Todos en algún momento de nuestra vida hemos tenido una fantasía con un compañero o compañera de trabajo. Y yo no iba a ser distinto, la veo entrar por la mañana y me ilumina el día con su sonrisa. Deseando que venga con faldita para deleitarme mientras sube las escaleras.
Hace como 10 o 15 años, no se, que nos conocemos, desde que teníamos 20 y pocos años. Nos hemos visto desarrollarnos como personas, formar nuestras familias y todas esas cosas habituales. Pero el deseo se quedó en los 20. Yo ya no soy el chavalito tímido ni ella la chavalita alocada de antes. Para mí en su tiempo era casi inalcanzable, parecía que una diosa de pecas y ojos verdes no estaba para el flaco.
Todo eso quedó atrás y compartíamos nuestro día a día en la ofi de manera normal. De vez en cuando nos decíamos un cortés piropo, o nos fijamosbamis cuando íbamos al peluquero, nada más .
...
Ese día subí a su oficina a revisar unos albaranes. Abrí la puerta, entré, y me la encontré cantando mientras hacía su trabajo. Sonrió bajo el volumen y mientras cantaba la última estrofa cogí una silla y me senté a su lado.
Empezamos a revisar los documentos, y mientras ella escribía con un boli dorado me di cuenta de que se había hecho manicura nueva. Se dio cuenta de mi despiste e interrumpió el trabajo, enseñando e sus manos me dijo:
-mira que bien me las dejaron, me las hice ayer, te gustan?
Claro que me gustaban, si habia perdido el norte mirándolas. Continuamos el trabajo. Extrañamente cada vez estábamos más cerca el uno del otro, nuestros brazo y hombros se rozaban. Nos entorpeciamos en nuestros movimientos pero no nos molestaba. En nuestra conversación también empezamos a tocarnos mientras gesticulabamos, la tipica mano en el hombro, en la pierna... Perdí el norte, la noción del tiempo, la cordura. Estaba disfrutando de cada momento de ese trabajo.
De repente, en esa gesticulación casual me todo la pierna. Creo que se dio cuenta de que me había puesto "contento". Me miró a los ojos, sonrió y me acarició la mejilla. Más nervioso me puse. De repente como si de un acto reflejo se tratará mi mano apareció en su hombro, y eso dio pie a que su otra mano fuera a abrazar mi cuello y enredados los dos nos dimos un primer beso, como para tantear la situación. Viendo que no fue incómodo empezamos a besarnos de manera irracional.
Beso tras beso la situación se fue calentando cada vez más. Pasamos de estar cada en su silla a compartir su mesa, esparciendo bolígrafos, papeles, teclado y todo lo que se pusiera en nuestro paso. Nos tocabamos, parecía que ya teníamos planeado donde iban a tocar nuestras manos, como si en algún otro momento ya lo hubiéramos hecho en alguna fantasía.
Quiso quitarse la camisa, pero la detuve. Su ofi es muy transitada, va mucha gente allí. Disimulando los más que podíamos, ella con la cara roja de la exitacion y yo con la ropa media desecha subimos a mi oficina, que allí casi nadie sube.
No veía el momento de llegar. De hecho no llegamos, nada más salir de la vista de la gente desatamos de nuevo la pasión, apollandonos en las paredes del pasillo que llevaba hasta mi sitio.
Entramos, y ya tenía algunos de los botones de su blusa desabrochados. Me separé un poco de ella y mirándola a los ojos me desabroche el cinturón. Luego desabroche el botón y baje la cremallera. Me acerqué a ella y le bajé su pantalón, para luego subirla en mi mesa. Nos volvimos a besar y desatar la pasión y fue ella quien descubrió mi pene de su escondite y con sus preciosas manos cuya manicura desencanedo esa locura se lo metió en el mejor sitio que recuerdo haberlo tenido nunca.
No voy a explicar cómo nos corrimos, pero si el recuerdo de su perfume, sus pequeños tatuajes ocultos al resto del mundo, el recuerdo de la suavidad de sus caderas y esa energía que nos quedó de aquel momento que hace que los lunes sean días especiales.