Entro a casa estresada, la calle es un auténtico caos. Mucha gente, muchos coches, muchísimo ruido... Y te veo en la cocina, mirando un caldero, fumando, giras un poco la cabeza, me guiñas un ojo y me dices "hola". Mi tensión se queda en la puerta. Te sonrío, voy hasta a ti y te beso. "Hola, mi amor". Y me recreo en el olor de esa cocina. Me encanta que cocines para mí. Te miro de arriba a abajo: playeras, chandal gris, sin camiseta, despeinado porque has estado tirado en el sofá... Mmmmmm cómo me pones así. Me vuelvo a acercar a ti, esta vez lentamente, te sonrío, sabes qué significa esa sonrisa porque tu mirada cambia. Me pego por detrás para que notes mis pezones duros en la espalda y empiezo a besarte el cuello mientras mis manos buscan la goma de tu chándal para meterse dentro. "Estate quieta... ", sonríes y apagas el cigarro. Yo no paro, sigo buscando el acceso a esa polla que me vuelve loca mientras con la otra mano voy acariciando tu abdomen y tu pecho. Sigo besándote la espalda y los hombros cuando, de repente, noto tu mano en mi muñeca, deteniéndola en seco. "Quieta". Tu voz ha cambiado. Te quedas unos segundos inmóvil, yo también, pero mi coño decide hacer lo que quiere y empieza a palpitar. Bajas el fuego y te giras. Clavas tu mirada en mis ojos, me giras el brazo y me lo inmovilizas en la espalda. "Hazme caso cuando te hablo". Desabrochas mi pantalón, lo bajas hasta las rodillas, junto con las bragas, terminas de bajarlo con el pie, "saca una pierna", te hago caso. Me separas los pies me inclinas sobre la encimera sin soltarme el brazo. Mis pezones se ponen aún más duros con el frío del silestone. Empiezas a acariciarme, abres mis labios, "y esto, ¿qué es? ¿Así de caliente vas por la calle?". No digo nada. Nalgada. "Contesta". "Sí, mi amo". Empiezas a meter un dedo en mi coño, lo empiezas a mover en círculos, a mí me flojean las rodillas y las flexiono. Nalgada. "Colocate bien y aguanta". Metes otro dedo, los curvas y empiezas a meter y sacar, cada vez más rápido, se me hace imposible mantener la postura, paras en seco, sacas la mano y la restriegas por mi boca. "Abre". Introduces los dos dedos en ella para que te los limpie y así hago. Bajo la mirada y ahí está, tu rabo duro, marcándose en el pantalón. Te miro a los ojos y me sonríes. Te giras y sigues con la cocina. "Vete a ponerte cómoda que ya está la cena". Me cambio, me pongo un pantalón de chándal viejo, sin bragas, y una camiseta de tirantes. Voy al salón y está la cena en la mesa. Cenamos tranquilos, hablando de todo un poco, pero conozco tu mirada y sé que intenciones guarda.
Terminamos la cena y me dices que me acueste en el sofá, te hago caso y tu cara cambia. "Quitate los pantalones", evidentemente, hago lo que me dices. "Empieza a tocarte y no te quiero oír". Abro mis piernas, quedándome totalmente expuesta para ti. Empiezo a acariciar mis labios, poco a poco, mis ingles, mi pubis... Subo y bajo para ir activando la circulación de la zona, voy haciendo presiones hasta que un dedo se cuela entre los labios. Estoy empapada. Los abro para que tengas una buena perspectiva. Te acomodas, enciendes un cigarro y me miras atentamente. Con la otra manos te acaricias levemente el bulto que tienes en el pantalón, pero no pierdes detalle de lo que hacen mis manos entre mis piernas. Yo sigo acariciando de arriba abajo mis labios menores, alrededor del clítoris. Juego en la entrada de la vagina para aprovechar mi lubricación y repartirla por toda la vulva. El clítoris ya lo tengo hinchado, como una pequeña palanquita que intenta asomarse, y empiezo a jugar con él, tengo ganas de gemir, pero no se me permite, así que cada uno de mis suspiros queda ahogado en mi garganta. Sigo jugando y mis caderas empiezan a seguir el ritmo de mis dedos. Clavo mis ojos en los tuyos que brillan de deseo, tienes la boca entreabierta y cuando me miras a los ojos, te muerdes el labio inferior. Ufff así no puedo. "¿Puedo correrme, mi amo?", "No". Es rotundo, no hay opción, paro un poco, "No pares... ". Te miro con los ojos abiertos como platos, sabes que si no paro me corro, me sonríes, levantas una ceja y aprietas los labios como queriendo decir "es tu problema". Sigo tocándome sin pasar muy cerca del clítoris, pero es que cada vez estoy más cachonda, más hinchada, más mojada, más palpitante... Y tú sigues acariciando ese manjar que es tu pene, por encima del pantalón.
Te acercas y empiezas a tocarme también, toda la vulva, acaricias el clítoris y un corrientazo me atraviesa el coño, llegas a la vagina y empiezas a jugar en la entrada. "Mmmmmm está mojada mi perrita... ". Empiezas a extender el flujo hacia abajo y a empaparte bien los dedos. Me miras y me sonríes de medio lado. Esa sonrisa... Esos labios... ¡Me tienes loca! Empiezas a jugar en mi ano con un dedo. "No pares", enfatizas cada una de las dos palabras. Te vas haciendo hueco en mi apretado culo mientras yo sigo acariciándome al borde del orgasmo. Otro dedo. Acomodas los dos dedos dentro de mi ano, pero los dejas quietos. "Mírame a los ojos". Obedezco. Siempre obedezco. Empiezas a moverlos lentamente y vas subiendo la velocidad. "Puedes correrte, perrita". Exploto en tu mano. Sonríes mientras me admiras. Cuando termino, sacas tus dedos de forma delicada. Te acercas y me besas. Te levantas, te miras el paquete, me miras, "no te relajes, que te toca el postre".