Hace unos meses tuve un accidente de tráfico. Nada grave, pero tuve que pasar por chapa y pintura (rehabilitación).
Debido a la cantidad de trabajo que suelo tener y a mis horarios (últimamente salgo del trabajo para dedicarselo a la familia), y a fin de minimizar el impacto en mi jornada, elegí un lugar cercano a mi oficina. La hora, después de comer, así después de recibir el tratamiento podía seguir trabajando.
Durante los primeros días no ocurrió nada fuera de lo normal, entraba en mi cabina, me quitaba la camisa, me tumbaba en la camilla y recibía el tratamiento prescrito (electrodos, corrientes, calor, masajes... ), cuando acaba me iba a la oficina y así todos los días.
Durante el tratamiento escuchaba las voces de mi vecina de cabina, separados sólo por una cortina, una voz femenina, risueña y agradable. Un día al salir de la cabina me di de bruces con mi compañera de tratamiento: unos 38 años (luego supe que tenía 42), morena de piel, 1’65, 55 kg, rubia... un bombón de mujer. Un hola y una sonrisa fueron nuestra carta de presentación, pero ese cuerpo se me quedó grabado en la mente.
Aquella noche, mientras mi mujer dormía, fui al baño y tuve que masturbarme pensando en esa mujer.
Al día siguiente, cuando entré en mi cabina y empecé a quitarme la camisa, me percaté que la cortina estaba algo corrida para descubrir en la percha una blusa y un sujetador de encaje negro y blanco. El imaginarme a esa mujer con esa fina pieza de lencería me hizo tener una erección instantánea. Rápidamente escuché acercarse a mi fisio y rápidamente me tumbé boca abajo para que no se percatara de lo que ocurría. Ese día no coincidimos al final de la sesión.
Pero fue al tercer día desde nuestro encuentro cuando pude apreciar su cuerpo desnudo... Entré en mi cabina y la cortina estaba mucho más descorrida, dejándome a la vista un maravilloso ejemplo de cuerpo femenino mientras se quitaba la ropa. Estaba agachada y frente a mi me encontré el culo más maravilloso que he visto hasta la fecha. Ella se dio la vuelta en ese instante y yo apurado, cerré la cortina y pedí perdón. Ese mismo día, y con la excusa de una reunión importante, me fui 5 minutos antes de la sesión y la esperé en la puerta. Ella al verme no supo reaccionar y yo le comenté que quería disculparme, que no era caballeroso haberla vista de esa manera y que si podía hacer algo para enmendar la situación.
- Puedes invitarme a un café, para empezar - dijo ella, con tono simpático
Durante el café me comentó que no pasaba nada, que era algo normal disfrutar de la desnudez de otra persona, que ella con su marido (estaba casada al igual que yo) solían ir a calas nudistas. Que no me sintiera mal. Seguimos hablando de mil cosas más y salió el tema de las profesiones, yo soy abogado, y ella estaba interesada en buscar uno por un tema de herencia. Le dije que cuando quisiera se podía pasar por el despacho, que me trajera unos papeles y le echaba un vistazo... que esa era mi manera de compensar haberla visto desnuda. Ella me dijo que si no le importaba echarle un vistazo hoy, ya que se iba a visitar a su hermana al día siguiente al Hierro y quería decirle algo. Ella vivía cerca, pasaba por su casa, se cambiaba cogía los papeles y nos veíamos en mi despacho.
A la media hora tocó en mi puerta y le abría, ante mi se encontraba la misma mujer pero ahora vestida con unos tacones, un pantalón vaquero pegado a sus largas y bien torneadas piernas, unas piernas que acaban en el culo más delicioso que jamás haya existido, y un top negro que hacían esfuerzos por contener sus dos maravillosos pechos.
Intenté concentrarme en los papeles que me había dado, pero mis ojos se desviaban hacia la mujer que tenía justo enfrente. Ella se levantó y empezó a curiosear mis libros de derecho, hizo algún comentario sobre que le hubiera gustado ser Juez (a lo que yo le respondí que entonces iba a dejar sin palabras a todos los abogados), siguió curioseando por el despacho hasta que se pudo justo detrás mío para ver mi orla, hizo algún comentario simpático sobre las fotos y yo le pregunté una cuestión sobre el caso... en ese momento ella puso sus manos sobre mis hombros y se inclinó tras de mi... su perfume llegó a mis fosas nasales y el calor de su aliento en mi nuca hizo que algo que intentaba controlar despertara de forma violenta. Ella se dio cuenta y tras un leve jiji, giró mi silla hasta quedar frente a frente y dijo:
- Esta tarde cuando descorrí la cortina para que me vieras, no podía imaginar que hoy me fuera a comer todo esto - mientras su mano se dirigió a mi entrepierna.
Nuestros rostros se acercaron y empezamos a besarnos como si no existiera un mañana. Me dijo, siéntate en tu mesa, siempre desee hacer esto:
Me senté correctamente tras mi mesa y ella se dirigió a la puerta, para ponerse a cuatro patas, maullando y colocarse bajo la mesa, abrir mi bragueta y hacerme una mamada espectacular. Cuando le avisé que ya no podía más, ella siguió chupando hasta que no quedó ni una sola gota en mi polla. En ese momento, solo dijo "que rico", se pasó la lengua de forma traviesa por los labios y comenzó a desabrocharme la camisa de abajo arriba. En ese momento la levanté con fuerza, liberé sus pechos y comencé a comermelos mientras ella gemía. Luego me levanté, le di la vuelta y le quité los pantalones, dejándola sólo con sus tacones y un tanga que se introducía sensualmente entre sus nalgas. La incliné sobre la mesa y comencé a morder su cuello y a bajar con mi lengua por su espalda hasta llegar a ese culo que se había convertido en el objeto de mis obsesiones. Morder ese dulce y duro melocotón me hizo aumentar mi libido y arrancarle con mis dientes el tanga.
Tal fue el pronto que ella se sorprendió, pero no le di tiempo a la reacción, la volteé, la besé con pasión y la senté sobre la mesa, para hacerlo yo sobre mi silla, bajar su altura y que mi boca quedara a la altura de su dulce y sabroso coñito. Era hora de dedicarme a una de las cosas que más me gustan en este mundo, disfrutar de un buen coño. Mientras mi lengua recorría sus labios, y mis dedos jugaban buscando su punto g, saboreaba sus fuidos y ella agarraba con fuerza mi pelo, mientras se retorcía de placer hasta que se corrió apretando con fuerza sus muslos contra mi cara.
Tras una última lamadita, subo y nos besamos durante largo rato, mientras ella empezó a acariciar mi polla, que ya estaba de por si dura... y no pude aguantar más, le pregunté si tenía condones y me dijo que si... que ya sabía a lo que venía. Me puse uno (seguridad ante todo) y penetré con mi polla ese caliente, mojado y apetitoso coñito, hasta que ambos nos rendimos al placer y nos corrimos.
Yo me senté sobre mi silla y ella sobre mi, ambos sudando y con una sonrisa de oreja a oreja. Le dije, bueno y ahora te tendré que dar una respuesta sobre la herencia, a lo que ella respondió:
- La herencia la repartimos hace un año - mientras me picó el ojo y me besó.
Tras ese encuentro han habido más consultas en mi despacho, convirtiéndose en mi "cliente preferida"
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