Después de un par de semanas hablando por Tg nos decidimos a quedar.

Después de un par de semanas hablando por Tg nos decidimos a quedar.

Las conversaciones eran variadas, desde trabajo hasta experiencias sexuales, fantasías o simplemente como había ido nuestro día. Sin contar las veces que nos calentábamos diciéndonos lo que nos haríamos mutuamente.

El día D llegó, y con mis nervios e inseguridades (no me considero un tío guapo ni atractivo) me subí al coche y conduje, pensando como sería ese momento que nos aguardaba, sabiendo que ella también estaba nerviosa.
Al llegar, me envalentoné, y como pude guardé mis nervios. Al abrirme la puerta, la encontré con un blusón que le tapaba lo justo, y que al caminar permitía ver parte de sus nalgas y su braguita.

Estuvimos hablando un poquito, de pie junto a la puerta, hasta que me llevó al dormitorio. Me senté en un sillón de lectura que tenía junto a la cama, mientras ella hacía lo mismo en el borde de la cama justo a mi lado. Seguimos hablando de diferentes temas, mientras por dentro nos moríamos de ganas por tocar al otro, pero los nervios nos estaban frenando demasiado.

En un momento, le acaricié la rodilla (me impresionó la suavidad de su piel) y le pregunté si quería un masaje. Su mirada lo dijo todo y sin articular una palabra, colocó su pie sobre mi rodilla. Con delicadeza empecé a acariciar su pierna sin sobrepasar la rodilla, iba haciendo presión con mis pulgares desde el empeine a la rodilla y vuelta, al mismo tiempo que con el resto de los dedos hacia lo mismo en el gemelo. Al cabo de un rato cambió la pierna, y seguí en la misma línea, mirándola a la cara de vez en cuando, comprobando que, con los ojitos cerrados, estaba disfrutando el roce de mis manos en su piel.

Le pregunté si quería que siguiera el masaje en su espalda, su respuesta fue inmediata, SÍ.
Se levantó de la cama, abrió un cajón de la cómoda y cogió una botella de aceite Johnson, la cual me entregó al mismo tiempo que se quitaba el blusón dejando ver sus preciosos pechos, para, a continuación, acostarse boca abajo en la cama, únicamente con su braguita. Una vista espectacular.

Puse un chorrito de aceite en mis manos y empecé a masajear la parte superior de la espalda, y concentrándome en sus hombros, cuello y brazos. Procurando no pensar que tenía una chica prácticamente desnuda para mí, e intentando que se relajara, empecé a bajar mis manos a la parte baja de la espalda, sin sobrepasar el límite que marcaba el elástico de aquella braguita roja y negra, con bordados de encaje negro en sus bordes. En ese momento, fue cuando me percaté que su respiración ya no era de relax, sino que se había acelerado y dejaba escapar algún que otro gemido. Justo ahí comprendí algo que me había comentado sobre la sensibilidad de su piel, y juro que es una de las sensaciones más agradables que se puede experimentar.

Luego de recorrer su espalda completa durante un buen rato, sin sobrepasar nunca el límite establecido por su braguita, y sentir su respiración agitada, decidí que era el momento de pasar el masaje en las piernas, por lo que me coloqué a los pies de la cama, y con una mano en cada gemelo, comencé nuevamente a recorrerlos, haciendo presión con los dedos, mientras me deleitaba observando aquella braguita, que ocultaba todo lo que deseaba tocar, y escuchando aquellos gemidos que iban en aumento y me estaban volviendo loco. Llegó el momento. Empecé a masajear sus muslos, y mis manos, bañadas de aceite, querían llegar hasta sus nalgas, en realidad no solo mis manos, yo al completo, y sabía que ella también lo estaba deseando, por los ligeros movimientos que hacía para acomodarse acercándose a donde yo me encontraba. Al pasar mis manos por el interior de sus muslos, ella separaba las piernas, como suplicando que la tocara, que ya no aguantaba más aquel juego, pero aun sabiendo lo excitada que estaba, quería que lo estuviese más. Podía notar en mis manos el calor que desprendía su entrepierna cada vez que me acercaba, procurando no rozarla en ningún momento.

