Otra de mis grandes sorpresas fue esta morbosa pareja. Él, un rubio y guapo chico de ojos azules. Ella, una mujer de bonitas curvas y dulce carita aniñada. En sus fotos parecía una pareja simpática y divertida. Con los primeros mensajes de WhatsApp esto se confirmó, al menos, por parte de él, que era con quien yo hablaba.
Debido a experiencias anteriores, y teniendo en cuenta que Miguel era el único con quien mantenía contacto, llegué a sospechar que podría estar ante el típico caso de “perfil de pareja” en el que “casualmente” ella se iba a “enfermar” o a “tener un compromiso de última hora” y no iba a poder acudir el día de la cita. Estas dudas siempre sobrevolaron por mi cabeza pese a que él me pedía audios en los que le hablara directamente a Laura para decirle lo mucho que me excitaba la idea de que derramara sobre mí uno de esos increíbles squirts que en ella tanto complejo (y en mí tanta envidia) despertaban. Aun así, él era tan mono que me hice la loca y obvié el tema.
Fueron muchos los meses durante los cuales intercambiamos todo tipo de mensajes y planes para cuando los tres nos encontrásemos. Recuerdo especialmente una foto en la que ellos estaban follando y a su lado había un teléfono, según me dijo Miguel, en el que Laura estaba escuchando los audios que yo enviaba para ella. La mera idea de que aquello pudiera ser cierto me volvía rematadamente loca.
Por fin llegó el anhelado momento. Tras varios intentos fallidos, como dice el dicho, a la tercera fue la vencida. Habíamos quedado en mi casa. Los nervios me podían, así que salí a comprar algo de beber que poder ofrecerles. Estaba subiendo al coche para regresar cuando me llegó un mensaje diciendo que estaban por fuera de mi edificio. Pisé el acelerador como si mi vida dependiera de ello y en tres minutos me planté allí con la confirmación de que ella era también parte del juego.
Hechas las presentaciones, entramos. Les invité a sentarse y me dispuse a servir unas copas del vino que habían traído ellos. Poco después estábamos inmersos en una agradable cháchara en la que me sentía muy cómoda a pesar de que mi mente no lograba centrarse. Infinidad de imágenes de nosotros tres disfrutando en mi cama se sucedían irremediablemente.
Agotados los temas de conversación, llegó la hora. Me dirigí al baño a prepararme tal y como Miguel me había dicho días antes en un mensaje. De entre las muchas fotos que les envié a lo largo de esos meses, Laura había elegido el conjunto que debía ponerme. Yo, simplemente, obedecí. Salí de la ducha y una vez preparada me tumbé a lo ancho de mi cama.
El primero en entrar fue Miguel, portando únicamente unos vaqueros. Se quedó de pie junto a la mesa de noche mientras ambos esperábamos ansiosos la entrada de Laura. Instantes después apareció ella, con un aura de diosa dominante que contrastaba diabólicamente con esa carita de niña dulce y tierna. Llevaba puesto un conjunto de corpiño y braguitas negro con bordados que se ajustaba perfectamente a sus sinuosas curvas. Lo que hacía aún más elegante su atuendo era una especie de bata negra casi transparente cuyas costuras exteriores en un tono fucsia resaltaban notablemente. Ver su cuerpo cubierto por esa fina tela hacía que todo fuera mucho más erótico.
Al entrar me miró con una actitud de superioridad y una media sonrisa que me helaron la sangre. Fue directa a comer la boca de su chico, quien babeaba tanto como yo en ese momento. Acto seguido, cogió el bolso de deporte que habían traído y que para mi sorpresa estaba repleto de juguetes y accesorios. Sacó de él un collar negro que ató a mi cuello y al que añadió una cadena que ya no soltaría, prácticamente, en todo el tiempo que duró nuestro encuentro.
- ¿Entonces van a hacer todo lo que yo les diga? - Preguntó con cierta burla mientras ajustaba el collar a mi cuello, sabiéndose el centro del deseo.
- Sí - Contestamos casi al unísono Miguel y yo.
