hiker
| 05/02/2019 23:58 | 365 veces vista
Nada me pone más que ver a mi novia follando con otros. De verdad, no existe nada que me ponga más que eso. Y no se trata sólo de mi actual chica, porque lo que me pasa ha sido lo mismo desde que era adolescente, con todas las chicas que he tenido.
Cuando me la estoy follando, imagino que soy otro. Cuando no estoy con ellas, imagino que andan por ahí follando con otro. Cuando veo un vídeo porno, imagino que es ella la del vídeo. Disfruto imaginarla follando, masturbándose y haciéndose la tonta con otro tío.
Desde que comencé a tener relaciones sexuales me he considerado un tipo mente abierta, pero sé que esto va más allá del común de todos los tío. La verdad es que siempre me ha gustado que mis parejas me cuenten sus experiencias sexuales, incluso, les pedía que me ofrecieran detalles de todo lo que hicieron, de lo que les hicieron y, si se atrevían, que me contaran todo lo que les gustaría probar.
Nunca fui celoso. En honor a la verdad, desde que comenzaba a salir con una chica siempre me causaba curiosidad el “qué tanto” recorrido sexual tenía. Ni siquiera la había besado y ya me la imaginaba gimiendo, completamente abierta, teniendo sexo con algún otro tío, o tía, desde luego.
No sé la razón, pero era algo que se forjaba en mi mente de manera espontánea. Al tener sexo, no sólo les hacía todo lo que se me pasaba por la mente, sino que también fantaseaba: estaba solo con ellas, pero me hacía la idea que alguien nos observaba o, como ya dije antes, que yo era otro tío, que las folllaba en mi ausencia, o mientras los espiaba.
En algunos casos, les hacía saber lo que pasaba con mi mente, sobre todo en aquellas que se quedaban enganchadas con la imaginación. Les hablaba de voyerismo, exhibicionismo, candaulismo, swinger, tríos, orgías y todo lo que se me ocurriera.
Cuando aceptaban la idea como fantasía, comenzaron los juegos. Yo me convertía en un conocido o en algún amigo cercano que las hacía ser infieles o, en algunos casos, cogerlas en compañía de su pareja. Durante el sexo iba y venían historias en las que intervenían otras personas, incluso otras mujeres. Por fortuna, alguna que otra no se cerraba a la idea de sexo lésbico.
Mientras cogíamos, por nuestras mentes pasaron desde un completo desconocido hasta algún compañero de trabajo, algún exnovio, que aparecía en cualquier lugar imaginario, que daba desde una habitación de hotel hasta, incluso, algún espacio de una playa.
También, llegaban los juguetes, los penes de goma, las esposas, las cámaras de fotos y vídeos. La respuesta de ellas me permitía saber si continuaba con mis fantasías o me detenía.
Sin querer, queriendo, las transformaba completamente, al punto que pasaban de ser unas chicas reservadas, o tímidas, a unas dispuestas a probar todo lo que su mente les dictaba.
Pero eso no funcionaba con todas. Con algunas cumplí algunos de esos deseos, con unas cuantas llegué bastante lejos. A un grupo las compartí, a otras las involucré en tríos con otras chicas y, en otros casos, las exhibí mientras teníamos sexo.
Pero con las que más morbo me dan, como mi actual pareja, no ha sido posible. Ella está cerrada completamente a esa posibilidad, porque es muy clásica, muy tradicional.
Pero, indudablemente, una mujer dispuesta a probar de todo, sin ningún tipo de tabúes, es lo que más me pone... más que cualquier otra cosa.
Practico el candaulismo, y me gusta.