Finalmente decidí que ya era hora de ir subiendo más la temperatura, cosa prácticamente imposible, porque ella ya estaba que quemaba, y comencé a pasar las manos por sus nalgas, todavía recuerdo su gemido al notar el roce, una autentica delicia para mis oídos. Proseguí con el masaje desde las nalgas a los muslos, pasando por el interior de ellos, hasta que, en un momento, que no se me borrará de la memoria, se colocó en cuatro, subiendo ese culazo increíble que tiene, mostrándome como un hilillo de sus jugos había traspasado la tela de la braguita y pendía de ella.
En la misma posición le quité la braguita. Que maravilla contemplaban mis ojos, ese culazo que me pedía caricias, y unos labios mayores que brillaban por la humedad que los cubría y me gritaban que los lamiera. Haciendo un esfuerzo mayor a todos los anteriores, no me lancé a devorar ese dulce manjar que tenía ante mí, sino que volví a las caricias, y a deleitarme con los gemidos y la respiración entrecortada que ella seguía regalándome.

Poco a poco mis dedos empezaron a rozar sus labios, y pude comprobar, ahora sí, lo realmente húmeda que estaba. Sus gemidos iban en aumento. Tras varios minutos de sufrimiento para ambos, en los que simplemente acariciaba su vulva y su pubis, deslicé mi dedo corazón entre sus labios mayores (una sensación indescriptible) despacio, notando como se iban separando, hasta llegar a su clítoris. Justo en ese momento, uno de sus gemidos pasó a ser un ligero grito de placer. Tengo que reconocer que me excita muchísimo disfrutar el placer de mi pareja de juegos, y no se quien estaba disfrutando más, si ella o yo.

Por haber aguantado tanto rato de caricias sin pedirme en ningún momento que la tocara directamente, permitiéndome disfrutar cada momento del encuentro, ya se lo merecía todo.

Comencé a estimular su clítoris, totalmente lubricado por sus fluidos, de forma muy suave, sin hacer prácticamente ningún tipo de presión. Sus gemidos y sus gritos ya eran el hilo musical del dormitorio. Mientras una mano la tenía ocupada masturbándola, con la otra seguía acariciando sus nalgas, espalda y muslos. Empecé a jugar con 2 dedos alrededor de su clítoris, y una o dos veces los deslicé hasta la entrada de su vagina, pero sin introducir ninguno. Era como estar en el cielo, pero con el calor del infierno.

No aguantó mucho. Sus gritos eran lo único que se escuchaba hasta que, para mi sorpresa, escuché un ahogado “me voy a correr”, y vaya si se corrió, pero no paré mas de un par de segundos, mis dedos querían seguir aprovechando la lubricación que ella proporcionaba para seguir masturbándola. Perdimos la cuenta de los orgasmos que tuvo de esta manera. Y ahora era yo quien no aguantaba las ganas de saborearla. Me coloqué bien detrás de ella, y ahora era mi lengua la que recorría sus nalgas, bajando poco a poco hasta llegar a sus labios, carnosos y empapados, un manjar de dioses, los recorrí despacio, disfrutando su sabor, y nuevamente sus gemidos, que me ya me pedían que no diera tanto rodeo para llegar a ese precioso clítoris, deseoso de lengua. Y llegué, y nuevamente un grito, sigo sin saber quien estaba disfrutando más. Ese clítoris hinchado, palpitante pasé mi lengua de arriba a abajo, de un lado al otro, haciendo círculos, a veces muy suave, otras veces con más intensidad, lo succionaba perdí la noción del tiempo, no se cuantas veces más se corrió, lo que si se es que mi boca sabía a ella, y la mitad de mi cara estaba empapada, cuando se apartó, se dio la vuelta y me dijo “ahora me toca a mí”.

En ese momento nos dimos cuenta que yo todavía estaba vestido, no me había quitado nada de ropa. Me quité la camiseta mientras ella desabrochaba el cinturón. La ayudé con los botones del vaquero, y ya siguió ella. Sentada al borde de la cama y yo de pie frente a ella. Me bajó los pantalones y los calzoncillos, cogió mi pene, y se acercó lentamente hasta introducirlo en su boca, mientras de la mía salió un “JODER”.

