Eran los primeros días de verano e Ivana y yo habíamos decidido hacer una caminata, recordando otra que habíamos hecho hacía algún tiempo. El punto de partida era el lugar conocido como La Quinta en Taucho.
Empezamos la caminata y ya en nuestras miradas había cierto coqueteo que pronosticaba juego, morbo y diversión.
Caricias, toqueteos, besos, mimos… se iban sucediendo a lo largo del camino. Paramos para ver un estanque en ruinas y descubrí unos morales llenos de moras. Bajamos y comenzamos a comer. ¡Estaban riquísimas! Los morales estaban delante de un pequeño cuarto de aperos casi derruido. Las caricias se fueron intensificando y nuestras manos empezaron a coquetear con nuestros sexos. Sin mediar apenas tiempo, Ivana se agachó y empezó a chupar afanosamente mi polla. Me la meneaba acompasadamente, mientras me miraba con mucho morbo.
En nada me vi follándola de cuatro patas mientras ella se apoyaba en una viga de madera. Me encanta Ivana porque es una máquina de fabricar orgasmos: uno, otro, otro…
En medio del campo tenía vía libre para gritar con mis embestidas. De pronto vi asomar dos perros y cuando aparecen dos perros probablemente detrás viene una persona. Y así fue. Nos subimos mi pantalón corto y el suyo y quedamos decentemente vestidos, aunque sabíamos perfectamente que el hombre nos había descubierto no solo al vernos con una cara de nosotros no hemos hecho nada, sino porque los jadeos nos habían delatado. Dejamos que el hombre avanzara y nosotros, detrás, seguimos nuestro camino.
En un momento el hombre decidió dar la vuelta y nos saludamos, mostrando él una cara de ¡Cabrones, qué bien se lo estaban pasando!
Continuamos hacia delante y llegamos hasta un mirador donde se podía ver Adeje y la costa Sur. Hicimos un par de fotos y regresamos de nuevo. Pero como guiados por un instinto animal, paramos junto a la señal indicativa del sendero y volvimos a continuar lo que se había dejado pendiente. Ivana volvió a bajar mi pantalón y empezó a chupar mi polla sin parar. No había más opciones que apoyarla en el poste indicativo y comenzar a follarla sin parar. Le hice doblar su cuerpo, bajé sus pantalones y sus tangas y observé lo encharcada que estaba. Antes de penetrarla, le golpeé las nalgas con la polla que estaba deseando sentir el calor que ella desplegaba. Ella estaba de puntillas y comenzó a temblar sin control. Un sinfín de orgasmos se sucedieron. Tiré de su pelo, azoté con mis manos sus nalgas y apreté sus pezones. Ella parecía haber entrado en un trance espiritual. No tenía noción de cuando iba a parar de temblar.
Y paré y propuse seguir adelante y hacer pronto una nueva parada en un lugar que habíamos visto donde había pinocha y que se salía un poco del sendero. Y así fue.
Pusimos nuestras toallas sobre la pinocha y nos desnudamos. Lo primero que hice fue comer sin parar las tetas de Ivana. Era una delicia ver como sus pezones crecían y se endurecían a la vez. Poco a poco fui bajando hacia su coñito. Chupé y chupé sin descanso, sin separar la boca ni un instante. Le metí dos dedos y aceleré el roce sin dejar de presionar con la lengua el clítoris. Una riada de líquidos fue el premio de mi movimiento. Y a esta riada, siguió otra y otra...
La puse debajo de mí y empecé sin parar a penetrarla, notaba el fluir de sus líquidos constantemente. Mis dedos habían abierto el camino a múltiples squirts. A un temblor seguía otro, sobre todo, cuando apretaba mi miembro y me quedaba en estado rígido… ¡Una delicia! Cada vez que la metía la oía aullar como una loba. Entraba y salía y el placer iba inundándonos completamente.
Ella se subió sobre mí y poco a poco aumentó el ritmo a la par que llevaba a cabo un sinfín de movimientos pélvicos. Parecía como si de una vaquera se tratara, retorciéndose y gimiendo sin parar…
Se puso de nuevo de cuatro patas y empecé a penetrarla con frenesí. Sabía que pronto me iba a correr y eso era lo que deseaba. Había aguantado bastante. Así que la monté mientras tiraba de sus cabello. En un par de minutos me vi esparciendo las gotas de un líquido viscoso por su culo y su espalda.
Hay caminatas que tienen final feliz.