Piel

Piel

Flotar. Fluir. Sonrisas. Sudor. Amor. Sexo en cada esquina.

Anoche formé parte de un evento fetish. Quizás quien haya estado sepa de qué hablo. Techno, drogas, gemidos. Cuero, arneses, fustas. Doms, cuerdas, cadenas. Nudismo, voyeurs, pelucas. Oscuridad. Curiosidad. Fuego.

Y allí estaba yo. Contoneándome entre mis amigos presumiendo de mi outfit. Un sujetador pequeñito con transparencias provocaba que mis tetas se moviesen con libertad. Unas medias de rejilla subidas hasta arriba, un pantalón corto usado como excusa para no derribar por completo mis complejos y unas botas militares.

Hoy era el día. Antes de salir, mientras me vestía, me acariciaba, disfrutaba del tacto de las medias en mi piel. Y me miraba al espejo, como perra poderosa, pensando todo lo que le haría a esa tía que tenía delante. Sí. Creedme. Funciona. Llegué a ese sitio deseando comerme el mundo.

El ambiente era maravilloso desde primera hora. Se notaba la inseguridad de nuestras miradas, pensando si estaba bien enseñar tanto o tan poco. Tras juntarnos con el resto de mi grupo de amigos, dimos una vuelta de reconocimiento de las múltiples estancias del pub y comenzaron las copas.

¿Recordais lo que he comentado del potencial que tiene verse con buenos ojos a través de un espejo? Allí había muchos y era precioso. Algunas personas no dejaban de mirarse, bailando, provocándose a sí mismas. . Sonreí recordando la sensación que había tenido horas antes. Es completamente liberador conocer a gente con, lo que tú consideras, tus mismas “taras mentales”.

Al poco tiempo ya se atisbaban los primeros besos, las primeras caricias por encima de la ropa. Pasé alrededor de una hora llevando a mi amiga con una correa. Era una sensación peculiar. No la utilicé como se suele hacer pero con meramente tenerla en tu mano te da un chute de poder bastante mencionable.

Entonces, en el momento justo, un amigo majísimo nos propuso inspeccionar la mazmorra.

En un primer vistazo se veían una cruz con múltiples artilugios para azotar, una jaula de perro con un comedero, un columpio y un chico gótico que derramaba cera sobre quien quisiese. Fuimos a lo sencillo, la cera no parecía demasiado excesivo para nuestro delicado umbral de dolor. Entonces ella decidió probar y nosotros nos sentamos a su alrededor como niños curiosos. Lo gozó y gimió y nosotros asistimos a ese perfecto espectáculo sensorial en un silencio complice.

Su pelo largo cayendo hasta el suelo, su espalda arqueada, su boca entreabierta, sus ojos cerrados, su respiración desacompasada. La cera recorría su cuerpo otorgándole un delicioso color amarillo fluorescente. Caía sin más, se deslizaba por sus pezones erectos provocandole espasmos y suspiros (a ella y a nosotros). "Uff, ¿quieres probar?". Sus dientes se clavaban en sus labios y nos estremecimos. No hablábamos apenas pero nos mirábamos entre nosotros, disfrutando del fuego que había en nuestras pupilas, asumiendo que el nivel de excitación estaba peligrosamente alto.

El siguiente paso fue adentrarnos en el laberinto. Consistía en una serie de pasillos con acceso a reservados y zonas comunes oscuras. A medio recorrido se encontraba la sala central a modo de punto de encuentro. Todos los allí presentes eramos simples presas de la excitación, la perversión y la curiosidad del momento. Una mesa redonda acolchada presidía la estancia. Un chico de nuestro grupo, entre risas y bromas varias, me propuso tumbarnos y allí que me tendí todo lo larga que era con una sonrisa inocente en la cara.

Medio minuto después Literalmente, fue así. Medio minuto después unos cuantos tíos se acercaron a mí y uno de ellos me susurró "¿Oye, te importaría si te como el coño?"

