En medio de la tormenta aparecieron en mi memoria tus lindos ojos, aquellos que me acariciaban desde el recuerdo. Tu ausencia no era un problema para disfrutar de tus caricias, ni del susurro de tus palabras que al discurrir por mis oídos eran sonidos de Gloria. Abandonado al caliente recuerdo de tu cuerpo, sentí internamente la activación de todos los mecanismos del mío. El discurrir de tus labios por el contorno de los bordes de mi universo corporal era intenso y reciproco en el tuyo. Sentía tu humedad como real, tus jadeos como efectivos, tu contorsión como un incontrolable fenómeno ante el cual claudicar. Desatado el sentimiento onírico di paso a una firme erección. Empezó a incomodar los límites que imponía la ropa y pedía mi pene la libertad necesaria para ocupar un espacio apropiado a sus nuevas proporciones. El incesante bombeo de sangre hacía necesaria una intervención manual que me inmolara al placer sin alternativa. Convulso mi cuerpo, alcanzo un breve momento de catarsis detectable en el viscoso líquido que bañaba mi mano. La tranquilidad y el sosiego retorno envuelta en una agradable sensación de placer. Me entregue a una seductora somnolencia que me invitaba a prolongar el disfrute del onanico momento y me deje fluir.