Elena terminaba su último año en la universidad, había solicitado hacer practicas y le habían asignado la empresa donde trabajaba mi pareja. Me enteré porque a la semana en mi casa solo se hablaba de Elena, una chica morena muy guapa y con carácter, la nueva bibliotecaria. Se hicieron íntimas en poco tiempo... y un viernes quedamos con ella para cenar y salir de copas. Cuando ví a Elena no me podía creer que hubiera mujeres tan bellas, cuerpazo de modelo, no muy alta, pero podías darte un chapuzón en sus ojazos color ébano. Nada más vernos sentí que algo se encendía y se insinuaba entre nosotros.
Aquella noche cenamos, tomamos unas copas y comprobé que la misma corriente eléctrica que corrió por mi cuerpo al verla ya llevaba días circulando por el cuerpo de ellas dos.
Sobre las 4 de la mañana la dejamos en su casa. Mi pareja y yo nos fuimos para casa, nos acostamos no sin antes comentar maravillas sobre Elena, charla que nos llevó a caricias, desnudez y follada con renovados ánimos. Nos besamos, nos chupamos, nos follamos... hasta que en un momento de pasión Elena entró en nuestras mentes y en nuestra cama. Follamos los tres con el fuego de tres infiernos juntos.
Yo conocía el gusto de mi pareja por las chicas monas, ella también lo era y en poco tiempo comencé a ver y a adivinar complicidades y juegos entre ambas hasta que un día hablamos y me contó con detalles lo que yo iba imaginandome. Me gané con cariño y delicadeza la confianza de ambas hasta que un finde les regalé una estancia de hotel de dos noches. Yo no estuve allí pero cuando las recogí estaban felices y relucientes, aunque me reconocieron que algo cansadas...
Poco a poco se fue generando un ambiente de amistad y complicidad entre Elena y yo. Una semana que mi pareja se fue de viaje la llamé, he de decir que tenía permiso su para hacerlo, lo habíamos hablado y ella quería vivir con nosotros aquellas aventuras. Salimos a cenar y entre nosotros flotaba un aire de deseo que, tras la cena y la charla donde me confesó estar cansada de tios que venian a follar sin ocuparse de ella había llegado a convencerse de que el problema era suyo, se había sentido como una mujer fria y llegó a pensar que eso era lo normal. Nos fuimos a su casa. Ya en el ascensor continué con mis caricias y achuchones. No aguántabamos más, fue entrar en su casa y ya en el vestíbulo la besé, le metí la mano bajo su falta derechita a su sexo, encontrándome unas braguitas empapadas. Continué abrazándola, le quite la falda, empapé mis dedos en sus braguitas de nuevo y entre ambos chupamos mis dedos con ansiedad. La fui desnudando despacio, le mordí sus pezones y la chupe como a un caramelo. Me quitó la camisa mientras me mordía el cuello, llegó a mis pantalones ya con el cinturón suelto y me saco la polla con tanta avidez que solo note que habia entrado en una cueva sueve y caliente. Me chupó con pasión hasta que decidí buscar entre sus piernas el objeto de mi deseo. Encontre un coñito pequeño con un minúsculo clítoris, lo chupe con suavedad, lo mordí, lo estrujé con ternura mientras deje entrar un dedo en su culo y otro en su vajina. Al poco y tras suaves movimientos que aceleré por su petición explotó en un orgasmo que la dejó sudando y sin poderse mover. Sus besos agradecian mi heroicidad, según ella. Me confesó que nunca había sentido nada igual.
Seguí chupandole los pezones, besándola y arañando su espalda que se retorcía como una serpiente defendiéndose. La penetré con fuerza, sentía sus movimientos al estremecerse, sacaba mi polla despacito, luego se la metía rozándole de camino su diminuto clítoris y cuando enfilaba la cueva de su vagina la embestía con todas mis fuerzas. No aguantó mucho, estaba ávida de sexo placentero, se corrio con un temblor de piernas que movió la cama de lugar. La noche se prolongó y teniamos trabajo al día siguiente, se entrego a un sueño merecido. Ahora era de morfeo, se la entregué relajada, lo merecía, era adorable...
Volvimos a vernos varias veces, hasta una noche que quedamos los tres en casa. Después de cenar, con vino por supuesto, tomamos unas copas, ellas empezaron sus juegos y yo comtemplaba la escena. Había algo extraño, jugaban, disfrutaban, se retorcian, mi pareja se corrió dos veces pero Elena aún estando al borde de explotar no lo conseguía. En un momento del juego ambas se acercaron a mi, me chupaban, me acariciaban al tiempo que entre ellas lo hacian, subia la temperatura, yo chupaba primero un coñito y luego el otro con la ayuda de la lengua de la otra. De repente Elena me tumbó boca arriba, se sentó sobre mi polla y mientras mi pareja le chupaba los pezones y ella se movia tuvo un orgasmo eterno. Se dejó caer al lado de quien la seguia dando placer. Yo metí mi polla en el coñito de mi pareja mientras ella seguia con Elena, le metí y le saqué mi polla con fuerza y pasión hasta que ambos explotamos. Finalmente aquellos tres cuerpos rendidos descansaban, la escena mostraba el incio de un cuerpo que no se sabía donde terminaba uno y empezaba otro.
He de decir que aqella sesión tuvo alguna consecuencia, a mi pareja no le encantó precisamente que sus atenciones no tuvieran recompensa con Elena y las mias, siendo menos si la tuvieran.
Pasó el tiempo y algún encuentro más y con su paso también se fue debilitando la relación con Elena, pienso que lo ocurrido pudo pasar factura a la vez que llegaba otra amiga a nuestras vidas, pero eso es otra historia...