Aquella tarde salimos de compras como tantas otras veces en los años que llevamos siendo amigas. Antes de empezar nuestro recorrido consumista nos encontramos en nuestra cafetería favorita. Por tu cara al llegar pude percibir que no era tu mejor día. Habías vuelto a tener bronca con tu marido y me confesaste que hacía tiempo que vuestra vida íntima brillaba por su ausencia. ¡Hasta te estabas planteando buscarte un amante! No pude evitar reír por la forma en la que lo planteaste. Para animarte te propuse ir a una tienda de juguetes eróticos que acababa de inaugurarse. No era un amante, pero igual encontrabas algo que te diera gusto hasta que lo encontraras.
Pasamos media tarde metidas en la tienda viendo todo lo que había, desde consoladores más clásicos hasta los artilugios de placer más surrealistas. Entre tantas maravillas salimos cada una con una bolsa bien surtida, charlando y fantaseando lo que haríamos cada una, a solas o acompañadas, con todos aquellos juguetes.
De pronto te llegó un mensaje al móvil. Tras leerlo te quedaste seria, apagada y me preguntaste si tenía planes para ésa noche. Tu marido no iba a venir a cenar, salía con sus amigos. Acepté ir a cenar contigo sin dudarlo, pero como no estabas con ánimos para ir a un restaurante, quedamos en cenar en tu casa cuando acabásemos las compras.
Después de una cena a base de caprichos y una botella de vino excelente, nos sentamos en el sofá a cotillear saboreando un licor y a revisar nuestras compras de la tarde. Empezamos a sacar los juguetes eróticos de las bolsas y a ponerlos en marcha para ver como funcionaban, pasándolos por los brazos para notar la intensidad de sus vibraciones, riendo y fantaseando. La situación empezó a excitarme y te pregunté si no tenías ganas de probarlos. Tus ojos brillaban delatando que también te sentías excitada por la idea.
Encendí uno de los vibradores. Metiendo mi mano bajo tu falda lo acerqué a tu sexo y empecé a pasarlo sobre tus bragas. Te reías nerviosa por la situación. Aparté tus bragas con una mano, puse el vibrador sobre tu clítoris, le subí un poco la velocidad y esperé a que empezaran tus jadeos. Te echaste hacia atrás en el sofá, cerrando los ojos y disfrutando el momento. Verte así me ponía muy caliente y empezaba a desear probar el sabor del coñito de mi amiga.
Aparté el vibrador, te subí la falda, te quité las bragas. Volví a encender el vibrador, lo volví a acercar a tu clítoris y entonces te solté la bomba: "voy a comerte el coño"
Te incorporaste con un brinco. "¡Anda ya!"; me dijiste. "En serio, te lo voy a comer" te contesté. "No será el primero que me coma" afirmé guiñándote un ojo. Hasta aquel día nunca te había hablado de mis gustos bisexuales. "Te voy a comer el coño y te voy a hacer disfrutar. No hace falta que tú me hagas nada, no quiero que te sientas obligada". Fue lo último que te dije antes de abrir tus piernas y empezar a lamer tu coño suave, depilado, húmedo y delicioso.
Me excitaba aún más el hecho de saber que era la primera vez que una mujer disfrutaba del sabor de tu coñito, de chuparlo y juguetear con tu clítoris, de meter la lengua por tu vagina, de provocarte aquellos gemidos y gritos de placer. Lo recorrí todo, desde el clítoris hasta tu ano, donde también dediqué un tiempo a saborearlo y penetrarlo con mis dedos. no dejé un milímetro sin explorar.
Usé mi lengua, mis labios, mis dedos y el vibrador para darte placer. Y te corriste ¡vaya si te corriste! una y otra vez.
Pero mi coño también me pedía atención, así que me bajé el tanga y empecé a masturbarme mientras tú te tomabas un descanso. Entonces surgió tu curiosidad. Querías probar. Te preocupaba si no sabrías hacerlo o si te gustaría. Tomé tu mano en la mía y juntas empezamos a acariciar mi coño. "Imagina que es el tuyo y sigue tú sola" dije mientras retiraba mi mano. Mientras lo hacías te dí a chupar mis dedos para que probases el sabor de mi sexo. Te gustó y los relamiste. Entonces me recosté, abrí mis piernas y tu bajaste tímida pero decidida la cabeza hacia mi entrepierna. Solté un profundo suspiro de placer cuando noté el calor de tu aliento y la suavidad de tu lengua en mi coño.
Ibas despacio, investigando, concentrada en el descubrimiento de este nuevo juego, aplicada en los movimientos. Eras una alumna maravillosa. Poco a poco ibas tomando confianza, identificando los puntos que me causaban más placer. Disfrutabas con el sabor de mis flujos. Mis gemidos te guiaban. Otra vez pensar que era la primera mujer que tenía tu lengua en su coño me volvió poner a mil.
Te pedí que parases, te quería desnuda, cuerpo a cuerpo, boca a coño. Nos desnudamos y nos fundimos en un 69 increíble. Fue largo, intenso, con un orgasmo tras otro, usando aquellos juguetes además de nuestras bocas y nuestras manos, penetrando nuestras vaginas y nuestros anos.
Acabamos agotadas y satisfechas, tumbadas desnudas y acariciándonos los senos, jugueteando con los pezones de la otra mientras charlábamos animadas y divertidas sobre lo que había pasado. "Me has desvirgado" dijiste riendo.
Nos vestimos y volvimos a tomarnos una copita hasta que al rato apareció tu marido. Nos encontró como siempre, animadas con nuestras charlas- "¿Qué tal lo han pasado, chicas?" Entre risas le dijimos que estupendamente y que habíamos comprado unas cositas para que las probara. Y así entre risas y bromas me despedí y les dejé a solas.
Desde entonces nuestras tardes de chicas ya no solo se limitan a cotilleos, café y compras.