Rompiendo mis normas

Rompiendo mis normas

Una de mis funciones dentro de mi trabajo es atender ocasionalmente público cuando se me requiere, en esta ocasión tuve que atender a un hombre que rondaría los 50 para resolver una serie de dudas y preguntas que traía apuntadas con una preciosa caligrafía, en todo momento se mostró muy respetuoso, educado y en ningún momento me dio pie a nada que se pudiese malinterpretar o doble sentido. Cuando ya estaba casi terminando me pregunta una de mis compañeras si me ayudaba por la complejidad de alguna de las preguntas que me planteaba, le dije que no hacía falta puesto que ya estaba terminando y salía a desayunar. Hasta ahí todo normal.

A los 2 ó 3 minutos de salir este hombre por la puerta, salí yo también y cual fue mi sorpresa cuando me lo encuentro en los alrededores de mi centro de trabajo. Me comenta que como le había atendido muy bien, si le permitiría invitarme a desayunar, me pilló bastante descolocado sin saber como decir que no de una forma educada y respetuosa, nunca me ha gustado mezclar el trabajo con mi vida personal, la verdad es que era tan educado y amable que no pude decir que no, aunque le dije que solo sería un cortado, nada más. Es verdad que estaba muy bien, vestido con un polo y pantalón de marca y unos tenis impolutos, llevaba una barba corta y muy arreglada. Estuvimos con una conversación de lo más amena y como ya he dicho discreto y muy educado, me preguntó cuánto tiempo llevaba desempeñando mi trabajo, la experiencia que tenía, no siempre es fácil tratar con público. Le interrumpí entre sonrisas diciéndole creo que sé donde quieres llegar y sonrió en plan me han pillado. Igual he sido demasiado directo, me dice; pero si te parece, podemos hablar con un poco más de tranquilidad en otro momento me gustaría conocerte mejor si quieres; y me lo suelta así sin saber yo qué decir. Apenas atisbé a decir, podría ser; la verdad que el hombre estaba muy bien y a nadie le amarga un dulce, terminé el cortado y me volví a la oficina dándole vueltas a la cabeza. Es verdad que ninguna norma me lo prohíbe, pero no me parecía muy ético.

Ahí quedó todo hasta que una tarde iba caminando por la calle La Carrera de La Laguna me lo encontré, nos saludamos, me dio la mano y me preguntó si me apetecía tomar una cerveza, la verdad que al no estar en horario de trabajo y ser una persona tan agrdable le dije que sí, por qué no. Nos sentamos en una terraza cerca de la catedral y comenzamos a hablar un poco de todo y de nada hasta que yo empecé a sonreír de una forma que vio que lo que yo quería era que fuese al grano, pero ese primer paso no lo iba a dar yo; así que me dijo que le había gustado mucho y que si había alguna posibilidad de conocernos un poco mejor (diplomático hasta el final), por supuesto mi trabajo quedaba al margen de todo y que él era una persona muy discreta en su vida. En aquel momento me dejé llevar a pesar de que nunca mantengo relaciones con gente de mi entorno laboral, porque luego se acaba malinterpretando todo y no suele acabar bien.

Como vivía muy cerca, nos fuimos a su piso y allí me preguntó si me apetecía tomar algo y le dije que me encantaría conocer el dormitorio, total ya no tenía nada que perder... Me cogió de la mano y me llevó hasta allí, me acarició con su mano derecha mi cara hasta el cuello y me dio uno de los mejores besos que jamás haya recibido, me dejó extasiado por completo. Yo respondí de la misma manera; me descalcé y comencé a quitarme la camisa, él hizo lo mismo. Comenzamos a jugar con nuestros pezones mientras nos besábamos. Le solté el cinturón de su pantalón mientras se descalzaba y le desabroché la bragueta, llevaba unos bóxer muy ajustados con un bulto enorme y húmedo que destacaba muchísimo. Él hizo exactamente lo mismo, me desabrochó el pantalón y me lo bajó, yo llevaba un slip muy ajustado también que me marcaban mucho el paquete y el culito. Enseguida comenzó a meter su mano dentro de mi slip por el culo, no pude resistirme e hice lo mismo, a continuación llevé mi mano derecha hacia su paquete, palpando unos huevos muy suaves y una polla muy húmeda, no pude evitar bajar el bóxer para verle completamente desnudo, a continuación yo me quité el slip. Nos terminamos de quitar los calcetines y nos fuimos a su cama. Allí comenzó a meterme mano y a besarme con mucha pasión para a continuación comerme la polla que me estaba babeando como nunca, Mi mano estaba totalmente húmeda porque a él también le babeaba la suya muchísimo. Pasé mi lengua por mi mano con su precum y a continuación comencé a chupar su polla con ese cabezote babeando.

Nuestras miradas con sonrisa eran cómplices de como estábamos disfrutando, decidimos hacer un 69, disfrutaba como me la comía y él disfrutaba como se la comía, era maravilloso lo bien que me comía los huevos y como me gustaban los suyos tan suaves sin nada de vello, estuvimos alternando el sexo oral con unos besos increíbles, me encantaba como ponía su polla entre mis nalgas y sé que también disfrutaba cuando yo se lo hacía jugando con mis dedos en sus pezones. Llegó un momento en que el grado de excitación era tan grande que junté las dos pollas para masturbarlas juntas y corrernos a la vez. Enseguida me dijo: quiero que te corras en mi boca y me des toda tu leche, y así lo hice; me corrí dentro de su boca soltando varios trallazos, y le dije que yo también quería toda su leche y me la dio en la boca, fue tanta que se me salía por la boca, una vez que terminamos me preguntó si me quería duchar y le dije que la única condición es que fuese con él. Nos duchamos juntos, nos jabonamos el cuerpo completo el uno al otro mientras me deleitaba con ese cuerpazo tan bonito y esa polla circuncidada que no podía dejar de mirar y tocar. Se notaba que lo estaba disfrutando tanto como yo. En cuanto nos secamos no pude evitar ponerme su bóxer a ver cómo me quedaba. Es verdad que me quedaba muy bien y me hacía un culo espectacular, pero me gusta mucho más verme con un slip.

Una vez que ya estábamos vestidos, nos dimos un morreo y sí que le comenté que esto tenía que quedar totalmente aparte de mi trabajo, me dijo que no me tenía que preocupar para nada y que si quería podíamos volver a repetir, de hecho me dejó su número de móvil sin que yo tuviese necesidad de pasarle el mío. Es verdad que cumplió su palabra y aunque siempre he tenido ganas de volver a repetir, nunca le llamé ni volví a quedar. Durante algún tiempo estuve nervioso e inquieto por si alguien se enteraba. Alguna vez nos hemos vuelto a ver, y si estábamos solos nos hemos saludado, pero si alguno iba acompañado no nos hemos dicho nada, como dos perfectos desconocidos. Ha sido la única vez que he roto mi propias normas.

Publicado por: discr-tfe
Publicado: 13/08/2024 16:34
Visto (veces): 261
Comentarios: 1
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Comentarios (1)

rui | 15/08/2024 07:03

Qué relato tan morboso y qué bueno salir de vez en cuando de la rutina. Pero respecto a lo de romper tus normas, tal vez deberías plantearte si alguna norma sea demasiado estricta, ahora que ves que en realidad no se tambalea el mundo por quebrantarla... ¿será el momento de ser algo menos cerebral y más pasional? ¿De hacer más caso al corazón que a la pasión?

discr-tfe | 15/08/2024 10:14

Jeje! Quizás tengas algo de razón, pero nunca me ha gustado dar que hablar en el trabajo. Con ganas de volver a verte de nuevo. 😉😋

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