Aventuras de Neptuno, a veces escribo como chico y otras como chica.
Aventuras de Neptuno, a veces escribo como chico y otras como chica.
Una cena deliciosa.
La historia que te voy a contar me sucedió un fin de semana de hace unos años, por aquel entonces yo no estaba casada ni comprometida, era una chica de 30 años totalmente libre El problema es que cuando que me fijaba en un chico, siempre era mayor que yo y lamentablemente siempre estaban casados, por lo que reprimía mis impulsos, seguramente, por la educación tan religiosa que recibí pero algo cambió dentro de mi cuando conocí a mi nuevo compañero de trabajo, al que, para mantener su anonimato, lo llamaremos Neptuno, pues como él se declaraba, era un apasionado del mar. Neptuno era un chico de unos 40 años, evidentemente casado, pero terriblemente atractivo. No era un bellezón, pero sus ojos castaños, su nariz proporcionada y su boca, Dios mío que boca esos labios carnosos que al sonreír dejaban ver una hermosa dentadura, hacían que su rostro fuera un imán para mis negros ojos. Y creo que él lo notó desde el primer día que empezó en la oficina. Yo no podía evitar quedarme mirándolo descaradamente, y Neptuno era incapaz de aguantar mi mirada cuando me descubría observándolo, me encantaba como parecía ruborizarse y rápidamente apartar sus ojos de los míos. Aunque por otro lado me hubiera gustado poder disfrutar alguna vez de que esos ojos inteligentes se interesasen en descubrir que escondían los míos. En la empresa no éramos demasiada gente, unas 10 personas y se acercaba la cena de navidad de la empresa, ese año íbamos a ir a un nuevo restaurante cubano que había por la zona, que Neptuno conocía y decía que hacían el mejor arroz que había probado en su vida. Era tradición en la empresa que acudieran las parejas de los trabajadores, pero por suerte para mi en la lista de asistentes sólo aparecía Neptuno sin acompañante, así que aquella noche del viernes estaba dispuesta a dejar atrás todos mis prejuicios y dejarme llevar por esos pensamientos lascivos que cada vez que veía a ese apuesto maduro invadían mis sentidos y hacían que me sintiera mojada y sucia El jueves antes de la cena, decidí ir de compras, pues quería estar arrebatadora, así que adquirí un conjunto de lencería muy sexy y un vestido con un diseño muy sencillo pero que resaltaba mi lindo y joven cuerpo. El vestido tenía mangas largas de una tela transparente con el mismo estampado que el resto del mismo, teniendo un escote muy provocativo que dejaba ver el encaje del sujetador negro que cubría mis lindos pechos. Estaba entusiasmada por la noche del día siguiente y la oportunidad de seducir a Neptuno. Y llegó la tan esperada cena. Resultó que mi plan no pudo salir mejor, ya que sentaron a las parejas uno a cada lado de la larga mesa y como solamente dos personas no llevamos pareja, me tocó sentarme frente a Neptuno. El estaba tremendamente atractivo esa noche, no es que llevara nada especial, simplemente lucía su sonrisa perfecta y al verme vino a saludarme más entusiasmado de lo habitual. Pude apreciar que llevaba dos botones de su camisa desabrochados, y descubrí que estaba depilado, lo que hizo que un calor húmedo invadiera mi vagina.
Buenas noches Neptuno, estás muy guapo esta noche.- le dije saludándolo con la mejor de mis sonrisas.
Muchas gracias. Tú estás arrebatadora.- respondió con un timbre algo nervioso.
Mientras me lo dijo no pudo evitar mirar hacia mi escote y sonrojarse. Tras haber llegado todos los compañeros y realizar las oportunas presentaciones, nos sentamos a la mesa que teníamos reservada en la terraza del restaurante.
Espero que disfrutes de la velada.- comentó guiñándome un ojo.- Propuse este restaurante pensando en ti, te escuché decir que te gustaba la música latina, y si te fijaste en esa tarima está todo listo para que canten en directo. Y bueno además la comida es espectacular.
Vaya, me siento halagada.- creo que notó como me sonrojaba.
