Después de escribirnos mucho, decidimos conocernos... sin saber como éramos, nos habíamos gustado en nuestra forma de ser.
Quedamos una tarde en una cafetería, que tú conocías y llegamos al mismo tiempo... en realidad tu llegaste unos segundos antes que yo, pero lo suficiente para quedarme hipnotizado por tu belleza... no me podía creer, eras la mujer más hermosa que había conocido nunca... inteligente, simpática y encima, preciosa... ¿qué más se podía pedir? no me podía creer que existiera una mujer como tú... y encima tener el privilegio de tomar algo contigo.
Tú no me habías visto así que te saludé, y nos sentamos en una mesa. Estaba extremadamente nervioso, el estómago lo tenía totalmente cerrado, sudaba... tus ojos no hacían más que poner mis nervios al máximo y no sabía que decir.
Empezamos a hablar, aunque en un principio fue un poco frío, nos preguntábamos sobre nuestro día y nuestras cosas, y poco a poco nos reíamos y disfrutábamos de la velada. Pero yo no dejaba de estar nervioso, no me salían las palabras que quería compartir contigo, no era capaz de expresarme con mi habitual elocuencia... mi boca decía frases, pero no eran como las que quería decir... eras una diosa frente a mi, y eso me imponía respeto. No se si te diste cuenta de lo nervioso que estaba... pero me jugó una muy mala pasada.
Seguíamos hablando, y llegó la hora de irnos. Salimos de la cafetería y vimos que mi coche estaba aparcado en dirección totalmente contraria al tuyo, y... yo no sabía cuando iba a tener la oportunidad de volver a verte... de ver tus ojos, tus labios y disfrutar de tu mirada y tu sonrisa. Así que te propuse acercarte al tuyo:
Tú: "No, si tengo el coche aquí al lado, no pasa nada" - Me dijiste con tu simpatía.
Yo: "Me encantaría poder acercarte al coche, no me importa" - Te comenté mirándote a los ojos, totalmente serio, y entendiste que no quería que se acabara nuestra cita... viste en mis ojos algo que hizo que aceptaras venir conmigo.
Subimos a mi coche, y seguimos hablando en él, de nuestras cosas... pero en ningún momento pregunté donde estaba tu coche, y en ningún momento me digíste nada tampoco.
Encontramos un sitio, solitario, tranquilo, sin nadie alrededor a kilómetros de distancia, y paramos ahí, para seguir hablando y riéndonos de nuestra conversación... críptica por mi parte porque tenía el corazón en un puño a punto de estallar. Pero siempre he sido valiente, y quería un poco más de ti.
Dí el paso y puse mi mano en tu mejilla, acariciándola. Te sorprendiste cuando puse mi mano ahí, pero te acomodaste a ella y me dejaste acariciarte. Aparté un poco tu cabello y miré tus ojos... preciosos, hipnóticos... que me dijeron "bésame" y así lo hice.
Tus labios suaves y dulces, como la ambrosía de los dioses, despertaron todos los sentidos de mi cuerpo e hizo estallar a mi corazón de un deseo cálido. Tu lengua empezó a buscar la mía, y cuando se encontraron disfruté de lo jugosa que era, tierna, caliente... disfrutaba de cada cruce de nuestras lenguas como si fuera la primera.
Despacio bajé hasta tu cuello, besando todo el recorrido, y tu no dejabas de agarrarme la cabeza, sintiendo cada paso que daba. Disfruté de tu cuello, del contorno de tu oreja, de tu cabello acariciando mi rostro, mientras me regalabas tus pequeños sonidos de placer. Me empujaste hacia atrás, y me mordiste el labio inclinándote hacia mi para besarme intensamente, haciéndome ver que necesitabas más de mi... igual que yo de ti.
Para estar más cómodos, nos pasamos a la parte trasera de mi coche, y te pusiste encima de mis piernas besándonos sin parar. Con tus manos pusiste mi cara entre tus pechos y los sentí calientes, através de tu blusa, impacientes por ser liberados por mi.
Recorrí tu cuerpo por debajo de tu blusa hasta llegar al enganche de tu sujetador, y una vez lo abrí, empecé a quitarte toda tu ropa superior despacio, sin prisa, hasta que aparecieron tus pechos grandes, hermosos, frente a mi. No creía lo que estaba viendo, no creía que fueran reales, sorprendido e hipnotizado. Tenía dos pechos preciosos, jamás había visto dos pechos tan bonitos en mi vida.
Sin terminar de quitarte la ropa, empecé a besarlos, uno cada vez y a acariciarlos con mis dos manos. Tus pezones preciosos, hinchados de la excitación, los empecé a besar, a lamer, a chupar, con suavidad, con delicadeza, como algo que quisiera que me durara toda la vida. Con mi lengua los bordeaba, todo su contorno, totalmente maravillado de lo hermosos que eran... no podía creerme que esos dos hermosos pechos estuvieran ahí, enfrente de mi, y en ese momento agarraste mi pelo y tiraste mi cabeza para atrás, para devolverme tu excitación con un beso húmedo y profundo.
