Desde el principio la conversación fluía. Nada que ver con sexo. Decidimos quedar tras aceptar mi propuesta de ir a dar un paseo por un espacio natural que me conozco al dedillo. Por mi mente y antes del paseo, no lo voy a negar, surgían posibles lugares ocultos del paso de gente donde podríamos tener intimidad para desatar nuestra pasión.
Al día siguiente quedamos al atardecer. La pasé a buscar y era como si nos conociéramos de toda la vida. Me sorprendió gratamente su físico Unas mallas ajustadas y una camiseta en la que se le marcaban unos hermosos y grandes pechos. Llegamos al sitio y comenzamos a caminar mientras íbamos conociendo aquel hermoso lugar. Parábamos y le explicaba algunas cosas hasta que llegamos al sitio donde mi imaginación había fluido con anterioridad. Se lo confesé sonrojado: "¿Sabes? Cuando te invité al paseo me vino a la mente este lugar como un sitio donde me encantaría besarte". Ella sonrió y me contestó: "Pues creo que acertaste. Me gusta el sitio y la idea". Mi corazón latía a mil. Me acerqué lentamente y entre la brisa fresca y el sonido a naturaleza comencé a besarla en el cuello. Suspiró. Seguí recorriendo su suave cuello hasta que encontré su boca. Tras unos minutos de besos metió su mano por dentro de mi pantalón y me apretó el culo diciendo: "de aquí tú no te escapas hoy". Sus manos se deslizaba desde dentro de mi pantalón hasta que dio con mi polla. Estaba empalmadísmo y mojado. "ummm, qué rico". Tras pajearme un poco me desabrochó el pantalón y comenzó a chupármela bien rico. Llegó mi turno. La senté en un tarajal centenario y comencé a saborearla de arriba a abajo sin quitarle las bragas y allí mismo comenzamos a hacerlo callando nuestros gemidos por si alguien se acercaba...
Paisaje idílico, atardecer espectacular, gemidos contenidos... y el mar de fondo como testigo... Para repetir
elixir | 07/10/2019 16:39
Jajajajaja...