¡Por una vez han hecho un probador a medida! Eso fue lo primero que se activó en la mente de Julia nada más abrir la puerta de acceso. La música de Enigma de fondo, las circunstancias especiales que vivía esos días, sus fantasías ocultas, el tener que desnudarse completamente... accionaron uno a uno y todos en conjunto sus dispositivos libidinosos.
Llevábamos una media hora en el establecimiento, oyendo cada cinco minutos eso de disfrute de los precios de la Semana Fantástica del Corte Inglés y viendo su cara seguro que la estaba disfrutando, en busca y captura de nada y de todo porque no tenía claro lo que quería comprar. Una camiseta por allí, una falda por allá y en ese tira y retira, llegaron a la sección de ropa de baño. Un 40% de descuento no estaba mal.
Eligió un biquini en plan gata salvaje y sonrió salvajemente buscando mi complicidad.
- ¿Te atreverías, Julia?
Su mirada me respondió por ella. No había dudas. Mejor otro, quizás. Y apareció ese otro. Un biquini negro, de braguita ultrarrecortada, de sujetador sugerente y sugeridor y que serviría de marco perfecto para mostrar lo que la madre naturaleza le había proporcionado. Y muy bien, por cierto. Ella rió y lo puso delante de mis ojos.
- ¿Y este?
Me quedé mudo, ni siquiera mostré un gesto en mi cara, la tomé de la mano y la llevé al probador más cercano.
La puerta del probador se cerró a sus espaldas. No sabía dónde había puesto el bikini, pero poco importaba. Mis manos estaban ocupadas recorriendo su pecho. Yo llevaba una camisa y ella disfrutó desabotonándola despacio. Uno, dos, tres… Mientras, sus labios se entretenían bebiendo de los míos. La arrastré hasta el minúsculo taburete de una de las esquinas. Se sentó sobre mis muslos.
Sintió mis manos bajo su camiseta y las suyas empezaron a descender hasta mi cintura. Besaba las yemas de sus dedos y como sin darse cuenta, las camisas ya formaban parte del suelo del probador. Mi lengua se posó en su sujetador y mis dientes empezaron a juguetear con él. Furtivamente, ella me quitó el cinturón y empezó a restregar su cuerpo con mío, pegándolo acompasadamente. La impaciencia la llevó a desabotonarme el pantalón y, aunque hubo botones que opusieron resistencia, pero la insistencia y dedicación de Julia hicieron que esto solo durara un instante. Sus labios empezaron a zigzaguear con sus dedos por mi entrepierna.
Pellizcó aquel bulto con sus labios, empapando la tela con su lengua. Pero mi líbido la obligaron a parar para dejar que mis insistentes manos acabaran de desnudarla. Solo se quedó con el tanga que tantas veces atrás yo había querido verle puesto. Sí, aquel tanga negro de encaje, transparente en donde se marcaba toda su rajita. Ella acabó de desnudarme y empezó a surcar mi cintura con sus manos, y siguió bajando, comenzando un lento descenso hasta encontrarse con mi polla totalmente erguida. Le encantaba verme así. Me miraba y disfrutaba con deleite. Hubiera estado horas chupándomela. Lo sé. Perdiéndose en un ir y venir con sus manos, martilleando con la punta de su lengua mi puntita, pero se incorporó de repente y decidida se acercó a mi oído:
- ¿No vas a acabar de desnudarme?
Delicadamente, aparté con uno de mis dedos el tanga y empecé a masturbarla suavemente. En ese ir y venir de mis dedos, Julia comenzó a jadear. Su respiración iba agitándose a la par que buscaba aire en mis labios. Los besos eran prolongados, los labios se mordían y la pelvis de Julia empezaba a dibujar ritmos circulares que denotaban su estado. Más de una vez acarició mis manos que en tan placentera faena se encontraban. Y noté en ese instante como se corría.
Por un momento cesé en su juego y la transportó a otro: saborear conjuntamente a través de mis dedos el sabor que desprendía su coñito.
Ya en esos momentos las tangas se enredaban en sus pies y sus piernas estaban muy abiertas.
¡Quiero más!- suspiró.
La senté en el taburete de nuevo y la atrajo hacia mí, cogiéndola de ambas manos. Acaricié sus pechos y luego los apreté con fuerza, mientras mi boca se disponía a buscar aquel sabor que antes habían probado juntos.
La miré y hundí la lengua en el interior de aquellos labios que pedían a gritos ¡Cómeme!
Julia perdió por un momento la noción del tiempo, del lugar y del espacio y cerró sus piernas bruscamente. La besé y ella se dejó caer sobre mi polla y empezó a cabalgarme.
Julia clavó las yemas de sus dedos en mi espalda. Subió con su lengua hasta su oído para decirme
- Quiero que te corras en mis labios, ¿vale?
Agarré con firmeza sus pechos y la besé. Julia pasó de mis labios a mi cuello, y de él, a su pecho. Jugó con mi ombligo y dejó caer sus dedos en mis caderas mientras con la lengua trazaba un sendero hasta mi miembro. Apoyó las manos en mis muslos y noté el calor de su boca y como su lengua acariciaba una y otra vez mi polla de arriba a abajo. Sin interrumpir la fricción, acarició con el pulgar empapado en saliva su glande y poco después sintió el semen ardiendo deslizarse entre sus pechos.
Volvimos a besarnos y nos reímos.
tabaibadulce | 18/09/2017 15:16
Fantásticas!, Chanel porque de eso se tratan de hacer una estancia más placentera a sus clientes. Gracias por tu comentario