Tarde de peluquería (II)

En el anterior blog les comentaba como había conocido a Gabi, en una peluquería con "final feliz". En esta ocasión, un martes, fui para coger cita cuando el pudiera, no buscaba nada más, así que entré sobre las 19:15 h, estaba terminando con dos mujeres, una ya era mayor, la otra con una pinta de maruja con una licenciatura cum laude en cotillología y máster en rumolología de escalera, que me sacó una radiografía completa en cuanto entré, como detesto esa falta de educación. Se disculpó ante ellas y se acercó a la agenda que tenía en el mostrador de la entrada. ¿Para cuándo quieres que te de? Para cuando tu puedas le respondí, ¿mañana miércoles... ? 

Gabi bajó el tono de voz, lo suficiente para que la mujer que no dejaba de mirarnos con todo el descaro y sin ningún disimulo, no pudiese oírnos. ¿Lo pasaste bien la última vez? Mucho, le respondí. Entonces ven el viernes a esta hora, lo pasaremos mejor. ¿Tienes tiempo de una cerveza? Acabo en 10 minutos... No me pude negar, reconozco que lo deseaba. Siguió con las dos mujeres y me quedé leyendo el periódico en la sala que tiene junto a la entrada. Terminó, las cobró, me tapé con el periódico porque el descaro con el que me miraba la mujer cotilla ya me empezaba a incomodar bastante. 

Junto a la peluquería hay un bar, Gabi llamó por su nombre a la chica que estaba en su mostrador: Eva, ponme una Heineken y... Dos! respondí yo, nos miró con dulzura, una sonrisa preciosa que me hizo olvidar de la cotilla de antes. Gabi se reía, así todos los días... esta profesión es así. Intrigado le pregunté, ¿por qué el viernes... ? Él sonreía mientras me decía: fiate de mi... Estuvimos un cuarto de hora, yo me fui y él entró de nuevo en la peluquería para limpiar y recoger. 

El viernes llegué a las y cuarto en punto, cerró la puerta con llave, me fijé que había una toalla en el sillón, vuelvo ahora, dijo con una sonrisa enorme, no pude evitar reírme. Me quedé esperando y viene desnudo, solo con las cholas, tenía todo el pecho y los genitales ranurados. Ya sabes lo que tienes que hacer, ¿tengo opción? le respondí. No... o te la quito yo toda... Me desnudé mientras me fijaba en su mirada de deseo, me senté en el sillón, me puso la capa y empezó a trabajar, aprovechaba cualquier acercamiento para meterle mano y notar la suavidad de su polla y huevos, se notaba que le estaban gustando mis caricias. Estaba ya casi listo cuando suenan unos golpes en la puerta, casi me muero del susto, se me cambió la cara por completo, Gabi se reía, con cuidado miró y abrió la puerta sin dejarse ver, dos chicos entraron, le dieron un beso como saludo y desaparecieron sin que me diese cuenta.

Me puse en el lavacabezas, estaba tan a gusto hasta que noto como algo succiona mi polla, abro los ojos y me encuentro a los dos chicos descojonados haciéndome una mamada, la risotadas se debían de escuchar desde la calle. Nos fuimos los cuatro al interior del local, el despacho estaba más ordenado que la vez anterior, y ya sobre la cama empezamos los cuatro a disfrutar, estaban los tres rasurados, las manos y la boca no me daban para tanto. A ellos les pasaba igual, uno de ellos sacó condones y lubricantes. Gabi le enculó y me invitaron a una doble penetración, fue algo increíble. Estuvimos un buen rato gozando los cuatro, acabamos duchandonos todos juntos corriendonos casi a la vez.

Ya más relajados Gabi me los presentó, Fran y Aitor, un peninsular muy guapo, Fran tampoco estaba nada mal, menudo cuerpazo. Entablamos una buena conversación, risas, me sentía muy feliz, incluso acabamos pidiendo una pizza y cenando allí. Después salimos los cuatro a tomar una copa. Sobre las 2 ellos se fueron, Gabi y yo hicimos lo mismo, nos fuimos a su casa y pasamos toda la noche abrazados, desnudos... Me sentía tan bien. Quizás había encontrado a esa persona con la que todos soñamos pasar nuestros días. 

Si quieren saber como acabó esta historia, se lo cuento en otro capítulo. Gracias por leer este relato, espero que les haya gustado.