Y llegó mi excitación máxima, mi polla se puso dura como un roca debajo de mi pantalón, y tu te diste cuenta, porque apretaste tu pelvis contra ella. Querías abrirme el pantalón para satisfacer la curiosidad de si era tan grande y gorda como te había enseñado en una foto... pero no te dejé. Te quité la blusa y te postré sobre el sillón para poder terminar de desnudarte... yo estaba tan excitado que no me dí cuenta de lo rápidamente lo hice. Y ahí estabas, totalmente desnuda, preciosa, como un cuadro de goya, preciosa en toda su plenitud, con tu cabello precioso callendo sobre tus hombros, y tus pechos al aire... tu vientre dislumbrandote y tus piernas cogiéndome y atrayéndome hacia tí.
Me puse encima de ti y empezaste a desnudarme, pero cuando me quitaste la camisa, te agarré las dos manos, y sujetándote fuerte, como si estuvieras atada, empecé a bajar por todo tu cuerpo con besos, acariciando tu vientre con mi lengua, llegando a tu coñito poco a poco... y cuando estoy encima de él... noto como tu cuerpo se pone rígido, deseando lo que va a pasar... pero busco más... así que desvío mis labios a una de tus piernas, y lo recorro hasta el final de tus pies.
Agarro tus dos pies con fuerza y los empiezo a masajear con mis manos, por la planta, entre los dedos, bajandolas por tus piernas. Y te abres de piernas y me muestras tu sexo en toda la gloria, precioso, totalmente peladito, y decido acariciarlos con una de mis manos, sin dejar de disfrutar de tu mirada, disfrutando de cada acto, de cada sentido y cada caricia.
Me sorprendió lo caliente y húmedo que estaba tu coño... así que no lo hice de rogar, bajé rápido a él, y con mi lengua empecé a bordear los labios, a morderlos suavemente, hasta uqe vi a tu clítoris descubrirse... me lo comí con mis labios, lo disfruté como si un dulce se tratara... con hambre lo devoré, a la vez que con un dedo dentro de tu coño te follaba... tu no dejabas de gemir y de disfrutar... y yo cada vez más exitado, de mi mano libre puse mis dedos en tu boca, para que los lubricaras y así luego acariciarte los pezones con mis dedos, simulando como si fuera mi lengua, pero sin dejar de comerte el coño... que no hacía más que disfrutar de él.
Tu apretando tus piernas sobre mi cabeza, me haces entender que quieres más... nos incorporamos y te vuelcas a mi pantalón, con ansias de liberarme mi polla de su prisión y poder agarrarla por fin con tus manos. Pero te propongo un juego, te pongo encima mía, los dos sentados, y te digo que cierres los ojos, y tu lo haces. Me bajo el pantalón y el calzoncillo y pongo tu coñito sobre la base de mi polla totalmente dura. Y te digo que empieces despacio a recorrer con tu coño todo el falo hasta la punta, para que sintieras lo grande que era todo lo que era para ti.
Despacio empezaste a retregar tu coñito sobre él, recorriéndolo hasta llegar a la punta:
Tú: "dios, no creí que era tan larga" - tu sorprendida
yo: "y esto que notas es lo gorda que es" - te dije mientras bordeaba mi prepucio alrededor de tus labios vaginales.
Bajaste tus manos y la agarraste con fuerza, confirmando tu cara de sorpresa... la misma cara de sorpresa de cuando vi tus pechos mostrarse a mi la tenías tú en ese momento.
Nos besamos y no dejabas de masturbarme y yo a ti... hasta que me pediste que me pusiera un condón. Del paquete nuevo que me acababa de comprar, estrenamos el primero... y me ayudaste a ponérmelo, porque la punta la tenía tan hinchada que me costaba estirar el preservativo solo con mis manos. Y una vez puesto, te abalanzaste sobre mi, y cogiste la punta de mi pene y empezaste a metértelo, despacio, sin prisa pero sin pausa... estabas un poco nerviosa porque tenías miedo de que te hiciera daño, pero mientras te la metías, no dejábamos de besarnos, de tocarnos, de disfrutar de nosotros.
Mientras entraba en ti, iba sintiendo cada vez más tu calor interior, iba disfrutando de tu boca más profundamente, iba sintiendo tu cuerpo erizado en la llema de mis dedos. Cuando entró a la mitad, tu boca soltó un gemido fuerte, mis manos agarraban tu culo con firmeza y mis ojos abiertos como si fuera la primera vez que miraban observaba como disfrutabas del momento.
