que no me di cuenta que ella había eyaculado varias veces, tal y como me aseguraron al terminar.
Una vez que mi lengua manejaba su clítoris a su antojo y lo notaba duro en mi boca, introduje un dedo en su vagina suavemente, pero debido a su abundante lubricación entró más rápido de lo que yo deseaba. En ese instante, movió sus caderas mucho más rápido de lo que venía haciéndolo desde que yo comencé a practicarle sexo oral. Mi dedo buscaba su parte más alta de su vagina y con la yema de mi dedo masajeaba esa zona mientras mi boca seguí gozando con su clítoris.
En un momento dado, él me pidió que parara, pero ella le dijo que siguiese que no quería terminar. Yo lo miré y el asintió para que siguiera.
Pasados unos minutos, ella acabó teniendo otro orgasmo que la dejó con su respiración aceleradísima. …..continuará