No me esperaba que fuera tan directo. A decir verdad sentí que realmente perdía el control de mi plan, y pasaba a ser el objetivo del suyo. Pero no tenía pensado ceder terreno tan fácilmente. Nos sentamos a la mesa, y comenzamos pidiendo la bebida, teníamos pactado un menú y de beber cerveza o vino tinto para cenar y después de la cena dos mojitos por comensal. Neptuno y yo nos decantamos por el vino tinto, a pesar de saber que me sube demasiado rápido, quería saborear lo mismo que aquella boca. La cena transcurrió con normalidad, el matrimonio que teníamos al lado era muy agradable, debían tener unos 35 años y ella, Sofía preguntó a Neptuno por su mujer, este le comento que llevaba unos días fuera de casa por trabajo, mientras no pudo evitar mirarme de reojo yo simplemente sonreí. Había llegado el momento de actuar. El vino ya empezaba a hacer efecto y me estaba poniendo muy cachonda, me descalce uno de los tacones rojos que calzaba y comencé a rozar mi pie por su pierna. Al notar mi contacto dio un pequeño respingo en el asiento apenas perceptible para los demás, a lo que no pude evitar reír silenciosamente. Neptuno me miro fijamente a los ojos y entrecerrando los mismos me invitó a que continuara, dibujándosele una sonrisa pícara en la cara. Continué subiendo y bajando lentamente mi pie por su pierna, las tenía estiradas hacia mi silla y cruzadas una sobre la otra. Lentamente noté que las retiraba no creía que estuviera huyéndome, así que estiré el pie y noté que las tenía separadas, abriéndome la puerta para poder llegar a su entrepierna. Por suerte las mesas eran estrechas, así que volví a subir mi pie por el interior de sus piernas, subiendo por sus muslos hasta llegar a su abultado pene, notablemente hinchado por la excitación del momento. No cruzábamos la mirada, pues intentábamos mantener conversaciones diferentes con nuestros respectivos compañeros de mesa, lo que parecía cada vez más complicado de hacer. Yo seguía masajeando su polla con el pie, subiendo y bajando por todo su recorrido, desde los huevos hasta la punta, tenía su arma sexual colocada hacia la derecha yo, cada vez estaba más húmeda y excitada, y tenía más y más calor, a pesar de que esa noche hacía fresco. Noté como su mano caliente tocaba mi pie travieso y lo apretaba contra su sexo, como queriendo hacer que parase de masajearlo. Así que nos miramos y le puse carita de pena. Volvió a sonreírme. El calentón que teníamos pasaba desapercibido por los demás, estábamos en una burbuja de lujuria y deseo contenido, hasta que inesperadamente retiró su silla hacia atrás y al levantarse cogió la chaqueta que colgaba de la misma usándola para esconder su abultado pantalón y se disculpó diciendo que iba al servicio. La música hacía rato que había empezado, una mulata muy bonita cantaba todo tipo de estilos latinos. Tras una cena deliciosa ya estábamos con los mojitos en otra zona de la terraza más cercana al escenario donde tocaban los músicos, y muchas de las parejas bailaban animadamente. Atrevidamente me levante y le dije a Neptuno:
¿Acaso no tienes pensado sacarme a bailar?- el tono de mi voz me sonó sensual.
Si prometes portarte bien ahora mismo.- respondió sonriendo.
Al instante estábamos bailando con el resto de parejas. Neptuno me dijo que hacía años acudió a clases de salsa, sin dar muchos detalles. Y la verdad es que se movía mejor que bien Poco a poco las parejas se iban yendo, no sin antes haber bailado las chicas un poco con él, cosa que a sus maridos no pareció importarles Yo había acudido en taxi y ya era tarde, no tenía intención de ir a casa tan pronto pero fingí doblarme un tobillo, culpando mis altos tacones. Neptuno enseguida se ofreció a llevarme a casa, diciendo que le quedaba de paso. Fue a buscar su amplio coche y me subí sonriéndole, dejando atrás a las últimas dos parejas que quedaban de la cena, que por lo que parecía tenían una complicidad inusual, pero eso será historia para otro día
¿Qué tal ese pie?- preguntó aparentemente preocupado.
¡Estupendamente!- dije riendo- solamente quería salir de la fiesta lo antes posible contigo.
Recuerdo como se dibujó una sonrisa en su boca mientras no apartaba los ojos de la carretera.
Entonces deja que te lleve a un sitio especial.
¿A ese al que llevas a todas las jovencitas indefensas?- volví a reír divertida por su cara.
¿Prefieres entonces que te lleve a casa?
Bien sabes que no tonto. ¿Está muy lejos?- pregunté mientras mi mano comenzó a jugar con la cremallera de su pantalón.
Unos diez minutos- dijo con voz ronca.
