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Dicen que las cosas no suelen buscarse, que realmente se te presentan por sorpresa en la vida y que estas son las mejores cosas que te pueden suceder. ¿La lotería? Sí, hay que jugar para tener la oportunidad de ganar, pero es perfectamente un paralelismo de nuestras vidas, ¿no? Hay que vivir el día a día para que surjan sorpresas, a veces no son las más agradables, otras pueden ser emotivas, ¿pero que hay de las que jamás esperabas que sucediesen? Poco se habla de esas circunstancias, esa sensación de asombro, de perplejidad e indecisión por la estampida de la ola de pensamientos que se vienen a tu cabeza. Sobre todo, cuando no es lo habitual. Sobre todo, cuando miras hacia atrás y te percatas: de que ese fue el comienzo de una nueva vida.
Estaba en un proceso de mi vida, había tomado la decisión de cambiar mi sexualidad, de abrirme más y no hablo de las piernas (solamente). Quería coger el tren a tiempo, no desaprovechar las oportunidades que la vida me ofrecía, no se trataba de <<comer por comer>>. Se trataba de experiencias, porque estas suman, aportan, son la fábrica de las mentes más creativas. No tenía la necesidad de sexo, tenía la enferma necesidad del morbo, la tensión, sacar la mocosa que hay en mí y poner en un compromiso a la otra persona… Que no ha podido evitar mantener la compostura ante una malcriada. Me gustaba retar a la contraparte, está en mi naturaleza, no puedo evitar desafiar los instintos contra los valores de los demás. ¿Puede más nuestro molde social o nuestra naturaleza animal? Sin embargo, era realista, no había nada que me llamase la atención, no a esa altura. Y si lo había, ya dejaban expuesto lo arraigado que estaban a sus valores. Respetable. Uno debe respetar la línea delimitadora de los demás.
Pero os recuerdo que, las mejores cosas de la vida: no se buscan. Por eso no encontraba nada acorde a mis expectativas, tenerlas era casi tan malo como no tenerlas, una lección que se aprende. Y ahí estaba yo, sola, divagando en la necesidad de obtener experiencias para comenzar mi nueva faceta; Faceta que parecía no querer comenzar pese a lo predispuesta que me encontraba. Mi rutina tecnológica me obliga a mirar las redes sociales, en especial las más visuales, <<Scroll. “Me gusta”. Story. DM. Nuevo seguidor.>> acciones casi automatizadas. Espera un momento. ¿Nuevo seguidor? ¿Un nuevo mensaje? La curiosidad, gloriosa y maldita curiosidad. Observo el perfil del nuevo seguidor, complexión de gimnasio, más alto que yo, ¿ojos azules? ¡Venga ya! Que perfil más tópico de <<tío buenorro follador>>, ese mítico perfil de: me tiro a cualquier chica (o chico) porque estoy bueno y conquisto lo que sea a través de mi físico. Esa clase imagen que suelen dar los chicos, acaba por disgustarme porque van buscando lo que buscan: meter la polla en un agujero. Respetable. Porque hay que respetar los gustos y necesidades de las otras personas, pero no es mi circunstancia.
- Veamos quién me ha mandado un mensaje nuevo. – me digo a mí misma con la extraña esperanza de que, el mensaje fuese del nuevo seguidor y alguna presentación directa del tipo <<Hola preciosa, que guapa eres ¿no? ¿Y tienes novio?>> para tantear el terreno en el que se halla. – Hola. Creo que te he visto y que eres vecina mía. – deja por escrito este seguidor. El corazón me palpita, ¿vecina? A ver, ¿vecina de qué? Porque hay personas que vecino llama también al acompañante de asiento de la guagua. – Hola. ¿Vecina? ¿Cómo que vecina? – porfío sus palabras. – Tú vives en el bloque 6 ¿no? En el barrio de… - Todo lo que leía coincidía con mi vivienda actual. Perpleja. ¿Será un jodido acosador? Sentía miedo. – Yo, no te conozco, la verdad. – le confirmé con sinceridad. - ¡Vaya! Es una lástima, yo te he visto entrar y salir del portal a veces. Vivo en la planta 9 puerta C. – Me expone su privacidad sin más, en total confianza sin saber la clase de persona que podría ser. Seguía sintiendo miedo, quizás un poco más relajada si los datos revelados fuesen reales, pero es que todo lo demás: coincidía. Le seguí la conversación y tras hablar con alguna que otra persona del lugar, me confirmó su existencia. No era un acosador, por ahora, la situación alimentaba la curiosidad de comprender como de sumergida he estado como para no percatarme de la existencia de mis propios vecinos convivientes del edificio. - ¿Te apetece que nos veamos esta noche? – recibo un mensaje, ¿de noche? ¿dónde? Ir a alguna de nuestras casas me daba algo de reparo, ya sabéis, cosas por seguridad y supervivencia, nunca sabes que clase de persona vas a encontrarte. – Me parece bien, ¿a qué hora? – esquivo la posibilidad de preguntar el lugar mientras lo pienso. – ¿Sobre las 22:30 te parece bien? Salgo del trabajo a las 22:00. – argumenta el horario, - Me parece estupendo, ¿te parece bien si nos vemos en las escaleras? Solo vamos a saludarnos y poco más. – lanzo la bomba.
