Siete y media de la tarde, el día en el trabajo se había ido de las manos. No aprendo, avance lo que avance siempre hay más trabajo que sacar, pero no hay forma de que sepa parar. Ya la broma había durado bastante por hoy y quería pirarme a casa.
Estaba solo, fuera de mi despacho no se escuchaba un alma. Y, como siempre en esta situación, el calor empieza a subir por mi cuerpo y, cuando llega arriba, de forma involuntaria cierro el esfínter y noto como mi pene empieza a despertar. Cojo el móvil y abro whatsapp.
- Hola Eva! Qué haces?
Eva es una mujer preciosa y maravillosa. Nos conocimos de casualidad, en una fiesta de un amigo, y acabamos liándonos. Pero lo mejor vino días después. Aquel polvo estuvo genial, no me malinterpretes, pero es que luego nuestra conversación de whatsapp reveló algo que no me esperaba. Eva es inteligente, culta, con conversación de las que te hacen perder la noción del tiempo, y una mujer empoderada que no permite que nadie la vacile ni media. Mucho menos un “hombre, blanco, cis, hetero”. La de veces que le habré escuchado decir eso.
La sorpresa vino cuando, una noche whatsappeando se nos hizo tarde y nos acabamos poniendo cachondos. Y el cielo se me abrió: su potencia intelectual estaba al servicio de un nivel de perversión que rozaba la perfección. Desde entonces, encontrábamos momentos para dar rienda suelta a eso que tanto nos gustaba.
- Ey Luis! Déjame adivinar, sigues en el despacho.
- Sí tía, puta vida. No aprendo. Tu qué? Qué haces?
- Pues camino de casa, harta de currar para idiotas, con ganas de quitarme los tacones, tirarlos a una esquina y tumbarme en el sofá.
Entonces, en ese mensaje vi clara la oportunidad.
- Me parece bien lo de que vayas a casa. No tanto lo de los tacones.
Pasaron 15 segundos que se me hicieron eternos.
- Pues se van a ir a la esquina en cuanto llegue. Son los rojos
“Son los rojos”. Saben que no son los que me ponen. Son preciosos, stilletos bajos. Pero esos no son de mis favoritos para estos menesteres.
- A cuánto estás de casa?
- En 15 minutos estaré entrando por la puerta. 15 más para ducharme y otros 15 para estar lista.
- Así me gusta, nena.
- Es lo que querías leer, no?
- Justo eso. Pero no solo eso.
- Después de esos 45 minutos (40 ya) tu perra estará lista.
- Ahora si. Me gusta que nunca falles. Te daré el premio que mereces.
- Puede que hoy me porte algo mal, hace tiempo que no me marcas el cuerpo
- Ya sabes cómo quedará tu piel si eres mala
- Lo estoy deseando. Mi piel blanca siempre estuvo mejor con los surcos rojos de tu mano.
Además, espero que estés listo para abrir bien mi garganta, hace ya tiempo que no la follas.
Ella sabe que esa es la imagen que me saca de mi. Su mirada, cubierta de lágrimas, clavada en mis ojos mientras mi polla venosa a punto de explotar se hunde en lo más profundo de su boca. Hoy quiere que sea de esas imposibles de olvidar. Esta puta conexión entre Eva y yo me tiene enfermo.
- Cuando llegue tendré que ver si te lo mereces.
- Por lo pronto para de tocarte. Esa polla es mía, y toda la leche que llenan tus huevos, también. No malgastes ni una gota.
Hija de puta, ni yo me había dado cuenta de que me había sacado la polla del pantalón y la estaba pajeando con firmeza. La punta tocaba el borde de la mesa. Estaba a punto de explotar y nada necesitaba más que vaciarme. Pero tenía razón, mi leche es suya. Y sé que le encanta que le lleve mucha. Su cara de satisfacción cuando no dejan de brotar gotas sobre ella es impagable. Bajé el ritmo, imposible dejar de tocarme, pero al menos me contenía.
- Tú tranquila que, si te la ganas, toda esta leche es para ti.
- Haré lo que mi amo ordene.
Ella no usa la palabra “amo” al azar. No es habitual, no tenemos esa relación establecida en firme. Solo me llama así cuando quiere algo muy particular. Unas veces (las que más) la domino y la follo salvajemente. Otras, algo menos, follamos y disfrutamos el uno del otro de un modo más “vainilla”. Y otras, las menos habituales, quiere ser mi esclava. Servirme. Todas eran increíbles, pero esas últimas eran un desfase
- Has llegado ya a casa?
- Estoy en el portal, amo. Esperando a que me permita subir.
- Puedes subir a tu casa.- Ya estoy en la puerta, amo.
- Desnúdate.
Recibí la foto de rigor. Ella, en la puerta de su casa, completamente desnuda y solo con sus tacones rojos. Ofreciéndome su cuerpo como un presente majestuoso. Sus pechos medianos, pero turgentes que tan loco me volvían. Y su coño depilado, con un vello precioso que cubría su monte de venus. Joder, era perfecta. Y era mía.
- Estás mojada ya, perra?
- Estoy empapada amo. Solo pensar en ti lo logra.
- Pues quiero que te toques.
- Apoyo mi espalda en la puerta de casa y empiezo a acariciar mis labios amo. Lo hago lo mejor que sé.
- Hazlo lentamente pero segura. Frota tus labios y tu clítoris pensando en cómo mi polla se hundirá en tu coño
- Si amp si.
- Así me gusta, nena. Tócate bien, frótate sin parar.
- Edtop a pytr amo
- Córrete perra, empapa la Puerta de tu casa para que sepa encontrarla al llegar.
- Aaaaaaaaaaaa
Me he corrido amo. Mucho.
- Así me gusta. Ahora entra. Esto no ha hecho más que empezar