Era sábado, tocaba ir a la oficina de mi hermano a esperarlo hasta salir hacia Santander. Al llegar me recibió una escultural y jovencita rubia, aunque algo mayor que yo. Le pregunté por mi hermano y me dijo que estaba reunido y tardaría como una hora. Me invitó a sentarme en un sofá frente a su mesa, así lo hice, empecé a ojear una revista cuando de pronto me quedé clavado mirando unas piernas que se abrian y cerraban a capricho de su dueña bajo la mesa donde se sentaba y allá al fondo unas braguitas blancas que asomaban y desaparecian al mismo capricho de la dueña de las piernas. De repente oí su voz que me preguntaba si quería tomar algo, no sé cuantas veces me lo preguntó, levanté la vista a su cara y le pedí agua, por favor. Al levantarme no me dí cuenta de que me había salido un enorme bulto en la bragueta de mis pantalones, cuando caí en el detalle ya ella lo habia visto y catalogado. Mis colores subieron, a mis 19 años se me subía todo. Ella me alargo su brazo con un vaso lleno de agua que bebí a toda prisa. Le dí las gracias y me volví a sentar en el mismo sitio.
Sonó el teléfono y mientras hablaba mis ojos volvieron a aquellas piernas que ahora se movian con intención y para mi sorpresa ví una mano que empezaba a tapar aquellas braguitas blancas y a separarlas con los dedos. Mientras ella actuaba con aparente normalidad mis ojos no se iban del punto de mira y mi polla ya se ahogaba y pedía salir a flote aunque fuera rompiendo mi pantalón. De repente colgó el teléfono y me preguntó mi nombre y si iba con mi hermano al bautizo de nuestra sobrina. Le dije Pedro y que si, no acertaba a más. Descubrí unos labios rosas y carnosos. Volví a mirar sus braguitas y allí seguia su manos y sus dedos moviendose.
De repente, sin saber porqué le dije que lo del viaje no me apetecía y que prefería quedarme en Madrid. Para mi sorpresa me contestó que no tenía planes para el finde y rápidamente le ofrecí invitarle a comer. Aceptó mi invitación, quedamos a la salida en un bar tras decirle a mi hermano que me habían avisado de un examen de biologia mecánica para el lunes, a primera hora y que me era imposible ir con él, era el año 1989, aún no había móviles.
La ví llegar desde el rincón que elegí tras la cristalera del bar donde quedamos una hora antes. Era una pedazo de hembra impresionante, blusa blanca apretada, con dos tetas que le iban a estallar, falda cortita negra y zapatos negros de tacón que estaban como a metro y medio de su cintura. Me saludó con un hola, soy Claudia, nos dimos un beso y le repetí mi nombre. Le invité a una cocacola, se sentó frente a mí, empezamos a charlar de cosas sin importancia mientras volví a notar moverse aquellas piernas y a ver aquellas braguitas blancas que sentia cada vez más cerca de mi. Volví a clavar mis ojos en ellas cuando de repente oí un susurro en mi oido... te gustaría quitármelas?. Yo estaba otra vez como un burro, me doliá la polla y lo único que se me ocurrió fue darle un morreo, las lenguas chocaron, buscando cada una acomodo en la boca del otro y entrar hasta el fondo de las gargantas. No sé el tiempo que pasó, recuerdo comer su clítoris cuando se sentó sobre el frio marmol del baño de las chicas. Tras dos orgasmos y varias mordeduras en sus nalgas me invito a ir a su casa. Salimos comiéndonos por la calle, en el metro, en el ascensor... debía vivir no muy lejos por lo rápido que pasó el tiempo.
Entramos en su apartamento, ni almorzamos, solo había hambre de sexo. Le quité la blusa, empezé a chuparle sus pechos hermosos, luego baje a su sexo empapado, aparté sus braguitas y volví a chupar aquella flor maravillosa, pequeña y del mismo color que los labios de su boca. Tras otro orgasmo me quitó mi polo fusia y mis vaqueros, metió su mano en mis calzoncillos y tiró con fuerza de mi polla, esta lo agradeció con un quejido, chupó y chupó con rabia para sacarme todo de dentro pero de repente se levantó, fue a su armario, lo abrió y allí había la mayor exposición de cueros y cadenas que yo había visto en mi vida. Cogio unas correas, esposas y se puso unas bragas de cuero negro, nunca había visto unas bragas más bonitas. Volvió a la cama y sin darle tiempo a más la rodee con mis brazos, la besé y le metí mi polla desbocada en su coñito, follamos un rato mientras le medía mi dedo en su culito, se volvió a correr y le metí mi polla en su culo por detras, le sujeté su cuello con el látigo y aquél precioso cuerpo femenino empezó a temblar y gemir como un terremoto y un volcán juntos. Tuve que parar y me pidió descansar un momentito. Era casi de noche ya, el tiempo volaba. Pasamos la noche follando y el desayuno nos dio fuerzas para otro rato de placer. Pedimos unas pizzas para comer y sobre las 7 nos duchamos, tras follar contra la puerta del armario, ella colgada de unas cadenas y con una pinza en cada pezón y otra pequeñita y negra en su clítoris. Volví tres veces a la oficina de mi hermano y tres veces a su casa.
Me dijo mi hermano que la habian enviado a una delegación en Roma. Seguro que encontraria algún romano follador. Encantadora mujer Claudia...
Cuando la mente vuela...