La primera vez que quedamos con alguien siempre vamos nerviosos, intranquilos, tensos, incluso pensado en dar la vuelta antes de llegar a nuestro destino, al menos yo. No sé si soy el único o también os pasa a los demás.
Habíamos hablado algo por la web y por sk-y-p-e, pero no nos habíamos visto. Al final me diste tu dirección, que eras discreto, no te iban las plumas ni el popper, reconozco que me conseguiste relajar, aún así iba nervioso, intranquilo, bastante tenso y con una gran dosis de inseguridad, ¡menudo cóctel! ¿A quien de ustedes no le ha pasado?
Toqué en el portal y me abriste sin preguntar, subí en el ascensor que se me hizo eterno, llegué y toqué la puerta con los nudillos, no tardaste en abrir sonriente, un ladrido me paralizó, -¿Te asustan los perros? Me preguntaste, -Un poco, respondí yo. Sin más encerraste al animalito en un cuarto y no protestó. Te vi tranquilo, yo estaba tenso, agarrotado, si me llegan a golpear con un bate lo habría roto; me ofreciste una cerveza y no la rechacé, más por educación que porque me apeteciese. Nos presentamos formalmente, me fijé que de un cuarto salía música chill-out muy suave, intentabas crear un ambiente acogedor y relajado, y lo estabas consiguiendo.
Poco a poco me iba relajando y cuando tu mano tocaba mi hombro me decías -Ya te noto más tranquilo, somos adultos y ninguno tenemos que hacer nada que no queramos, si no te encuentras agusto o no soy lo que esperabas puedes irte que no hay obligación ni compromiso. Ahí ya me habías ganado y esbocé mi primera sonrisa, también volví a ver de nuevo la tuya. Hablamos un poco de si habíamos conocido mucha gente en la página, como nos había ido, mientras la cerveza ya iba haciendo su efecto desinhibidor.
Me robaste un beso sin apenas darme cuenta, te robé otro. No eras especialmente guapo o atractivo, pero se te veía buena persona, tampoco buscaba modelos, solo alguien con quien sentirme agusto, eso es lo que más valoro. Aún así no pude evitar acariciar tu cara con mi mano, ahí rompimos los dos en pedazos el hielo que nos quedaba por derretir, pasaste tu mano por mi cabeza y cuello con mucha dulzura y ternura. Aquellos besos me sabían a gloria, en tu dormitorio la música y el incienso hicieron que me derritiera.
No me di cuenta del instante en que ambos perdimos toda la ropa, recuerdo nuestras pollas creciendo a la vez y nuestras manos como dos pulpos recorriendo cada centímetro de nuestros cuerpos.
Empezaste a comer mi polla, estaba rendido ante ese momento de relax, podrías haber hecho conmigo lo que hubieses querido, cualquier cosa y me habría dejado hacer sin rechistar. No puedo describir con palabras como me excitabas jugando con mis pezones, los mordías, los pellizacabas, era una marioneta a merced de tu viento. Cuando me tenías entregado a ti me pusiste un condón, te pusiste lubricante y sin darme cuenta te estaba penetrando; gozabas, tu cara tus gestos, tus gemidos, te había hecho mío sin haber dejado de ser tuyo. Tu cara radiaba placer, gemí y me dijiste: -Si te quieres correr avísame para corrernos juntos. Asentí, quitó mi polla de su culito, un culo perfecto, redondito con algo de vello, me quitó el condón y juntó ambas pollas. Empezó a masturbarlas, su glande con el mío, hasta que nos corrimos. Su tripa, su pecho, el cuello, la cara, nuestra leche le llegó hasta la frente y uno de los ojos.
Tras limpiarnos nos tumbamos en la cama, la música tan suave, el incienso... invitaban a relajarme aún más, estuvimos un buen rato tumbados, mirándonos mientras nos acariciábamos, nos besábamos, fue algo maravilloso, casi mágico, el momento contrastaba con el nerviosismo con el que llegué. -¿te quieres duchar?, me pregunto. Por cortesía respondí que no, ya me asearía al llegar a casa, él cogió dos toallas y me acercó al baño, -tú primero, no perdía la sonrisa, tan hospitalario desde que llegué. -¿Te duchas conmigo? le dije, mientras acariciaba una vez más su cara. Nos duchamos, nos metimos mano, hablamos un poco y nos despedimos con la esperanza al menos por mi parte de volver a verle, tanto si es para sexo, como si es para tomar un café en la calle, que no es poco.
Una de esas personas con las que no solo follas (con perdón), sino que además te hacen sentir muy bien.