¿Esto funciona así? Lo que parecía un acto tonto más supuso un clic en mi cabeza. Sí, sí, iba en serio. Alguien me deseaba, lo cual no suele ser habitual. Me gustaría decir que me causó algún dilema moral, sin embargo eso no ocurrió. Llevaba toda la noche esperando unas palabras mágicas que me hiciesen olvidar todos mis complejos y prejuicios.

No recuerdo ni siquiera si llegué a despedirme de mi grupo. Asentí, le cogí la mano y me adentré en una zona oscura con bancos y sofás. Era el momento de transformarme en la mujer de mis sueños. Lo mire con esa sonrisa que poca gente ha visto, enganché su arnés y lo atraje hacia mí. Le lamí los labios y lo besé con intensidad. Ya tenía medio cuerpo dentro de la piscina. Bajé mis pantalones, me senté en el banco y abrí mis piernas mientras disfrutaba una vez más de mis propias caricias mostrándole lo que quería. "A comer".

Él se arrodilló obediente y levantó la mirada buscando mis ojos. "Rómpelas" "Por supuesto". Uff, me encanta ese sonido que hacen al desgarrarse hilo por hilo. Un escalofrío placentero recorrió mi espalda al notar la liberación. Y ahí estaba. Mi coño y su lengua.

El tío sabía lo que hacía. Frotaba, absorbía y metía sus dedos empapados en mi saliva. El calor se extendía por mi cuerpo mientras acariciaba su cabeza. Únicamente me centraba en ese momento, olvidándome hasta de mi propio nombre. Cuando mis pupilas se acostumbraron a la oscuridad, observé a mi alrededor. Otras personas pasaban, se tocaban a nuestro alrededor y me daba exactamente igual. ¿Qué coño? Me volvía loca. Los miraba, me miraban. Mi respiración se aceleraba y los jadeos se convertían en gemidos conforme la velocidad se incrementaba.

¿En serio me voy a correr? ¿Aquí? ¿Con toda esta gente? Varios chicos se masturbaban entre ellos y no apartaban sus ojos de mí. Y la velocidad de sus dedos y su lengua aumentaba. "Vamos, córrete". Me moría. Me faltaba el aire. Y así pasó.

Recuerdo su risa, unas carcajadas de orgullo por un trabajo bien hecho. Recuerdo cómo mezclamos nuestros labios, empapados en mi esencia. Y también recuerdo cómo me susurró al oído "Quiero follarte. Pero en un sitio más tranquilo".

Entre beso y beso llegamos al reservado, cerré la puerta y aparté mis bragas con premura. Necesitaba urgentemente su polla. Nos besamos de nuevo, apoyados en la pared, frotando nuestros cuerpos. "Eso sí, con condón" "Claro, claro". Busqué uno corriendo en mi bolso y me agaché frente a él. Recorrí cada centímetro de su polla antes de metérmela en la boca, con hambre. Con bastante hambre, de hecho. Sintiendo como cada vez se le ponía más y más dura y disfrutando sus sutiles gemidos.

"Uff, para, para". Me lo dice suavemente, acariciando mi cabeza y le hago caso mientras le doy el condón relamiendome. Su piel y la mía ardían de pura avaricia, lo queríamos todo. Me agaché lo que pude apoyando las manos en la pared y moví mi culo ansiosa. Él se rió de nuevo de mi perreo extraño y sentí ese "crrrack" de las medias ampliando la sonrisa de mi cara. "Métemela, porfa"

Pero no. Esa no era la postura. ¿No os frustra un poco cuando tienes prisa y os pasa eso? Al ratito, cordialmente, me giré y, en un alarde digno del circo del sol, apoyé la pierna en la pared a media altura. Notaba mi coño abierto y palpitante. Agarré de nuevo su arnés, atrayéndolo hacia mí y ahí lo encontré. "Aaah. Por fin, lo necesitaba" le susurré al oido mientras apretaba mi culo con sus manos traspasandome cada vez más. Uff, más, más. Mi hambre no se saciaba, al contrario, aumentaba.