Jugó con su boca y su lengua sobre mi pene, succionando, introduciéndolo todo lo que podía, con sus manos acariciaba mis testículos me estaba volviendo loco. Yo de pie, me temblaban las rodillas, mantenía el equilibrio a duras penas, mientras ella seguía jugando conmigo. Después de un ratito así paramos, terminé de quitarme la ropa y me tumbé en la cama. Ella se colocó en cuatro, pero lejos del alcance de mis manos, y volvió a centrarse en mi pene. Lo recorría de arriba abajo con su lengua, lamía los testículos, volvía a la punta y la introducía poco a poco en su boca. Me estaba llevando al cielo. Su delicadeza al hacerlo era una gozada, pero al mirarla a la cara, y ver que ella estaba disfrutando lo que hacia tanto como yo disfrutaba cuando se lo hacía a ella es otro nivel de excitación. Sus manos desaparecieron de mi cuerpo para utilizar únicamente su boca. La introducía hasta que ya no entraba más y forzaba para sentirse aún mas llena de mí. En ese momento, y sin poder controlarlas, mis caderas empezaron a moverse, ella paró sin sacarla de su boca, y ahora era yo quien le follaba la boca hasta la garganta. Tras un rato de una de las mejores mamadas que me han dado, paramos. Ella se tumbó boca arriba para descansar, pero no se lo permití.

Empecé a jugar con sus pezones, y volvieron los gemidos, los chupaba y lamía, mientras mi mano se fue directamente a su clítoris, que seguía hinchado y pidiendo guerra. Fui bajando del pecho a su pubis muy despacio, recorriendo todo el camino con la lengua. Al llegar al pubis lo besé, mordisqueé y lamí, para luego ir al encuentro de su clítoris. Y volvió la banda sonora del dormitorio en todo su esplendor. Esta vez me pidió que introdujera los dedos, que no lo había hecho en ningún momento si hasta ahora todo había sido una locura de placer, esto ya era lo más de lo más, sentir como su vagina se iba abriendo al paso de mi dedo, envolviéndolo de ese calor incomparable y esa humedad deliciosa. Mientras mi lengua seguía dedicándose al 100% al clítoris, mi dedo intentaba encontrar su punto G y jugaba con la pared anterior de su vagina. Volvió a correrse, una y otra y otra vez, y volvimos a perder la cuenta.

Cuando ya no podía más, ella, porque yo no hubiera parado de comerla, intercambiamos nuevamente los papeles, y ahora era yo quien gozaba de su boca y su lengua. Seguía flotando en mi nube de placer mientras ella disfrutaba, se le veía claramente en la cara, recorriendo mi pene, succionando, introduciéndolo más allá de donde realmente podía. Me tenía completamente extasiado, cuando le dije que no aguantaba más, que me iba a correr pero no se apartó, siguió como si no me hubiera escuchado, hasta que por fin exploté. Me quedé completamente en blanco, mi cuerpo se relajó como si me hubieran anestesiado. Y ella como buena golosa, no derramó ni una gota de mi semen, con su lengua terminó de recoger los restos del goteo posterior y se derrumbó en la cama a mi lado.

Cuando nos recuperamos un poquito, nos dimos cuenta que, con todo lo que habíamos hecho, no nos habíamos dado ni siquiera un beso. Cosa que solucionamos sobre la marcha, compartiendo nuestros propios sabores en la boca del otro.

Esta fue la primera vez de unas cuantas más que hemos vivido, y lo que nos queda por expermientar.

Muchas gracias mi niña linda!!

Publicado por: memphis
Publicado: 02/08/2024 14:32
Visto (veces): 385
Comentarios: 3
A 20 personas les gusta este blog
Comentarios (3)

rjmencey | 06/08/2024 10:50

Bien relato... contenerse con tantas ganas y hacer explotar una y otra vez ...

toni35 | 05/08/2024 19:40

Muy buen relato y muy buen trabajo

memphis | 05/08/2024 20:28

Gracias!!

euforiaeterna | 05/08/2024 14:39

Está cita se le llama CITA en todos los aspectos... Morbo, educación, respeto y saber tratar a una mujer. Felicidades a ti y la chica que tuvo la suerte de conocerte.

memphis | 05/08/2024 14:47

Muchas gracias!! Suerte tuvimos los dos

euforiaeterna | 05/08/2024 14:48

Ojala muchos fueran como tú, al tratar así a una mujer. FELICIDADES.

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