- Mmm… Vale, pero, ¿dónde? Es decir, ¿escaleras de tu casa o la mía? – surge la duda, ante la posibilidad de que ocurriese algo negativo, prefería estar cerca de mi casa. – En la mía. – sentencio. Una vez concretado todo, nos despedimos del chat de conversación, cada uno en su rutina, su trabajo, su mundo. ¿Sería esta una señal de la vida? ¿Tenía que aprovecharla? Deja que avance el día, pequeña mocosa, debes esperar para saciar tu curiosidad. El día avanza y el sol lo va dejando claro hasta dar paso a la oscuridad de la noche. Estaba vestida, el tic tac del reloj aceleraba mi pulso, comenzaba a sofocarme, incertidumbre. Esperaba su llegada al bloque. Me avisó por mensajería que ya estaba en las escaleras, salí de mi casa, ahí estaba. Llevaba la ropa del trabajo, se notaba que no había pasado previamente por su casa, nos fuimos a una zona donde el sensor de luz del sócalo: no nos interrumpiese constantemente. Queríamos una charla, no un flash de discoteca. Hablamos de cosas triviales, del día a día, hasta que el sendero de la conversación se sumergía cada vez más paulatinamente en las profundidades del mismísimo infierno. Ya estaba sofocada desde antes de verle, pero mi ser ya empezaba a ser un volcán, no sabía donde meter la cabeza intentando mantener la calma.
Cuando la cosa derivó en las fotos, en el físico, en las particularidades de cada uno - …pues, yo tengo un lunar muy llamativo. – describe dejando la curiosidad en juego. - ¡Ah!, ¿sí? ¿Y dónde se encuentra ese lunar? – le miro a los ojos con una mueca de <<a ver por donde tira la cosa>>. – Pues está en un sitio que no puedes ver ahora mismo. – avispado, perfectamente podía ser cualquier lugar inocente a mis pensamientos, - ¿Y me lo vas a querer enseñar? – le cuestiono por sus intenciones. Suelta una risilla de compromiso, pero no impide sus acciones. Veo como se desabrocha el pantalón, con su mano deja respirar su polla asfixiada entre el pantalón y su ropa interior, está algo erecta; No del todo. – Quizás no lo ves bien por la oscuridad, puedes acercarte algo más por si quieres confirmarlo. – la sutileza de cómo estaba llevando la situación daba puntos. – Claro, es verdad que desde aquí no se puede ver bien. – me puse de rodillas a él, le agarro su gruesa polla con mi mano, la observo. Me deleito en ello, era bonita, deseable. – Es cierto, míralo, aquí está. – señalo, le miro, sonrío, introduzco su polla en mi boca. Su rostro, pese a cómo estaba siendo la situación, fue de absoluta sorpresa. Mis labios saborean el glande, aunque sea mi lengua la que quiera jugar con esa cabeza, mejor dicho: con todo. Era una mocosa muy golosa y él estaba siendo testigo de ello. Solo podía escucharle como en voz baja soltaba algún <<¡Oh, síii…!>>, dejé que su polla entrase más y más en mi boca hasta tocar mi garganta e inundarla en saliva. Que jodida pringue más deliciosa, aproveché toda esa lubricación para lamerle también sus huevos, succionarlos, masajearlos. Me estaba dejando su polla a mi merced y yo estaba como una puta perra en celo. Entraba, salía, la punta de mi lengua o el abrazo completo de ella, el sonido de la saliva o los pequeños gemidos de él.
Menuda vecina vino a encontrar. Una tan guarra de que en la primera noche de conversación le hace una mamada cual famélica, pringando todo. Llegó una breve pausa, él seguía tocándose para no detener su placer, porque estaba a nada de correrse. - ¿Dónde te gusta que se corran? – me pregunta desesperado, casi aguantando, - Me encanta en la boca. – digo con rostro inocente. - ¿En la boca? ¡Pues toma, toma! – mete su polla en mi boca, deja todo su semen en la cavidad, no lo he tragado. Lo saboreo con su polla dentro aún. La saca, busca aire, me mira satisfecho y… ¡Ñam! Mientras le miraba a esos ojazos azules, dejo claro que hago con su semen. Acabé tragándomelo. Acto seguido se lleva las manos a la boca, sorprendido. - ¡Qué puta locura! – me dice, - ¿Por qué? ¿Qué te sorprende? – le pregunto con una sonrisa victoriosa. – Todo. Todo. No esperaba una mamada descomunal, ni que te gustase que se corrieran en la boca, ¡qué te gustase tragarlo! ¡Y esto! – señala el entorno, - Nunca he hecho algo así aquí, en las escaleras. – tras describir todas sus sensaciones, - Bueno vecino, no será la última vez que nos veamos. – sentencio mi declaración con mi rostro ganador.