Me la encontré paseando entre la Avenida Desamor y el Paseo de la Pasión, es uno de esos cruces que rehúyes porque solo emana dolor de sus callejones, soledad entre los cartones de las almas que allí habitan y jeringuillas de "egoína" esparcidas por las aceras.
La vi haciendo zigzags entre la multitud, cargada con una mochila repleta de decepciones, propias
y ajenas.
Las zapatillas con las decisiones desatadas que le hicieron tropezar, cayendo en brazos delincuentes.
La mascarilla bien puesta, defendiéndose del virus y los besos.
La vi saltándose semáforos en ámbar, queriendo decirnos que, en caso de duda, siempre iba a acelerar.
Que, parece, pero no es lo mismo que pisar el acelerador, por aquello de los que lo hacen con el freno de mano echado.
Pero ella no entendía de coches, solo quería correr (se)
La vi huir, esconderse, arroparse en los libros, en la música, en la seducción, en la pasión, en el morbo.
Llevaba en sus ojos una de esas sonrisas que no olvidas, ni en siete vidas.