"Quiero correrme sobre ti" consiguió decirme entre jadeos. Rápidamente le dije dónde lo quería, me agaché y miré cómo disfrutaba masturbándose. Dios, mi cara probablemente era pura lujuria al sentir aquel líquido caliente derramarse en mis tetas. Me lo restregué por el resto de mi torso gozándomelo, lamiendo mis dedos uno por uno.

"Qué barbaridad, sí que te has corrido, sí" le dije dejando ir mi lujuria, volviendo a mi papel de chica agradable y amistosa. "¿Todo bien?" Le pregunté algo nerviosa. Volvía a ser yo misma, con mis inseguridades. “Sí, sí, todo perfecto, me ha encantado cómo me la has chupado” “¿Sí? Me alegro”. Ese polvo había sumado 20 puntos a mi baja autoestima. “Bueno, si no te importa me voy a fumar un cigarro ya que estamos aquí, que con los seguridad que hay me resulta imposible”. Yo, en mi línea.

Intercambiamos unas cuantas palabras educadas que ni siquiera recuerdo. Era como si de repente hubiésemos coincidido en un ascensor. Sin embargo, eso es lo que realmente me encantaba de la experiencia. No queríamos saber nada de nombres, solo satisfacer ese instinto tan básico. EntoncesUn recuerdo volvió a mi cabeza. “¡Hostia, mis pantalones!”. Uff, qué cabeza gastas.

Tras despedirnos con dos besos (sí, algo irónico) salí disparada para la sala anterior deseando que continuaran en su sitio. Pero no. Pasé rápido por los pasillos, intentando no molestar a la gente desnuda que seguía a sus labores. Miré en varios rincones, frustrándome cada vez más. Y de nuevo

Culo en pompa rebuscando tras un banco cuando sentí una mano acariciando mi espalda, subiendo hasta mi nuca. Esto es de primero de orgía: si no os apetece más sexo no os recomiendo que os metais a un cuarto oscuro y deambuleis agachadas por los rincones. No lo pensé siquiera, pero de repente me había transformado en un posible objetivo.

Me erguí, sorprendida, y al girarme vi a un tío rubio, rabo palpitando en mano, atravesándome con los ojos, buscando mi permiso. Uff. Me comprenderíais si vieseis esa mirada. De las que piden carne, de las que muestran al animal que llevas dentro, de las que te empotran de un parpadeo. Un escalofrío. Mis partes bajas reaccionaron al instante y yo con ellas. Cogió mi mano y la cerró alrededor de su miembro, estaba hirviendo. Acto seguido se sentó en el banco y sobraron las palabras. Abrí de nuevo las piernas, deslicé mis bragas y me senté sobre él introduciéndola sin reparo. Mientras disfrutaba de ella noté un par de presencias a mi alrededor. Me acariciaban, besaban mi piel. Estaba demasiado ocupada siendo devorada por mi propia lujuria como para pensar.

La notaba tan profunda. Mis caderas se movían prácticamente solas. Cerré los ojos. Había un par de personas más a mi alrededor y me volví a sentir una diosa. Él, sus manos y sus labios besando y absorbiendo mis pechos. Escuchaba sus jadeos unidos a los míos en un bucle precioso e infinito. Hasta que”Aaah, quita, quita, me corroaah”. Ojos de par en par. Sus únicas palabras, pero muy acertadas. Me levanté aprisa y mi muslo pagó las consecuencias. Ese delicioso, pegajoso y amargo líquido sobre mi piel.

No dio tiempo para pensar, otras manos en mis caderas, otros besos por la espalda, otras caricias en mis pechos. Giré la cara y me encontré unos labios, esta vez tiernos. Una mano se deslizó hacia mi entrepierna, comenzando a tocarme, y yo, a gemir al instante. No, no había descanso. “Me encantas” escuché que me decía mientras yo me deshacía de placer una vez más, mordiendo mis propios labios, mojando sus dedos por completo.