Sin desabrocharme el cinturón de seguridad, logré ingeniármelas para desabrocharle el pantalón y agarrar su pene ya rígido de la excitación. Palpitaba entre mis dedos que lo acariciaba suavemente. Tenía la piel suave y podía apreciar como las venas resaltaban sobre ella. Deseaba enormemente metérmela en la boca y hacerle disfrutar. Por la hora que era, casi las dos de la madrugada, no había tráfico y Neptuno no había querido tomarse los mojitos, dijo que tenía que conducir, los demás se rieron de él porque todos habían acudido en taxi. No pareció importarle. Ahora entendía que el plan de aquella noche era mutuo. Me arrodillé sobre mi asiento y fui acercando mi cabeza a su polla mientras le decía:
No te distraigas de la carretera, jajaja.
Tranquila, no hay tráfico.
Yo ya me había metido su glande en la boca cuando respondió. Tenía un tamaño perfecto para chuparlo, tenerlo en la boca hacia que mi excitación y la humedad de mi coño fueran en aumento succionaba, y pasaba mi lengua rodeándolo lentamente, deteniéndome en el orificio por donde deseaba que brotara su leche caliente, para poder saborearla ummmm solo de pensarlo hacia que me pusiera más y más cachonda. Con la mano derecha comencé a masturbarle el pene mientras seguía lamiendo la cabeza de su pene, mientras que con la mano izquierda comencé a tocarme, apartando el tanga negro que me había comprado para esa ocasión, el cual estaba completamente mojado de mis fluidos. El cambio de terreno por el que circulaba el coche me hizo parar
No pasa nada cielo, estamos llegando. No pares por favor.
No contesté, directamente me tragué su polla hasta dónde pude, a lo que Neptuno respondió con un gemido de placer
Si sigues así me voy a correr.
Hazlo cariño.
Ante su confesión no pude evitar acelerar el ritmo, notando además que el coche se había detenido y que él había reclinado un poco su asiento Subía y bajaba con mi boca por su polla, que latía entre mis labios la saliva que segregaba chorreaba por sus huevos, mientras mi mano derecha había pasado a masajearlos y mojarlos con mi saliva con los dedos. Neptuno había empezado a acompañar mi movimiento con sus caderas, cogiéndome la cabeza con ambas manos. De repente se detuvo y me descargo tres grandes chorros de semen en la boca, que incapaz de tragármela Se me salió por las comisuras de mis labios. Manchándole los calzoncillos. Retire mi rostro de su pene y sonriendo lo miré a los ojos. Tras tragarme su leche le dije:
Ahora te toca a ti
Estaba tan caliente que no me había dado cuenta dónde estábamos me había llevado a una montaña cercana a la ciudad donde se veía la misma iluminada, la vista era preciosa. No había nadie en aquel solar. Neptuno tenía un monovolumen bastante amplio, reclinando los asientos casi parecía una cama, y eso hizo, mi asiento quedó en horizontal, con solo tirar de una palanca. Casi me caigo hacia atrás del golpe, creo que eso pretendía, al soltar una carcajada. Sus ojos brillaban especialmente aquella noche. Lentamente me incliné sobre el espaldar y subí mis piernas al asiento para liberarme del tanga, él lo cogió y se lo llevó a la nariz.
Estás empapada- dijo simulando estar escandalizado.- Vamos a solucionarlo. Ponte al revés.- y bajándose del coche me di cuenta que no había asientos traseros.
Abrió la puerta trasera y entró por allí. Yo ya tenía la cabeza a escasos centímetros de la guantera.
Me encanta como te has depilado dejando esa línea de bello en tu pubis.- su voz sonaba ronca.- Saca de la guantera lo que tengo para tí.
Sorprendida, no sabía que me esperaba en aquella guantera. Abrí y había una bolsa roja, dentro había un antifaz de esos para dormir.
¿Quieres que me tape los ojos?- mi corazón latía a mil por hora. Nunca me habían vendado o tapado los ojos.
Quiero que disfrutes y que te concentres en lo que te voy a hacer.
Dios, estaba excitadísima, así que obedecí y me tendí boca arriba para disfrutar de lo que aquel hombre quisiera hacerme. Note como Neptuno comenzaba a besarme la parte interior de los muslos, cada vez acercándose más y más a mi vagina.
Me moría de ganas de descubrir si tus labios eran tan morenos como tu piel, y no me ha decepcionado, tienes un coñito precioso.- Se estaba deleitando mirando mi sexo, y eso hacía que me calentara más aun si cabe.