- Tú mandas. - Agregué yo arrodillándome para enterrar mi cara entre sus tentadores pechos.
- Pues quiero que se la chupes. - Sentenció Laura.
El pantalón de Miguel cayó al suelo. Se tumbó en la cama dejando ante mí una polla erecta más que apetecible. A gatas llegué hasta él. La tensión de la cadena, que me recordaba cuál iba a ser mi papel esa tarde, me hacía saber que Laura no se había movido de su sitio. Sólo quería disfrutar del espectáculo.
La respiración de Miguel pronto se fue acelerando hasta convertirse en fuertes exhalaciones intermitentes que resonaban por toda la habitación.
- ¿Estás disfrutando, papi? - Preguntó Laura con su suave acento latino.
- Ufff sí, mi reina. - Contestó él empujando mi cabeza aún más hacia sí.
- Ummm ¡Qué rico!
Rodeó la cama sin soltar la cadena que le otorgaba el mando. Sin dejar de complacer a Miguel, mi mirada se centró en ella y su sutil forma de desnudarse.
- Mi turno. - Soltó mientras se tumbaba. - Fóllatela bien duro, papi.
Aún con el sabor del miembro de él en mi boca, me encontré deleitándome con el jugoso coñito de ella. Son incontables las veces que fantaseé con algo así.
Mi lengua recogía todos los jugos que su vagina me brindaba, disfrutaba cada pliegue de sus labios, presionaba y succionaba con los míos su hinchado clítoris e introducía mis dedos en busca de su punto G Todo, a la vez que ella tiraba de la correa con una mano y agarraba mi pelo con la otra. Mientras tanto, Miguel se había apoderado de mi coñito, cumpliendo las órdenes de nuestra diosa. Agarrado a mi cadera, me follaba sin contemplaciones. Cada embestida era más fuerte que la anterior. Entre los dos me estaban volviendo completamente loca.
- ¿Te gusta cómo te lo hace? - Preguntó Miguel ante las contorsiones y los constantes gemidos de su chica.
- Sí ¡Lo hace divino! - contestó ella entre suspiros.
No podía verlo, pero no me hizo falta hacerlo para saber que había sonreído con malicia ante la respuesta de Laura. Obviamente, yo también lo había hecho. Me excitaba demasiado escucharlos hablar entre sí, más aún si el tema de conversación era lo mucho que estaban disfrutando.
Mis manos seguían volando por sus muslos, su cadera, sus pechos Mi boca seguía en su afán de llevarla al éxtasis cuando noté cómo con un leve pero firme tirón de la cadena me hizo parar. Con la cabeza le hizo señas a Miguel para que se acercara. Lo beso, lo invitó a tumbarse y, haciendo uso de nuevo de la correa, me hizo chupársela de nuevo.
A él se le iluminó la cara. Había disfrutado antes y volvía a disfrutar ahora. Quizás un poco más ahora, pues el saborearme en su polla empapada de mí, era un buen aliciente para entregarme aún más y hacerle ver las estrellas. Claro que también es posible que sus ojitos brillaran porque a mi espalda su chica se había puesto un arnés y se estaba poniendo en posición para follarme como, minutos antes, había hecho él. Se habían intercambiado los papeles.
Más suaves, pero igualmente profundas y con el añadido del morbo, eran las rítmicas estocadas con las que me sacudía, las cuáles yo aprovechaba para regalar un poco más de profundidad a Miguel. Una sensación espectacular que, a mi pesar, no duró mucho.
- Túmbate boca arriba. - Me ordenó.
Acaté su orden e instantes después, habiéndose deshecho ya del arnés, nos encontrábamos en un sugerente sesenta y nueve que suponía una tentadora escena para Miguel, quien se encontraba arrodillado junto a mi cabeza atrapada entre las piernas de su mujer. Ésta no tardó en reclamar su participación.
De pronto, tenía un primer plano del miembro de Miguel penetrando el mismo coñito que yo devoraba. Sólo faltaba una cámara, pues aquel momento bien podría formar parte de cualquier vídeo porno que pueda encontrarse en internet.