Se lamió los dedos, me besó y se sentó en el banco. Me agaché frente a él notando como mi boca se hacía agua. Jugar por jugar, disfrutar por disfrutar y sexo por sexo. No había más. La recorrí con mi lengua, me la gocé de nuevo, absorbiendo con ganas. Me excita demasiado provocar que un hombre gima y la sensación de su polla endureciéndose en mi boca. Qué decir, así soy yo. El tío, mientras tanto, compartía sus labios a su vez con una chica y un chico. Una imágen sensacional, digna de cualquier fantasía.

Noté de nuevo una polla frotando mi culo. Esta vez me giré y le di un condón rápidamente. No recuerdo ni su cara, pero alguien comenzó a follarme, despacio, clavando sus dedos en mis nalgas al compás que yo marcaba con mis movimientos. Al poco tiempo, sinceramente, no sé cuándo ni cómo desapareció de ahí. Todo se estaba volviendo un poco confuso.

“Ven y fóllame”. Nos fundimos en un beso de nuevo cargado de fluidos. “Un segundo”. Me estiré, le sonreí y le coloqué un condón entre los labios. Los otros dos amantes también habían desaparecido. Obediente, volví a colocarme sobre sus muslos y entre sus brazos. Devoraba mis tetas con delicadeza, recuerdo cómo ardía su piel. Lo estaba intentando, pero no, no podía con otro asalto. El cansancio estaba saliendo de su madriguera.

De pronto me dijo, entre jadeo y jadeo, “¿Te llamabas Thais, no?”. Esa frase rebotó en mi mente y me hizo conectar con la realidad. “Nos han presentado hace un rato en la barra”. No, no, ahora no soy esa persona ¿Por qué saca el tema? No. Joder, ahora no soy nadie.“Sí, soy yo, encantada”. ¿Y esa respuesta? ¿En serio, tía? Joder, era un buen tipo, me había caído bien.

Me volví a intentar concentrar. ¿Qué estás haciendo, Thais? ¿Seguro que todo esto está bien? La horrible voz de mi conciencia me perseguía y machacaba. Y yo huía de ella moviendo cada vez más las caderas agarrada a su pecho, mientras me ayudaba acompañándome con sus manos. Jadeos, gemidos, sexo bruto al fin y al cabo. Se estremeció. Noté como temblaba, me abrazó, sentí un pequeño bocado en mi cuello. Y paró.

“¡Eeeh, espera, espera, esos gemidos son de mi amiga!”

¿Qué?

Una cabeza aparece por una esquina con una sonrisa de oreja a oreja. “Tía, llevo una hora buscándote, ¿me das los tikets que quiero un cubata? Bueno, si quieres acaba y ahora vamos". La miré, todavía en una posición bastante obscena y me partí de risa. “Si, si, voy ahora mismo”.

Me arreglé medianamente la ropa, le di un beso en la frente a mi acompañante del momento y me marché con ella. No estuvo bien, porque ignoré al chaval por completo, pero era ahora o nunca. Aquella sala era un bucle infinito de perversión y ya me había expuesto lo suficiente. No me quedaba curiosidad que saciar, pero sí mucha sed.

De camino a la barra, me reí y le dije “¿Te acuerdas cuando te dije que si volvía a casa con las medias rotas es que había sido buena noche?”... ”Pues he perdido los pantalones”.

En resumen, la noche continuó su trayectoria. En ese club cumplí varias de mis fantasías, descubrí muchos datos nuevos sobre sexo de la mano de expertos, me empoderé todo lo que pude, saqué un poco traumitas al aire Un completo.

Y, por supuesto, hay unxs chicxs majísimxs.

Publicado por: thaiseinark
Publicado: 04/10/2023 01:17
Visto (veces): 135
Comentarios: 2
A 12 personas les gusta este blog
Comentarios (2)

rjmencey | 11/10/2023 11:18

Que gran relato, engancha hasta el final dulce que dejas... para romper tabús

experimentando51 | 06/10/2023 16:10

Puro vicio y perversion... me encanta.

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