Combatiendo el insomnio

El calor llevaba varias noches sin dar tregua y el cansancio se acumulaba después de varios días sin dormir lo suficiente. Se despertó con el pelo húmedo detrás de la nuca y unas gotas de sudor mojaban ligeramente los pliegues bajo sus pechos. Decidió levantarse y deambular un poco por la casa, abrió el grifo del agua fría y se mojó suavemente la cara, sintiendo inmediatamente un frescor de lo más agradable. No tenía sueño y tampoco debía madrugar, así que cogió el móvil para cotillear un rato, abrió la página y comprobó que tenía nuevos mensajes sin leer. Entre todos ellos, se fijó en un pseudónimo, el de alguien que la tenía un poco revolucionada desde hacía días, de quien sabía lo justo y necesario, pero que la había seducido por su forma original y divertida de romper el hielo, y desde entonces, las charlas se habían intensificado. Era difícil saber quién era quién en aquel juego donde la seducción y el morbo acaparaban toda la atención, así que cuando alguien se presentaba con un poco más de elegancia sin ir al grano, a lo meramente carnal, iba un paso por delante del resto de perfiles que probaban suerte con palabras sueltas y aburridas o con la foto de su pene erguido en primer plano.

Abrió el mensaje sin mucha esperanza de continuar la conversación que había quedado pendiente. Era muy probable que él estuviera descansando plácidamente, pues no todo el mundo alargaba la noche tanto como ella. Le escribió unas frases cortas y rápidas y para su sorpresa, un mensaje de vuelta. Vaya, no era ella la única insomne esa noche.
Empezaron a charlar con el peculiar sentido del humor que salpicaba cada una de sus conversaciones, a jugar con el lenguaje para trasladar al otro a terrenos donde es fácil despertar los demonios que incitan al pecado. La magia de las palabras que seducen dejando volar la imaginación. Que fácil resulta quitarse la ropa cuando primero se desnuda la mente, que es donde comienza la verdadera conexión. Si muchos de aquellos perfiles que le escribían a diario tuvieran en cuenta que el mejor sexo comienza en la cabeza, cuando acaricias sus pensamientos incitando a imaginar las escenas más morbosas, sacarían más provecho.

Después de un rato de charla, el calor había vuelto a invadir su piel aunque ahora era un calor por dentro, un calor que necesitaría algo más que unas gotas de agua fría para refrescar el cuerpo. Había otras zonas húmedas además del cuello. La conversación los había hecho fantasear con escenas tan prohibidas como deseadas. Estaba completamente excitada, sentía esas cosquillas que acarician por debajo del ombligo, esa desazón que comienza a efervescer entre las piernas cuando tú sexo se desborda de deseo. Los pezones duros querían atravesar la delicada tela de raso que los cubría y sin darse cuenta estaba apretando las piernas como tratando de evitar que el deseo saliera de allí descontrolado, pero hay cosas a las que por más que uno se intente resistir tienen que seguir su cauce. No se puede ir contra natura cuando tu sexo palpita descontroladamente como un caballo salvaje que ha perdido el control.

No recuerda si fue él o fue ella, pero en un momento dado se habían intercambiado el número de teléfono y hablaban en voz baja, como susurrándose las ganas que tenían en ese preciso momento de echar un polvo de esos que te renuevan hasta las ganas de vivir. Estaban cerca, apenas 15 min de distancia. Se tenían ganas y estaban muy excitados. No se anduvieron con más rodeos: -"¿Vienes tú o voy yo?"- se sorprendió preguntándole. –“Desde mi ventana se ve el mar y me encantaría follarte con esas vistas al frente”-. "En 20 minutos estoy ahí, espero que me recibas con las mismas ganas que tienes en este momento de follarme”- Y sin más preámbulos, se puso un suave vestido largo y salió por la puerta a encontrarse con él, a apagar el fuego que ardía entre sus piernas con el mejor extintor que había visto en los últimos tiempos a través de algunas fotos que intercambiaron.
Con el morbo pisándole los talones, el deseo de vivir una experiencia nueva y liberar todo el deseo contenido y, sobre todo, con las ganas de hacer realidad la fantasía de follar con aquel casi desconocido que intuía, sabía muy bien cómo hacer disfrutar a una mujer.