Yo luchaba por ahogar los gemidos que el nítido sonido de su vagina empapada siendo ensartada me arrancaban. Hasta que, por fin, y sin previo aviso, pasó. Una cálida ola, fruto del placer, emanó de su interior para ser derramada sobre mí. Entre su chico y yo, habíamos conseguido que Laura nos bañara con el brutal squirt con el que nosotros dos fantaseábamos.
Apenas me había recuperado cuando nuestra diosa se estaba preparando para el siguiente ataque. Cogió de nuevo el arnés, cambió el enorme dildo con el que me había abordado por uno más pequeño y volvió a tomar el control que un momento antes, Miguel y yo, le habíamos hecho perder.
En cuanto vio el nuevo juguete con el que Laura se había armado, supo que era su turno. Era su juguete favorito y sin ella tener que decir nada, sólo permaneciendo de pie al borde de la cama, Miguel se acostó boca arriba, levantó las piernas y sonriendo se preparó para que su pareja reafirmase su dominación follándoselo. No me lo esperaba, y mucho menos, esperaba que me resultara tan excitante verlo tan dispuesto, disfrutando de esa manera.
- Siéntate en su cara y cómetelo.
- Sí, por favor - pidió él como pudo.
Como hipnotizada por lo que estaba viendo puse mis rodillas a ambos lados de su cara y fui acercándome a su erección. Lo primero que hice fue escupir. Dejé caer un hilo de saliva que resbaló por el tronco de su duro pene y sus testículos hasta llegar al dildo que entraba y salía de su culo mientras yo ya estaba provocándome nuevas arcadas con su glande para seguir salivando y repetir la jugada.
Seguía sin creerme lo que veía, a pesar de que lo tuviera a escasos centímetros de mi cara. Tampoco lograba asimilar lo cachonda que estaba por ello, sin mencionar que Miguel me comía el coñito con un animal, ayudándose de un dedito que, sigiloso, jugueteaba y amenazaba con penetrarme.
Una vez satisfecho su deseo de someter a su chico, Laura volvió a tumbarse en el centro de la cama, abriendo sus piernas con las rodillas flexionadas para que él pudiera vengarse y clavársela hasta el fondo.
Un nuevo tirón de la correa me llevó hasta su boca. La besé con desespero, me enredé en su cuello y, arrodillada a su lado, fui paseando por sus pechos y su vientre hasta llegar a su clítoris. Otro plano cerrado de cómo el sexo de Miguel entraba incansable en ella. Él agarró mi cabeza para que me quedara allí, pero Laura reclamaba mi boca en sus senos y yo me debía a mi diosa. Dejé mi mano izquierda estimulando su zona íntima mientras la derecha pellizcaba y acariciaba sus pezones. Nuevamente, sus gemidos inundaron mi habitación y su cuerpo retorcido por el placer nos regaló una nueva dosis de la dulce esencia de esta impresionante mujer. Rápida, bajé a beber directamente de la fuente todo lo que pude, pero ella ya había decidido por mí. Me tumbó en la cama y volvió a sentarse en mi cara para ofrecerme su vagina aún húmeda y palpitante.
- Papi, alcánzame la bala que está en el bolsillito de fuera y ven a follarme.
Miguel no lo dudó ni un instante, hizo lo que ella le había pedido y en poco segundos tenía de nuevo sus testículos bamboleando en mi cara, ofreciéndome la maravillosa visión de sus asaltos al coñito de Laura al mismo tiempo que ella me hacía llegar al clímax haciendo vibrar el pequeño juguete que acaba de entrar en escena sobre mi clítoris.
En cuanto Miguel se percató de que me había sacudido un potentísimo orgasmo, se dejó llevar y embistió a Laura en busca de su propio placer, del que pude gozar en forma de corrida derramada sobre mi cara, aún empapada por el squirt de ella.
Una forma perfecta de cerrar aquel encuentro en el que esos dos maravillosos dioses del sexo me habían regalado su divino néctar.
lapetitemort | 21/10/2023 14:15
Gracias, supongo... Jajajaja.