Mirar. Y un poco más.

Mirar. Y un poco más.

Me gusta el mar. Me relaja y me quita los malos rollos. Y me ha permitido vivir experiencias estupendas. 

Hace un par de años, en esas semanas en las que mi trabajo aflojaba bastante, aprovechaba para ir muy temprano a la playa a descansar y darme un baño. En eso estaba cuando, a pocos metros de donde yo estaba, en un pequeño nido de piedras, una pareja plantó su sombrilla y extendió sus toallas. Me gusta mirar, así que miré -creo- muy discretamente (gracias, gafas de sol). Se desnudaron y ella comenzó a extender sobre su chico el protector solar por la espalda y los glúteos. Incluso, con un dedo rápido y hábil, lo extendió por el ojete, lo que provocó que el hombre se amorcillara ostensiblemente. Y yo con él. Por disimular me tumbé boca abajo y simulé leer. Ellos seguían de pie bebiendo agua y mirando la playa casi desierta. Él le pasó el brazo a ella por la cintura, la atrajo hacia él y la besó, le acarició las nalgas... A estas alturas, tanto él como yo estábamos muy excitados. Cosas del verano.

Se tumbaron en las toallas y fue él quien empezó a extenderle la crema solar. Con morosidad le untaba el cuello, los hombros, la espalda... En ese momento comenzó a darle crema en el culo, en círculos, sin prisa y ¡sin dejar de mirarme! Yo me senté en la toalla para ver todo mucho mejor: ella había separado ligeramente los muslos y él comenzó a extender protector en los muslos. Él estaba de rodillas junto a ella, totalmente empalmado. Se agachó hacia ella, le habló al oído, ella afirmó con la cabeza y volvió a su postura anterior. Entonces él me hizo señas para que me acercara. Caminé los metros que nos separaban cubriéndome la polla con una camiseta que, pudorosamente, llevé conmigo.

Me indicó que me colocara al otro lado y me acercó la crema, de tal manera que cada uno comenzó a extenderla sobre las piernas de la mujer, quien separó un poco más los muslos. Comencé a masajear la cara interior de las piernas. De la polla del marido caía un hilo de líquido preseminal. Todo era muy morboso y, a la vez, muy natural. 

Subimos las manos hasta la zona de las ingles y comenzamos a acariciarle el sexo. Ella se relajó ostensiblemente, estaba muy húmeda (vale, los demás también) y le introduje un dedo ante la sonrisa complacida de su chico. Fuimos alternando entrando y saliendo, recorriendo el clítoris, acariciando sus pies, sus gemelos, sus muslos, su espalda... Aumentando la presión, convirtiendo las caricias en un leve roce, alternando sexo y piernas. Hasta que ocurrió, ella empezó a gemir, su cuerpo entero se tensó, aguantó la respiración y se dejó ir completamente en un orgasmo maravilloso (y envidiable). Entonces nos quedamos los tres en silencio; sólo se escuchaba el mar y nuestra respiración. Temíamos hablar, por temor, imagino, a romper el hechizo. Cuando ella se giró tenía la cara ligeramente enrojecida y manchas rojas en el pecho, sus ojos brillaban y nos puso las manos en los muslos, buscó nuestras pollas y comenzó a masturbarnos con decisión, de tal manera que muy poco tiempo después me corrí, y, conmigo, su chico. Su cuerpo quedó cubierto de nuestro semen, así que nos metimos en el mar. Nos besamos, nos abrazamos, nos contamos qué hacíamos en esa isla y en esa playa y quedamos en irnos luego a almorzar.

Publicado por: lp50nudista
Publicado: 29/06/2018 17:42
Visto (veces): 546
Comentarios: 2
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Comentarios (2)

deseos | 03/08/2018 19:01

Muy buen relato, escitante

lp50nudista | 04/08/2018 06:27

Gracias.

mistercat | 03/07/2018 14:52

¿Cómo es que nadie ha comentado nada? Estupendo relato, y muy bien escrito. ¡Qué lujazo! Saludos, lp50nudista, enhorabuena.

lp50nudista | 04/07/2018 12:11

Gracias :)

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