Y entró toda, y empezaste a cabalgarme, cada vez más, hasta tal punto de que estabas totalmente desbocada follándome intensamente y yo ahí, admirándote como mi diosa, si tú, una diosa disfrutando de un simple mortal como yo, dándote todo lo que te mereces y todo lo que podía darte, para regalarte más y más placer y tu me recompensaras con más y más gemidos.
Te postré contra el sillón, y te empecé a follar yo, tu me gritabas que te follara más, mientras agarraba tus manos y te mordía los pezones, te empujaba fuerte para hacerte gritar... quería oirte gritar más, no eran suficiente tus gritos... tu te merecías aún más placer. Tenía miedo que se me rompiera el preservativo, de lo hinchada que tenía mi polla, pero no podía ni quería dejar de hacerte gemir. Mientras más pedías de mi, más quería darte.
Te coloqué a cuatro patas, y saqué un poco tu cabeza por la ventana, ya que el espacio era reducido, para volver follarte y hacertelo con más intensidad, como me pedías... tus gritos y gemidos eran muy intensos, los oía perfectamente desde dentro del coche y yo, ahí, follando a mi diosa... un simple mortal dándote placer... que más podía pedir?
Me empujas hacia dentro, y salgo de dentro de ti, y caigo sobre le sillón y tu encima mia, a espaldas a mi. Te retuerces de placer, me acaricias con tus manos, y yo huelo tu pelo... dios que bien huele. Instintivamente con una mano toco tus pechos acariciándolos con firmeza, y con la otra mano toco tu sexo, húmedo, caliente... te abres bien de piernas y te empiezo a follar con mi mano, rápido, más rápido, me pides que sea más rápido, y yo muevo mi mano más rápido hasta que llega a dolerme, pero no paro de follarte con ella... el dolor no supera mi exitación y sin dejar de follarte cojo tu cabeza y la giro hacia mi, para comernos las lenguas, las dos por fuera, entrelazandose en el aire, llenas de saliba dulce...
Mueves tus caderas encima de mi polla... tan dura y rigida que en un momento tu ano se postró en la punta... y nos miramos exitados, yo me exito pensando que mi polla iba a penetrar por detrás y tu me sonríes pensando lo mismo que yo... y me excité más, que más rápido te follaba con mi mano y gritaste de placer fuerte, joder como gritaste... que nos dimos cuenta que ese no era el momento, quizás la próxima vez... pero no hoy.
Sin decirte nada, te levantas de espaldas a mi, te vuelves a meter mi polla hasta el fondo de tu coño, y tú, como una bailaría de twerking me follas la polla, con tan fuerza que parecía que se iba a romper el condón... tu postrada hacia adelante, apoyándote en los dos sillones delantero, no parabas y de repente me gritas que te vas a ir... y en cuanto te oigo dejo de contenerme para relajar mi músculo e irme contigo.
Tres embestidas fuertes las que distes... una... dos... tres... y gritaste mucho del orgasmo que te vino... la tercera embestida que me diste fue muy fuerte que hizo que me corriera a la vez apretando bien mi pelvis contra la tuya para que la eyaculación fuera intensa... cuatro... cinco... seis más leves... siete... y ocho fue la última, totalmente suave y agotado. Totalmente agotados terminamos los dos.
Tal y como estabas te hechas atrás hacia mi, y ahí estábamos los dos, después de una hora desde que habíamos llegado a ese lugar, exhaustos, totalmente agotados, pero relajados y felices. Tus ojos me miraron detrás de tu pelo... los aparté con una mano para admirar tus ojos preciosos, brillantes, y te besé en tus relajados labios, y te abracé para dejarnos rendir en el sillón de mi coche, juntos, ahí... pensando y riéndonos de lo que acababa de pasar, y compartiendo nuestras sensaciones de cada momento que sentimos.
Nos miramos, sonreímos, y en ese momento sabía que contigo empezaba una nueva etapa... había ganado una amiga, una confidente, alguien con quien reír, sobre todo reír... pero también a una amante con quien disfrutar de grandes momentos íntimos de placer y de pasión ... una nueva etapa se abría en mi camino para hacernos disfrutar juntos de nuestros días.
Pero volví a la tierra... salí de mi imaginación, y me encontré en mi coche, solo, recién salido de la cafetería, sin ti.
Yo no dejaba de estar nervioso, no me salían las palabras que quería compartir contigo, no era capaz de expresarme con mi habitual elocuencia... mi boca decía frases, pero no eran como las que quería decir... eras una diosa frente a mi, y eso me imponía respeto. No se si te diste cuenta de lo nervioso que estaba... pero me jugó una muy mala pasada.
Me queda tu amistad, que la cuidaré siempre, y la trataré con cariño... pero mi corazón ha quedado partido por mi culpa... porque perdí la oportunidad de pasar mis días con una diosa... no diosa en el sexo... diosa en mi corazón.
Estaba sin ti y así me quedé
nastf | 30/10/2015 12:10
Te he escrito un mensaje respondiéndote. Gracias por tu comentario :)