Suavemente pasó su lengua muy superficialmente por los labios de mi coño, mientras con una de sus manos abría los mismos para dejar mi húmedo sexo a su merced. Sentí cómo débilmente soplaba a todo lo largo de mi entrepierna, un aliento húmedo, que al estar tan mojada me dio una sensación de frescor que me hizo estremecer. Este hombre sabía perfectamente lo que hacía. Me entregué enteramente a disfrutar. Él comenzó a pasar su lengua por todos los rincones de mi sexo, saboreando mis fluidos, y deteniéndose de vez en cuando sobre mi inflamado clítoris. Jugaba con su lengua hábilmente. Yo estaba disfrutando enormemente, pero necesitaba más. Como si me leyera la mente noté como introducía un dedo lentamente en mi coño, empezó a meterlo y sacarlo, dejándolo dentro un rato y curvándolo hacia arriba, comenzó a masajear el punto G. Yo pensaba que iba a morir de placer. No paraba de gemir, lo cual parecía entusiasmarle y cada vez aceleraba más el ritmo de sus dedos dentro de mi y de sus labios succionando todo mi coño, hasta que de un grito llegué al clímax, curvando mi espalda sobre el asiento. Para ese entonces y sin darme cuenta, Neptuno estaba completamente desnudo. Se había ido quitando la camisa, zapatos, pantalones, calcetines, ... todo. Me quitó el antifaz y me preguntó:
¿Cuánto tardas en recuperarte?- La delicadeza y el dulzor de tu voz, no estaban en sintonía con la erección que tenía.
Soy multiorgásmica.- Contesté sonriéndole pícaramente.- ¿Cuánto tardas en ponerte un condón?
¿Por qué no me lo pones tú?- Estaba expectante, sonriendo también.
Cogí el preservativo que me ofreció y lo abrí. Lo coloqué sobre su glande y con la boca, apretando fuertemente con los labios envolviendo su pene duro, lo fui desenrollando sobre el mismo. Esto pareció gustarle. Al ser incapaz de introducirme todo lo largo de su sexo en la boca, terminó de ajustarlo con sus manos. Yo estaba deseando que me penetrara salvajemente, estaba tan húmeda que no necesitaba lubricarme con saliva. Tomé la iniciativa y me di la vuelta, colocando mis rodillas sobre el suelo del vehículo y apoyando mis codos en el respaldo del asiento, dejé mi trasero en pompa para que el pudiera alcanzar a metérmela cómodamente. Me encanta esa postura la penetración es más profunda y placentera. Cogió su pene con su mano para dirigirlo hacia mi cavidad y la metió lentamente, yo sentí un gran placer al notar cómo iba entrando su verga dentro de mí, llenándome entera y acoplándose perfectamente. Giré mi tronco hacia la izquierda para mirarle a los ojos.
Soy toda tuya, puedes empezar a embestirme como a una perra.- mis amigas me contaban sus experiencias y me habían enseñado que a los hombres les gustaba escucharlas hablar de forma sucia mientras practicaban sexo.
No estaban equivocadas, automáticamente me sonrió maliciosamente y tomó con sus manos mis caderas, no sin antes desabrochar la cremallera del vestido que llevaba, pues a todas estas aun lo llevaba puesto. Lo deslicé, no sin dificultad por sus envites, sobre mis hombros y cabeza, deshaciéndomelo de él. Con una mano y de magistral forma desabrochó mi nuevo sujetador cayéndose este sobre el asiento. Dejando mis duros pechos al aire moviéndose rítmicamente a medida que él continuaba metiendo y sacando su polla de mi. Sus manos pasaron de mis caderas a los hombros y de vez en cuando se inclinaba hacia a delante para alcanzar mi pechos turgentes. Tenía duros los pezones y él me los pellizcaba con los dedos, y los acariciaba con sus dedos humedecidos en su saliva. Yo estaba enloqueciendo de placer. Deseaba sentarme sobre él y tomar el control, así que me eché hacia a atrás, lo que hizo que el quedara sentado sobre sus talones y mi espalda quedara pegada sobre su pecho, el aprovecho para morder y lamer mi cuello y oreja. Los dos estábamos ya sudando por el ejercicio, notaba su torso húmedo sobre mi espalda, mientras, de cuclillas, movía mis caderas adelanta y atrás, haciendo que su pene se moviera dentro de mi, produciéndonos mutuo placer. Mi intención era darme la vuelta, pero cuando me disponía a hacerlo, él se tumbó boca arriba quedando yo de espaldas a él, cabalgándolo cual amazona experta el placer que me daba aquel hombre era mucho mayor que el de los juguetes que tenía en casa Sin sacarme su miembro de mi interior, gire para quedarme de frente a él, para ese entonces