A buceta mais quente

Era una noche de verano, ya casi de madrugada, y yo disponía de unas horas libres. Yo ya iba camino de su casa cuando le pregunté si quería que fuera a buscarla para pasar un rato juntos. Por suerte aún estaba despierta y me dijo que iba a prepararse mientras yo llegaba.
De camino a su casa ya iba poniéndose mi polla bastante contenta. Yo creo que ya sabía lo que le esperaba.
La avisé para que bajara y apareció con un vestido sencillo pero ceñido. Nada más subirse al coche nuestros labios y nuestras lenguas se saludaron.
Quedamos en ir a un mirador cercano a su casa donde no suele haber gente de noche. Aunque el trayecto no es muy largo ya empezamos a jugar. Yo sabía que ella no llevaba ropa interior así que metí mi mano derecha entre sus piernas para jugar con su buceta (coñito) y su clítoris. Nada más tocarlo puede comprobar que estaba muy húmedo. Luego me metí los dedos en la boca para saborearlo. Tenía un sabor delicioso.
A ella también le gustaba jugar con la palanca de cambios. Todo el trayecto iba sobando mi polla para que estuviera bien dura, jugando con mi capullo que ya estaba muy mojado.
Como el trayecto era corto no le dio tiempo a portarse mal. Muchas veces le gustaba hacerme sufrir e iba mamando mi polla mientras conducía. Qué difícil es concentrase en la carretera jeje.
Al llegar al mirador aparcamos en un lado de la carretera, en una zona bastante oscura, y nos pasamos a los asientos traseros. Por suerte, el coche es grande y se reclinan bien los asientos, quedando espacio suficiente para jugar.
Ya desnudos comenzamos a devorarnos con pasión, jugando con nuestras lenguas, con sus pezones, acariciando todo su cuerpo. Nos encanta disfrutar el uno del otro.
Yo me senté en el sillón y ella se sentó sobre mí, frente a frente. Mientras nos besábamos ella agarró mi polla con su mano y empezó a introducirla en su coñito húmedo.
La sensación fue indescriptible. Aquella noche su vagina estaba ardiendo. Jamás había sentido nada igual. Si ya de por sí su coño estrechito da mucho placer, el placer era inmenso con tanto calor.
Empezamos a follar, subiendo y bajando despacio, empujando con fuerza al final para que la polla se expanda bien dentro y mantenerla así unos segundos.
Mientras yo le apretaba sus pezones, le acariciaba su espalda y la besaba. La abrazaba con fuerza y la empujaba bien hacia abajo para clavársela bien dentro. Otras veces la agarraba del pelo mientras lo hacía.
Sus orgasmos no tardaron en llegar. Uno tras otro. Es una delicia sentirlos junto a ella, oír sus gemidos, sus aullidos.
Perdiamos la noción del tiempo cuando estábamos así. Solo sé que ya tenía las piernas dormidas, pero no podía parar.
Nuestros cuerpos juntos, empapados en sudor, al borde del éxtasis.
Cuando ya no podíamos más ella quería que yo terminara. Sabe muy bien como hacerlo. Se levantó un poco para que solo mi glande quedase dentro y en esa posición lo frotaba suavemente dentro de su estrecho coñito.
Yo no tardé mucho en explotar de placer, no podía resistir más. Aquella buceta tan caliente me estaba matando.
Le dije al oído que me corría, y nuestros cuerpos no paraban de temblar y tener convulsiones. El mundo no existía, solo nosotros.
Nos quedamos tumbados un rato recuperando fuerzas. Acariciándonos, besándonos.
Yo le dije que me había sorprendido lo caliente que estaba ese día su coño delicioso. Tanto es así que después del tiempo que ha pasado sigo acordándome e, incluso, he tenido que contarlo.