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El aroma de los helechos sumado a lo jugoso que está tu coño me trae al recuerdo el sabor de aquellos nísperos que eran un auténtico manjar. La naturaleza despierta mi instinto animal y no tardo en pedirte que te coloques a cuatro patas. Resulta espectacular la estampa, tu cuerpo desnudo cuadrado sobre el manto verde con la cascada de fondo y yo admirando toda tu belleza mientras continúo dándome un festín con tu sexo. Lamo todos tus labios e introduzco mi lengua en tu vagina a la vez que acaricio tus muslos. Sigo lamiendo hasta alcanzar tu culito arrastrando con mi lengua parte de tus fluidos.
Y vuelta a saborear tu coño, chupando y relamiendo tu clítoris, aplicando de vez en cuando la presión justa con mis dientes sobre él y así desatar una cascada de sensaciones. No puedo evitar lubricar un dedito en tu coño para luego jugar con tu culito, y así continuo devorándote, incrementando tu deseo, hasta que no puedes pensar en nada más que en una cosa. ¡Ahora!
Si mi polla estaba morcillona, no tengo más que pasarla por tu coño empapado para que se ponga tiesa, y es así que te la paso y repaso por todo tu sexo húmedo hasta que la tengo bien dura y lubricada. Y es ahora cuando la introduzco en tu vagina de un golpe seco y profundo, que te sorprende a la vez que te duele, pero te excita. Ese jadeo que se produce cuando mis huevos golpean en tu coño aviva el fuego que arde en mi interior.
Te sujeto por la cintura y separo un poco más tus piernas desplazando tus rodillas para impedir que amortigües mis embestidas, y te penetro con fiereza una y otra vez. Tiro hacia mí de tu cadera en el momento en el que mi pene alcanza el tope en tu interior. Te duele ese impacto tan profundo pero a la vez te excita tanto que te resistes a decirme que pare, pero tampoco te atreves a decirme que siga, simplemente jadeas.
Llega un momento en el que tú eres la que busca más caña empujando hacia atrás y acompasando tu movimiento con el mío, así que libero tu cintura y sostengo tus pechos, jugando con tus pezones. Los presiono con fuerza mientras follamos como animales en celo. No sé si te has corrido ya o no, ni quiero saberlo, aunque sí que he sentido cómo tu cuerpo se estremecía en repetidas ocasiones y aumentaba la intensidad de tus gemidos, pero es que lo estoy disfrutando tanto que no quiero que acabe. Y es más, quiero más. Así que saco mi polla para jugar con tu culito, la voy enroscando en abertura mientras te froto el coño con mis dedos, hasta que supero esa resistencia inicial que da paso al placer.
Aunque mis instintos me piden que te la clave con fuerza como ya hice con tu vagina, me contengo y la meto suavemente pero sin parar hasta que entra del todo, espero apenas veinte segundos para que te acomodes a la nueva situación y vuelvo a follarte con fiereza, enterrando mi polla en tu culo una y otra vez, sin parar de frotarte el coño. Qué bien se siente así de estrecho, presionada por las paredes de tu culo mientras te escucho gritando de placer y de dolor. No sé si hice bien o mal al despertar mi lado más salvaje, pero aunque la cascada se volviera catarata ya nada podría pararme.
Siento cómo tu cuerpo comienza a derrumbarse frente a mí, y un temblor se extiende por tus piernas y ya no aciertas a acompasar el movimiento. Mis embestidas te llegan de forma inesperada y notas cómo tus músculos comienzan a convulsionar. Tu estómago se encoge y la respiración pierde el ritmo a medida que te llega un orgasmo mayor del que podías imaginar. No te das cuenta pero estás gritando de placer. Mmmmm ¡Sí! ¡Sí! ¡Ahora!
Las fuerzas te abandonan y caes mientras retiro mi polla con suavidad para no hacerte daño. Buscas oxígeno en el lecho de helechos y tus pulmones se van llenando de su esencia, y yo te doy el respiro justo para que te recuperes lamiendo y soplando tu cuerpo sudoroso. Partiendo de tu culito y subiendo por tu columna vertebral hasta llegar a tu nuca. Y en el trayecto tus pelos se erizan a la vez que se te pone la carne de gallina. Me gusta ver cómo aún te siguen temblando las piernas, cómo sufres pequeños espasmos provocados por la intensidad de nuestra pasión.
Y ahí sigo yo colmando tu cuerpo de atenciones mientras froto con suavidad mi polla entre tus nalgas. Poco a poco la expresión de tu cara recobra la vida y retorna la sonrisa, y en cuanto hayas de donde no las hay, las fuerzas justas te levantas y me dejas acostado boca arriba y expuesto a tus deseos.
Quieres toda mi leche, así que te pones cómoda entre mis piernas y te dispones a mamármela. Ves mi polla y toda la zona bien rasurada, y comienzas lamiendo por debajo de mis huevos y notando el tacto especial de la piel en esa parte del cuerpo. Metes cada uno de mis huevos en tu boca y juegas con ellos, chupándolos hasta el punto en que llega a dolerme. Luego subes con tu lengua por toda mi polla y tu saliva se mezcla con el fruto de nuestro sexo. La recorres en todos los sentidos saboreándola. Después acaricias mi capullo con tu lengua, muy suavemente hasta que escupo alguna gota y puedes, por fin, catar su sabor. Luego metes mi polla en tu boca y la succionas con ganas hasta que me arrancas alguna que otra gota más. Mueves tu cabeza arriba y abajo deslizando mi polla adentro y afuera de tu boca mientras la presionas con tu lengua y le haces vacío para que se sienta más estrecha y cómoda. Aprietas con fuerza tus labios y en conjunto resulta como si me estuviera follando tu boca.
Tal y como te sujetaba de la cintura me aferro ahora a tu cabeza y llevo la polla cada vez más y más dentro de tu boca. En ocasiones llego a tocarte la campanilla provocándote pero la retiro un poco y en cuanto te recuperas continúo metiéndola lo más adentro que puedo. Ves la expresión de mi rostro y la fuerza con la que te agarro y sabes que está a punto de suceder, así que dejas que lleve mi polla hasta el fondo y sientes mi leche bajando por tu garganta, mientras todo mi cuerpo se estremece. ¡Ahora!
Querías disfrutar y probar mi lado más animal y salvaje y así lo has hecho. Y allí terminamos fundidos en un abrazo bajo la cascada, refrescando nuestros cuerpos desnudos con las aguas cristalinas y devorando nuestras almas a través de nuestras bocas.
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