Si hay que correr, se corre

Mi abuela decía siempre eso que “De cualquier mato salta un conejo” y a fe que diría que es cierto.

Me gusta hacer trails y hace un par de meses (que en canario suelen ser siempre más de dos) estaba compitiendo en una. Era una de esas nocturnas. Ni por asomo pensaba lo que luego me iba a ocurrir.

Antes de llegar a la mitad de la carrera, alcancé a una chica que iba delante. Era muchísimo más joven que yo. Alguien podía pensar que me iba fijando en su culo, pero cuando compito esas ideas se evaden de mi cabeza.

Llevábamos ya casi dos kilómetros juntos y noté que se estaba quedando en la subida más fuerte. Así que le dije:

—¡Pégate a mí, que yo tiro!

De vez en cuando le decía chorradas para suavizar la dureza de la prueba y alejar de su mente el cansancio acumulado.
Cuando quedaban dos kilómetros hizo otro amago de quedarse, pero no dejé que sucediera y un poco más tarde conseguimos adelantar a otras dos chicas.

Al final entramos en meta juntos. Ella había conseguido quedar segunda de la general, situación que supimos por las palabras del speaker.

La felicité y cada uno se fue por su lado (un baño en la playa, una ducha, cambio de ropa… al menos eso fue lo que yo hice). Más tarde con la entrega de premios, al bajarse del pódium, me buscó y me dijo que la mitad de su trofeo me pertenecía. La verdad es que esas palabras me gustaron.

La fiesta continuaba con distintos grupos de rock. Y en eso que volvemos a coincidir y empezamos a brindar y a bailar.
Nos tomamos juntos una, dos y… cervezas. Ella había dejado sus amigas de club y yo, a los míos.

Pedimos otra cerveza y nos fuimos a caminar por la arena de la playa. En ese momento el alcohol ya hablaba por nosotros. Nos sentamos un momento en la arena, en una zona con escasa luz y seguimos con nuestras risas.

— ¿A que no te atreves a bañarte? —Me dijo.

—Si tuviera toalla.

—Mi coche está cerca y tengo dos.

Cogimos las toallas y nos desnudamos. En un rato estamos los dos dentro del agua. Como sin querer queriendo, nos rozamos. Al toqueteo, siguió un morreo de esos que parecía que no iba a acabar. Al unísono continuaba la llamada fase de exploración de nuestros cuerpos. Salimos del agua, nos secamos y volvimos a abrazarnos y comernos.

En menos de un minuto me vi descendiendo por su cuerpo desde sus pechos con sus pezones totalmente erguidos, no sé si del frío o de la excitación, hasta su coñito. Allí decidí perderme un buen tiempo, hasta sentir con sus jadeos y sus convulsiones que el primer orgasmo había llegado. Era supermorboso ver como agarraba con sus manos y estrujaba la arena mientras se seguía corriendo.

Ella hizo lo propio conmigo, aunque tuvimos que parar a la mitad porque paseaban al lado de donde estábamos un grupo de mujeres. Con afán trató de ponerla nuevamente dura y se la comió entera, escupiendo en su punta y mirándome morbosamente. En ese momento aceleró el ritmo de sus manos. Tuve que pararla porque me iba a correr y no quería.

La puse a cuatro patas para que pudiera ver tanto ella como yo si aparecían transeúntes. Antes de metérsela, comencé a frotarla de arriba a abajo de izquierda a derecha tipo brocha en la coño y en su clítoris. Esto la puso enormemente cachonda que le hizo gritar ¡Follame! Y así empecé a darle caña. He de decir que su coñito estaba inundado de jugos y que notaba como mi polla cuando salía estaba llena de bastante flujo. Notaba como se corría una vez, otra vez y ot… Se quedó muy a punto porque una pareja apareció de nuevo cerca de nosotros.

No pasaron dos minutos me la meneó un poco, se subió sobre mí y empezó a cabalgarme. No paraba. Estaba dispuesta a correrse como una perra. A vengarse de su intento anterior fallido y vaya si lo logró. A ese orgasmo, sucedieron nuevas oleadas. Era una máquina que se contorsionaba una y otra vez.

Apenas podía aguantar más y se lo hice saber… así que bajó de su posición y tomó mi polla meneándola de forma frenética. La engulló casi al completo. Notaba su saliva caliente y el ritmo acompasado del movimiento. Eso hizo que mi semen saliera a borbotones e inundara toda su garganta. Se tragó hasta la última gota, relamiendo el capullo para dejarlo bien limpio.

Nos reímos y nos volvimos a bañar, nos vestimos y nos integramos de nuevo en la fiesta.

Después de esta primera vez hemos compartido entrenamientos en el monte, algunos con final feliz en la playa o en charcos.