Siempre me decías que te encantaba comer (me), saborear cada poro de mi piel sin dejar ninguno por saborear y lamer.
Siempre me decías que mi cuerpo era como un manjar, de esos que empiezas a degustar con la esperanza de que nunca se fuera a acabar.
Yo te escuchaba atentamente, observando esa mirada que hablaba por sí sola y que conseguía que todo mi cuerpo disfrutará.
Sin hablar te rogaba que me desnudaras nada más comenzar, que comieras todo de mí antes de que otro viniera a probar, que me regalaras la mejor noche que nunca pudiera olvidar.
Siempre me decías palabras bonitas y sucias a la vez, mientras de tu boca se escapaba mi preferida, la que me hacía desvariar y amar. Esa que empieza por p y termina por a, puta, me encantaba escuchar porque más zorra me hacía transformar.
Hacías que mi cuerpo temblara, que una vez al orgasmo llegaba mis piernas cerrara deseosa de que ese momento jamás acabara.
Me hacías tuya, me volvías dura, me atrapaba la lujuria... Nunca lo dejes de hacer porque sabes que con un simple roce en mi piel, me haces enloquecer.