Con los nervios propios de la situación, pero con más ganas que miedos, llegó a su casa y no tuvo ninguna duda de que saldría de allí muy bien follada porque cuando lo vio, tuvo claro que no le apetecía estar en ningún otro lugar del mundo en ese momento. Le ponía muy cachonda la combinación de inteligencia y desfachatez con la que gestaban todas sus conversaciones hasta llevarlas al punto donde querían estar. Pero esta vez, ese punto sería real.
La llevó a un apartamento que estaba en obras; luz tenue, una habitación improvisada en un salón destartalado, música de fondo y una ventana con vistas al mar en una planta alta. Hacía muchísimo calor y su primer impulso, fue el de apoyarse contra el alféizar de la ventana para comprobar las vistas mientras, sin preámbulos, ya él le había quitado el vestido bajo el que sólo había un tanga de encaje negro. Empezaron a besarse por todos los rincones del cuerpo, ambos ya desnudos, le gustaba mucho lo que veía. Tenía un cuerpo muy bonito, quien tuvo tuvo retuvo según cuentan, y estaba claro que él había tenido mucho y seguía conservando la esencia. Un cuerpo que la tenía super cachonda y que por fin iba a ser solo para ella durante los próximos minutos o quizás horas. En aquel apartamento se percibía la mezcla de nerviosismo con el morbo de lo prohibido e inesperado; la contención con el deseo que se desata, los instintos sexuales más primitivos y salvajes.
Aquella habitación con vistas al mar, podría perfectamente haber servido para rodar una escena pornográfica. Después de recorrerle el cuerpo con la boca, comenzó a comerse aquella polla completamente dura, grande, gruesa. Tenía una polla de esas que no decepcionan. La besó, la acarició, pasó su lengua por todo el glande, saboreó las gotas de gusto que mojaban su capullo. Disfrutó con el deseo que se reflejaba en su cara mientras se la comía como si fuera la última polla del mundo. Había ido a follar y que se la follara, había decidido dejar en casa todos los complejos y refinamientos para que el sexo y el placer en estado puro, fueran los únicos protagonistas.

Todo transcurría rápido pero sin prisa. Besos, tocamientos, deseo, calor, más calor, sudor... y de pronto, su lengua rozando todo su sexo. Su clítoris rosado, hinchado por el deseo, tumbada con las piernas abiertas mientras observaba cómo su cabeza se perdía entre ellas. Empezó a comerle el coño, a jugar con sus labios, a introducir los dedos en su vagina. Su lengua se expresaba tan bien que era capaz de hablar en todos los idiomas pero ella sólo era capaz de gemir y pedirle que no parara. Puso su mano en la cabeza para apretarlo aún más fuerte contra su sexo. El movimiento de su lengua saboreando su coño ardiendo le provocaba sacudidas de gusto y por mucho que intentaba alargar aquel momento tan de éxtasis, no pudo contenerlo más y se corrió en su boca. Gimió como si nadie pudiera escucharla, mientras el orgasmo la sacudía con fuerza. Una corriente de placer recorrió su cuerpo de arriba a abajo. El estaba más cachondo si cabe tras ser testigo de cómo retozaba de gusto, deseando follársela de todas las maneras posibles. Cuando ella volvió a apoyarse en la ventana, con las piernas temblando, buscando un poco de brisa para recuperar el aliento, la cogió por detrás y agarrándola del pelo, la penetró de tal manera que ella empezó a revolverse en su polla mientras él la embestía con fuerza, sujetándola fuerte para que no saliera disparada por la ventana, con el morbo de estar follando desnudos de pie frente al mar, quizás con alguna mirada desde la playa posada en la ventana por la que se veían perfectamente sus cuerpos desnudos danzando al mismo compás.

Su respiración agitada cerca de su oído, los cuerpos pegados húmedos de sudor, la giró contra sí y ella sólo atinó a decir: -"Fóllame tal y como queríamos porque a eso he venido"-. La tumbó boca abajo y le abrió las piernas para follársela mirando su culo, disfrutando de aquellas nalgas redondas y carnosas, sus caderas llamativas y un culo prominente, de esos que invitan a dar unas buenas palmadas y agarrarlo con fuerza.
Como un perro incapaz de soltarse de una perra en celo siguió follándosela, contemplando la vista, cogiéndola del pelo a través de una coleta improvisada, intercalando embestidas cortas y largas, llegando hasta lo que ella llamaba "el tope". Se había despertado su parte más animal y por segundos la penetraba con tantas ganas e intensidad que no sólo llegaba al tope, sino que tenía que luchar para evitar que su leche saliera disparada. La play list llevaba mucho rato sin escucharse porque los gemidos sobresalían por encima de cualquier canción, convirtiéndose en la banda sonora de un polvo memorable. Paró un poco porque estaba a punto de correrse y la puso boca arriba, subiéndole las piernas a sus hombros. Agarró su cintura y la apretó contra sí. Empezó otro baile en el que metía y sacaba la polla cada vez más rápido, en el que ella se dejaba llevar por el ritmo hasta que sus miradas se quedaron fijas y ya no hubo manera de parar el torrente de semen que estaba a punto de salir disparado. "Córrete para mi”-"le dijo ella. "Córrete conmigo"-respondió él. Y en ese momento se estremecieron de placer en un orgasmo tan deseado por ambos, que ni planificándolo podría haber superado las expectativas de aquella noche.