mi coleta se había ido aflojando y muchos mechones de mi negro pelo caían sobre mis hombros y sobre mis pechos Neptuno se aferraba a ellos, apretándolos firmemente, poniendo mis pezones entre sus dedos índice y corazón, mientras los estrujaba entre ellos. Me encantaba como me tocaba, mientras yo seguía con mis movimientos, haciendo que su polla sintiera el abrazo de todas las paredes de mi vagina. Mis manos a su vez, se aferraban a sus trabajados pectorales, los cuales estaban duros y bien formados, al igual que su abdomen aquel hombre tenía el cuerpo de un Dios, y yo estaba pecando y haciendo lo que quería con él. Dirigí una de mis manos hacia mi redondeado culo, para, un poco más abajo, acariciarle los testículos los tenía depilados, aquel hombre sabía que esa noche me tendría a su merced. Aprovechó mi inclinación hacia atrás para incorporarse y alcanzar con su boca mis pechos. El placer de sentir como su lengua y dientes jugaban con mis pezones, hizo que mi vulva siguiera segregando más y más fluidos, lo cual facilitaba lo placentero del coito. Sabía perfectamente el límite de presión que tenía que aplicar a mis pezones con sus dientes, para que el dolor fuera placentero. Me estaba volviendo loca de Placer y permanecimos en esa postura bastante tiempo el suficiente para volver a alcanzar el orgasmo, mientras aquel macho seguía aguantando sin volverse a correr. Sin lugar a dudas estaba disfrutando de la mejor noche de sexo de mi vida. El cansancio empezaba a apoderarse de mi, así que me dejé caer a la izquierda boca arriba. El me comentó:
Me encantan las matemáticas.- yo no entendía que quería decir precisamente en ese momento, y debió notarlo en mi gesto, pues comenzó a reírse- ¿te apetece un sesenta y nueve?
No me dio tiempo a contestar, pues mientras lo decía se quitaba el preservativo, giraba rápidamente dejando a la altura de mis labios su perfecto glande rosado, que no pude más que abrir la boca e introducirmelo, mientras él volvía a jugar, soplando y lamiendo, con mi coñito. Movía su lengua rápidamente sobre mi clitoris, dando vueltas a su alrededor, causándome oleadas de placer, mientras el mismo metía y sacaba su pene de mi boca, literalmente me estaba follando la boca, a pesar de su longitud, no me provocaba arcadas, realmente me ponía aun más cachonda que tratase mi boca como había hecho minutos antes con mi coño. Esta vez no me metió los dedos en mi sexo, en su lugar, sin saber de dónde me había introducido un artefacto, cuya forma desconocía, al igual que de dónde lo había sacado, lo cierto es que vibraba y me producía una satisfacción increíble, aquel Dios se estaba ganando a pulso su apodo, ya había perdido la cuenta de las veces que me había corrido en un último grito de placer, por miedo a desmayarme le pedí que parara creo que a disgusto me obedeció pero le cambio la cara cuando le dije:
Quiero que te corras entre mis tetas.
Lo invité a acomodarse a horcajadas sobre mi estomago, quedando su pene entre mis pechos, completamente mojados de sudor, a pesar de ello, dejo caer saliva sobre su miembro, y estrujo mis pechos contra él, dejando que quedará atrapado entre ellos. Y comenzó su movimiento pélvico subiendo y bajando su pene aprisionado entre mis tetas. Yo miraba hacia abajo, lo que hacía que cuando embestía hacia arriba, si glande se introdujera en mi boca, haciendo un ruiditto de succión cuando se retiraba el estaba gozándolo mucho sus ojos miraban como le estaba haciendo disfrutar, hasta que se retiró y ayudándose de su mano izquierda, terminó de masturbarse con seis o siete movimientos más, descargando su leche ardiendo sobre mis tetas sin apartar la mirada de la suya comencé a lamerla y saborearla, limpiando de la punta de su polla los restos que seguían brotando de la misma. Se produjo un incómodo silencio mientras el sacaba unas toallitas para limpiarnos, tomo mi barbilla y me beso.
Gracias, ha sido increíble.- Me estaba dando las gracias a mi cuando había sido la mejor noche de mi vida
No ha estado mal.- reí divertida.- ha estado espectacular. Gracias a ti, no creo que te atreverías a tomarme como lo has hecho.
Moría de ganas de hacerlo.
Y ahí terminó la conversación. Moría de ganas de saber si volvería a repetirse, pero simplemente disfrute de su aún agitada respiración. Me llevo a casa y nos despedimos con un simple, “hasta el lunes”.