La mayoría de los encuentros, de los últimos años, los he tenido a través de páginas de internet, en ellas, siempre nos encontramos con gente que busca relacionarse con otros, en principio, de una manera esporádica, no todos/as, pero si como norma o intención.
Todos sabemos, la diferencia que hay entre los usuarios, mujeres y hombres, nosotros batimos el récord de registrados. Entre ellas, siempre destacaba por sus apariciones y comentarios, una mujer, aparentemente y definitivamente, inteligente, divertida y desinhibida, por lo que entre mis rastreos, ni se me ocurría “dejarme ver”, vamos una tigresa (perdón por el término) al alcance de muy pocos.
Pasado un tiempo en la página, veo un mensaje en mi bandeja y que relaciono con algún tipo de publicidad o llamada de atención de lo administración de la página, pero no, era ella…
Aunque, inicialmente, me sorprendió su correo, decidí responderle, devolviéndome un mensaje de lo más agradable.
Nuestros primeros cruces de mensajes, pocos, me hicieron sentirme muy cómodo con sus respuestas. Me pidió, que nos conociéramos tomando un café. El encuentro empezó de una manera divertida, la casualidad hizo que yo me sentara al lado de ella, pero de espaldas, le mandé un mensaje y lo siguiente que oí fue, date la vuelta y fue nuestro primer cruce de miradas. De manos largas, casi siempre es lo primero que miro, luego sus ojos, y una sonrisa que marcaba el principio de una conversación amena. Como casi siempre en esta isla, salieron a relucir amigos y personas en común, a poquito que escarbemos salen a relucir nexos, en principio inexistentes, su trabajo, el mío, le siguió un almuerzo de lo más divertido y de una manera natural, lo que buscaba y le gustaba del sexo, y lo que quería hacer pero no encontraba el compañero adecuado. Llegó el momento de la despedida y yo esperaba algún guiño de complicidad, nos despedimos con un par de besos, de esos de los de mamá, un agradable abrazo y un nos vemos.
Yo subí al coche dándole vueltas a nuestras conversaciones y dejando que ella se subiera y arrancara el suyo, deje que me tomara la delantera, yo la seguí a cierta distancia y pensando si seguirla o desviarme definitivamente a mi lugar de destino, cuando tenía claro lo que iba a hacer, no lo hice, y la seguí hasta fuera de su casa, dejé que entrara y esperé por fuera a ver que ocurría. Cada minuto que pasaba, me ponía más nervioso, no sabía si irme o si mi presencia ahí la intimidaba, si quería que entrara podía mandarme un mensaje al móvil, pero no lo hacía y me marque 10 minutos de espera, si no me iría. Vi como descorría la cortina de su cocina, era una casa terrera, de esas que hay en el norte y me dije, la estas molestando, volvió a retirar la cortina y lo único que hice fue saludarla con la mano y la intención de irme.
Me saludó y me abrió la puerta de su casa, llevaba un batín negro de seda y su pelo rubio caído sobre sus hombros, me pareció más atractiva que lo que me lo había parecido a lo largo del día, un pasa tonto y de nuevo su sonrisa, mientras nos dirigimos a la habitación, vi sus caderas, y su culo en todo su esplendor. La habitación, cálida, con una luz tenue azul violeta, el entorno perfecto para cruzarnos nuestros primeros besos, con lengua, mucha lengua me decía, se quitó la bata y lo siguiente que me dijo fue fóllame, sus pechos pequeños, con ganas de ser mordidos, su coño, mojado, su mirada la de loba a punto de morder, dejamos de hablar, se subió encima mío y me llevaba al éxtasis, pasaba de las embestidas fuertes a llevar una cadencia propia de alguien que sabe lo que quiere, de nuevo su mirada y su forma de echarse atrás su pelo, largo y bien cuidado, le pedí que me dejara comerme su coño y mientras jugaba con mi dedo en su clítoris, oí sus primeros gemidos y como retorcía sus piernas en la cama. Me pidió que fuera malo y que la follara de cuatro patas, en ese momento, pensé que éramos uno, le acariciaba su ano con el dedo y me pedía que le diera más fuerte, miraba como le entraba mi pene y la forma tan deliciosa como movía, ligeramente, su cadera. Caímos rendidos en su cama y abrazados durante largos minutos, ya era de noche y yo debía partir.
Al salir, me cruce con un perrito, que no vi al entrar, y que se puso a olisquearme, mi Diosa, me dijo, si no te ladra, es que le gustas, y si es así, te volveré a llamar.
Te espero……