Yo estaba trabajando esa mañana, a destajo, dándolo todo por llegar a cumplir los objetivos y metas que nos marcamos en la empresa. Como cada semana viajo a la otra isla y suelo quedarme en el mismo hotel. Ella ya sabía que iba a ir, así que se las ingenió para darme una sorpresa. Después de almorzar con unos clientes ya cansados me fui al hotel. Me recibieron en la recepción me registré y acto seguido me fui a la habitación. Abro la puerta y entro en una estancia en penumbra, un aroma familiar me dijo que alguien estaba esperándome. De pronto todo mi cansancio se transformó en excitación y comencé a temblar como un adolescente. Aún así entre con paso decidido y la encontré sentada en el pie de la cama con su espalda a la vista y sus brazos levantados mientras sus manos manejaban su linda cabellera con soltura. Esa postura es especialmente sensual según mi punto de vista. Ella giró la cabeza hacia mi y su sonrisa llenó de luz la habitación en penumbra. Comenzó a sonar una balada de los años ochenta que a los dos nos encanta. Con su sonrisa y su mirada romántica se levantó y entonces cayó la toalla que cubría levemente su bonito cuerpo y desnuda se dirigió a mí hasta abrazarme y darme un beso que me transportó a un mundo de deseo por el que llevaba soñando. Poco a poco sus manos me liberaron de todo el tejido que cubría mi cuerpo y una vez desnudos los dos de la mano me mete con ella en la ducha. Ahí abrimos el agua y nos volvemos a abrazar mientras el agua cae templada sobre nosotros. Los besos se vuelven más intensos y mi pene se despierta poco a poco y empieza a apretar su vientre. Sus pezones cada vez más duros también presionan mi torso y la tensión sexual es cada vez más patente. Yo disfruto devolviendo sus besos con caricias por todo su cuerpo y cuando me doy cuenta ella ya está jugando con mi miembro en su boca. Terminamos la ducha después de no poca excitación y un orgasmo magnífico. Nos secamos u desnudos nos tiramos en la cama exhaustos pero sin quitarnos la mirada y las manos no dejaron de acariciarnos mutuamente. Después de una conversación volvimos a subir el nivel de deseo y de pasión y ahí se me puso encima y me montó y disfrutaba y me hacía disfrutar como hacía mucho que no lo hacía. La pasión que ponemos me recuerda siempre a la película Lucía y el sexo