Llegué con algo de nerviosismo, pero con mi expresión y gestos bien estudiados para que no se me notase lo más mínimo. Ella me había confesado que también lo estaría, así que, tenía que ser yo quien proyectase seguridad.
Miré la hora por enésima vez, para comprobar que había llegado según lo pactado. Si el reloj hubiese sido una persona, me hubiese soltado “¿Qué miras imbécil?” Verifiqué en mi teléfono, que no había mensajito diciendo que ya estaba allí. Me quedé de pie 10 segundos frente a la entrada del parque. Respiré profundo y me dije “Vamos, ya estás aquí, no seas gilipollas”.
Miré todos los bancos ocupados. Fui hacia el paseo paralelo y repetí la acción. Me fijé en dos de ellos en los que había una sola persona. En uno había una chica pelirroja con gafas, leyendo un libro. En el otro, observé una cabellera rizada formando caracolillos que le caían por el rostro, terminando sobre sus hombros. Su tez blanca, con algunas pequitas diminutas por la zona de los pómulos y el tabique nasal. La descripción coincidía con lo que me había dicho a través de sus mensajes. Es mejor de lo que mi mente había imaginado. Su pierna izquierda, se movía rápidamente, denotando nerviosismo. Giró la cabeza y me encontró mirándola fijamente. Me acerqué.
- Hola Inés.- Dije con seguridad, ya que no quería mostrar mi histerismo.
- Hola.- Dijo sonriendo, mientras se mordía el labio.
Mierda. Se muerde el labio. No podía morderse las uñas, sonreír, bajar la mirada o poner cara de póker… Tenía que morderse el labio. El labio. Joder.
Nos dimos dos besos en las mejillas y nos sentamos muy cerquita.
Después de una conversación impersonal sobre lo loco que está el tiempo, lo mal que está el trafico y lo bonito de este parque, comenzamos a charlar.
-Y… ¿Cómo me encontraste por Twitter?
-Pues te seguía mucha gente a la que sigo y comencé a seguirte. Al ver que me devolviste el follow, me atreví a enviarte un mensaje y… Ahora estamos aquí- Dijo sonriendo, mirándome fijamente a los ojos.
Que ojos tiene. Son preciosos. Es de esas personas que “sonríe” con la mirada. Ojos almendrados, color marrón clarito… Color que recuerda al caramelo. Su boca no tiene desperdicio. Labios carnosos, aunque no en exceso. Sonrisa amplia, brillante y llena de vitalidad. Mientras hablamos, sigo recorriendo su anatomía. Definitivamente, tiene buena pinta. Muy buena pinta.
-Ajá… Así que eso es todo, así de sencillo. Yo me esperaba una historia algo más rebuscada, no tan simple- Dije mientras sonreía.
Observé cada gesto, cada movimiento, para intentar saber más cosas de ella, sin que me lo contase. Aunque su actitud y expresión son los de una persona tímida, su apariencia no me lo parece tanto. Aquí está, sentada en el banco cruzada de piernas, con chupa de cuero y vestido ajustado, subida sobre unos altos zapatos de tacón rojo. Sus manos son finas y las uñas las tiene largas y bien cuidadas. Las lleva de un cierto color rosa, casi imitando el color de la piel.
- Te voy a decir las cosas como las pienso, no quiero que te hagas falsas ilusiones de nada. A mí las mujeres, me gustan para lo que me gustan, para follármelas. No te prometo exclusividad y ni siquiera te garantizo que siempre que nos veamos, acabe comiéndote el coño- Dije –Tampoco te prometo que cada vez que me llames, acuda a ti cual perrito faldero.
Me miraba fijamente a los ojos. Se había sorprendido de que se lo dijese tan abiertamente y sin cortarme un pelo. No sabía de qué se extrañaba, le dejé claro por mensajes lo que yo quería y buscaba. Las cosas de frente y claras, mejor.
-No me esperaba que lo dijeses tan directamente, la verdad.- Dijo con voz entrecortada y nerviosa. -Me pone. –Susurró y mientras me miraba por el rabillo del ojo.
Aún a riesgo de miradas curiosas. Aún a riesgo de que alguien nos reconociese. Aún a riesgo de que nos juzgasen… Acerqué mi cara a su rostro y unimos nuestros labios. Recorrí toda su boca con mi lengua, que encontró la suya y se entrelazaron. Le mordí el labio inferior, al tiempo que mi mano apretaba con decisión su muslo. Su piel. Me hubiese corrido solo con el tacto de su piel. Piel de terciopelo. La mano sobrante, fue hacia su cuello, para no pudiese escapar. Esa sensación de posesión de la otra persona, mientras nuestros labios permanecen unidos, me excita sobremanera.
