Sus cuerpos se acercaron lentamente, como si el tiempo se detuviera para ellos. La tensión en el aire era palpable. Sus miradas se cruzaron, llenas de deseo, y sin decir una palabra, ambos sabían lo que vendría. Él deslizó su mano por su cuello, bajando suavemente hasta su clavícula, y ella cerró los ojos al sentir el calor que su toque le provocaba, cada centímetro de su piel estremeciéndose en respuesta.
Los labios de él encontraron los de ella con una mezcla de suavidad y hambre. El beso fue lento al principio, pero pronto se volvió más profundo, cargado de una necesidad que ambos habían estado reprimiendo. Sus lenguas se entrelazaban, mientras sus cuerpos comenzaban a moverse al unísono, buscando el contacto, el roce que los incendiara por completo.
Las manos de ella exploraron su pecho, deslizándose hacia abajo, sintiendo la firmeza de su cuerpo bajo sus dedos. Él, sin dejar de besarla, la empujó suavemente contra la pared, atrapándola con su cuerpo. Su respiración se volvió más pesada, entrecortada por el deseo que crecía con cada segundo. Las manos de él bajaron por su cintura, acariciándola con una firmeza que la hacía temblar de anticipación.
El calor entre ellos aumentaba, cada roce más intenso que el anterior. Los gemidos bajos de ella llenaban la habitación, mientras él deslizaba sus labios por su cuello, bajando lentamente, saboreando cada parte de su cuerpo. Los dedos de él se hundieron en su piel, trazando caminos invisibles que dejaban su rastro ardiente en cada movimiento. Ella lo jaló hacia sí, su cuerpo clamando por más, por todo lo que sabía que estaba por venir.
El espacio entre ellos desapareció por completo, y lo único que quedaba era la sensación cruda, eléctrica, de sus cuerpos entrelazados, de la piel contra la piel, de los susurros que se convertían en jadeos, en una espiral imparable de placer.
guajetf | 21/09/2024 22:33
Muchas gracias