Cada noche lo esperaba, como quién espera que llegue el atardecer para nunca desaparecer.
Deseaba leer un "hola" o un "cómo estás", que nada más mis ojos mirar me hacía humedecer, no solo mi cuerpo sino también mi mente, de una forma que me hacía enloquecer.
Sentía una conexión cada vez mayor, que solo conseguía aumentar el enganche que una vez comenzó. Un enganche que empezó de repente, sin esperar, pero al mismo tiempo pienso que fugaz. Como se sintió, en cualquier momento puede desaparecer, y a pesar de a veces producirme un profundo desconcierto en mi ser, deseo que no se esfume jamás y que continúe invadiendo mi sexo y mi placer carnal.
Su voz me estremecía, su voz me volvía loca y deseosa de todo lo que me decía ofrecer. Una delicada y tierna humedad que, sin querer o queriendo, tal vez, también mojaba enmedio de mis muslos, mis tetas y su boca quería lamer.
Cada letra que lograba leer, cada palabra que escribía conseguía algo diferente cada vez. Un gemido salir, una sonrisa sutil o una respiración agitada y entrecortada que me gustaba y que no quería que nunca acabara.
Era él, el ser más misterioso que he podido conocer y al que jamás renunciaré.