Separé mi boca de sus labios y retiré apenas unos pocos centímetros mi rostro del suyo, para poder mirar de nuevo sus ojos. Los abrió despacio y se encontró con los míos. Brillaban. Volví a acercarme y besé de nuevo aquella boca, que se abandonaba a mí, pero esta vez con más ímpetu que la anterior. Fui subiendo lentamente la mano por su muslo, metiéndola un poco debajo de la falda. Hundí mi mano en su frondoso cabello mientras le mordía el labio inferior.
-Que cachonda me estás poniendo- Susurró con los ojos aún cerrados, mientras subía su mano lentamente por mi costado izquierdo.
-Yo sólo te doy lo que quieres, lo que me estás pidiendo cuando me miras y te muerdes el labio- Dije acercándome a su oído mientras le besaba el cuello.
Me levanté del banco y comencé a andar hacia una zona más oculta del parque. Una zona donde la luz llegaba lo suficiente para vernos mutuamente, pero lejos de que nos viesen los paseantes. Había diferentes arbustos florales, que daban un olor dulzón a la vez que fresco.
-Aquí estamos mejor- Dije mientras llevaba su cuerpo contra la pared y me empotraba contra ella. Nos besamos nuevamente. Cada vez se notaba más la excitación. Metí mi mano por debajo del vestido, sin llegar a tocar la zona directamente. Una de sus manos fue a parar a mis nalgas y la otra al cuello. Mi mano izquierda, se metió por su escote y buscó sus pechos. Aunque pequeños, eran firmes y se ajustaban perfectamente a mi mano. Mi boca, se encontró con sus pezones, los cuales lamí, chupé y mordisqueé. Eran deliciosos. Saqué la mano de debajo de la falda y llevé mi dedo índice hacia mis labios, untándolos en saliva.
-No creo que eso, sea necesario- Dijo entre risas –Estoy empapada. He calado el tanga.
Sonreí mientras me acercaba y la besé de nuevo. Volví a meter la mano bajo el vestido y la busqué íntimamente. Rodé el tanga humedecido hacia un lado, metí el dedo entre sus labios y me encontré con su clítoris.
-Tenías razón, no era necesario.- Dije entre susurros y con media sonrisa. Sonrisa de complicidad y picardía.
Me arrodillé ante ella y metí la cabeza bajo el vestido. La tapó con la falda. Comencé besando los muslos por dentro tímidamente, mientras me iba acercando a la zona más húmeda de su cuerpo. Busqué con desespero el fruto prohibido. Saqué la lengua a pasear y ahí estaba, caliente y mojado para mí. Comencé lamiendo con suavidad el clítoris, para luego ir incrementando el ritmo. Sus caderas comenzaron con un ligero vaivén, que se intensificaba a la vez que mi lengua cogía velocidad. Su coño era delicioso y con cierto sabor ácido. Su clítoris se inflamaba por momentos. Sus manos se posaron sobre mi cabeza mientras me suplicaba casi sin voz que no parase. Saqué la cabeza de allí y la miré. Su mirada me pedía que continuase, pero yo soy quien domina mis propios actos.
Me incorporé y puse mi cara frente a la suya. Metí mi mano entre sus piernas. Introduje dos dedos, los saqué y los puse sobre sus labios. Acto seguido, acerqué mi rostro al suyo y, con los dedos entre medio, la besé.
-¿Te gusta saborearte?- Dije mientras la agarraba de la nuca, entrelazando mis dedos con su pelo
-Sí, me gusta- Respondió
El néctar que manaba de su cuerpo, era exquisito. Ningún alimento era comparable a ese sabor.
-Inés, debo irme- Dije sujetándole la cara.
-Pero ¿Ya? ¿Ahora? No me puedes hacer esto. ¡No me puedes hacer esto! No… ¡Joder!
La dejé en la zona más oculta del parque, maldiciéndome una y otra vez. Una zona donde la luz llegaba lo suficiente para vernos mutuamente, pero lejos de que nos viesen los paseantes. Al bamboleo de mis caderas y al sonido de mis tacones de 15 cm, le acompañaban varios insultos que Inés me profería. Lo más cariñoso que salió por esa boca, fue “Cabrona”.
-No hagas que me arrepienta de haber besado esa boca. – Dije entre risas.
-Esto no se hace Claudia ¡No se hace! Vuelve y termina lo que empezaste.
Salió una carcajada desde lo más profundo de mí. Una carcajada que se podría haber escuchado desde el otro extremo del parque.
Al final no era tan tímida. Dejar a las fierecillas con ganas de más me ha excitado siempre. El día que no me ocurra dejaré Twitter…
freedom | 18/12/2017 08:58
Me alegro de que te guste. La idea era jugar con eso, el no saberse si era un hombre o una mujer quien contaba esto... Besos!!