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| 28/12/2011 19:40 | 50 veces vista
Le hemos llamado el gen de la fidelidad, pero también podría conocerse como el gen del compromiso, el de la monogamia o la vida conyugal. En realidad, su nombre científico es menos estimulante: se llama RS334 y gestiona la vasopresina, una hormona relacionada con la respuesta sexual y los afectos, que tiene más presencia en los hombres. Tener una determinada variante de ese gen cuenta más allá del bienestar fisiológico. Posee el poder de influir en la capacidad de compromiso de los varones. En ser promiscuo o monógamo o incluso en la capacidad de lograr una convivencia feliz con su pareja.
O al menos, eso es lo que creen los investigadores del Instituto Karolinska tras estudiar la presencia de esta variante genética, así como la calidad de las relaciones de 552 varones suecos con sus respectivas parejas. La investigación se prolongó durante cinco años y sólo contó con parejas heterosexuales. En total, se involucraron 1.204 personas. En las entrevistas se preguntaba cómo era su convivencia, si discutían o se besaban a menudo, la frecuencia de sus relaciones sexuales, su romanticismo, o cómo veían el futuro en común.
Al analizar el ADN se buscaron las variantes de determinados segmentos del genoma que están relacionados con el gen que regula la vasopresina. Y hallaron la «334». Combinaron la información genética con la obtenida de las entrevistas y descubieron que había una relación entre los genes y los vínculos que los hombres establecían con sus parejas.
Los hombres podían no tener ninguna, una o dos copias del gen RS334. Los que carecían de esta variación genética eran los más devotos con sus parejas y los que no habían temido pasar por el altar o el juzgado para formalizar su relación. También eran los que provocaban menos reproches de sus parejas. A medida que se sumaban copias, se daba la vuelta a esa situación. Era más facil que los hombres con dos copias del gen no estuvieran casados. Y si lo estaban, acumulaban más crisis maritales y amenazas de divorcio en los últimos cinco años que los otros. Los detalles de esta investigación se acaban de publicar en la revista «Proceedings».
Es la primera vez que se relaciona la variante de un gen específico con la forma en la que los hombres se comprometen con sus parejas. En una sociedad en la que los análisis de ADN empiezan a utilizarse como una prueba común, este nuevo hallazgo podría utilizarse como una fórmula para encontrar una pareja fiel, con la ayuda de la ciencia.
Afortunadamente, la biología no lo es todo. Los genes tienen su peso, y también el libre albedrío, las circunstancias personales, familiares o las creencias religiosas y culturales en las que crecemos. Los hombres que posean esta variación genética «no significa necesariamente que estén menos capacitados para el amor, sino que se trata más bien de una limitación en la capacidad social», matizó Hasse Walum, uno de los responsables de la investigación. Ni a estar «condenado» a fracasar en una relación de pareja, pero sí a que aumente la probabilidad de que ocurra, de que le cueste más ser fiel y fijar un compromiso.
De lo que no hay duda es que este nuevo estudio aporta una prueba más de que el ADN de cada individuo desempeña un papel más importante de lo que cabría esperar en el complejo comportamiento humano.
Autismo y fobias sociales
El estudio, más allá de excusar la promiscuidad masculina, tiene consecuencias más profundas para la medicina. Entre otras cosas, podría ser útil para conocer mejor trastornos que tienen que ver con la afectividad y las relaciones sociales. La investigación de la fobia social o el autismo podrían beneficiarse de este trabajo, cree Walum. No es sólo una hipótesis de partida. Las personas con autismo suelen tener múltiples copias de la variante genética hallada. El próximo paso del grupo sueco es probar si una aplicación intranasal de vasopresina puede alterar el comportamiento altruista o generosidad de un individuo.
Desde hace años se especulaba con la posibilidad de que la vasopresina pudiera influir en el comportamiento sexual de las personas. La investigación sobre la promiscuidad masculina comenzó con un estudio sobre el comportamiento de campañoles, ratones de campo machos. El estudio concluyó que su monogamia estaba regulada por la recepción de la vasopresina en su cerebro.