Suena el despertador, abro los ojos y lo apago. Me quedaría en la cama más tiempo pero debo prepararme antes de que llegue el primer paciente de la mañana. Preparo café mientras me doy una ducha rápida y fría para despertar del todo. Organizo todo y hago mis estiramientos antes de que llegue el cliente. Hoy vendrá Juan, un deportista que ha pedido un masaje descontracturante. No es la primera vez que viene. Es amable, sociable y correcto. Pero la verdad es que cuando doy este tipo de masaje acabo con el cuerpo molido sino he estirado antes.
Suena el timbre, Juan entra y dejo que se desvista y tumbe en la camilla como siempre. Mientras tanto, voy a por mí móvil para poner una música acorde a la sesión y de paso lo pongo en silencio. No me gusta que me interrumpan con llamadas ni mensajes a mitad de un masaje. Sin embargo, cuando voy a hacerlo, veo que Héctor me ha escrito.
-¿Tienes cita para esta tarde?- Me gustaría repetir el ultimo masaje que me diste, tengo el cuerpo destrozado.
No me esperaba este mensaje, pues ha tardado más de dos semanas en dar señales de vida y después del masaje con terminación lingam que le practiqué, no sabía si se había sentido cómodo como me había dicho o solo intentaba hacerme creer que sí.
Como Juan está esperando decido contestarle más tarde.
Realizo bien mi trabajo, pero paso la hora que dura el masaje recordando a Héctor y su atractivo cuerpo.